martes, 19 de julio de 2016

     
El 25 de febrero de este año se publicó en la New York Review un interesante artículo firmado por Elizabeth Drew que realiza una crítica de 5 libros que trata del deterioro de las infraestructuras existentes en EE. UU. Los libros mencionados por Drew fueron escritos por 4  autores individuales: Jonathan Waldman, Rosabeth Moss Kanter, Henry Petroski, Ted Koppel y un colectivo titulado la «Sociedad Americana de Ingenieros Civiles» en inglés, American Association of Civil Engineers (ASCE). En todos estos libros se percibe el fracaso total de las instituciones políticas para invertir en algo que no tenga beneficios a corto plazo, lo que resulta en que el país que se supone que es el más rico del mundo no se acerca a los que tienen una mejor infraestructura. No vamos a entrar en comparaciones extremas, por ejemplo, el servicio de algún tren en Japón que logra por un sistema de electromagnetismo que el tren se eleve sobre los raíles y puede alcanzar una velocidad de 590 km/h pero sin llegar a eses extremos tenemos en nuestro país el AVE comparable al que utilizan los franceses. Todo esto indica que la ASCE le otorga a la sociedad americana en su conjunto una calificación de D+ [1] y ningún sector de la infraestructura de este país ha recibido la mejor nota, que es A. En 2013, ya se suponía que uno de cada nueve puentes era deficiente estructuralmente y que la edad media de los puentes tenía más de 42 años, siendo así que el 30 % de los puentes han excedido la vida útil programada. ASCE afirma que las necesidades de apoyo a la infraestructura estadounidense alcanzarán en el año 2020 trillones, en términos estadounidenses; en el sistema decimal europeo (1012). Muchos recordamos que, en agosto de 2007, durante la hora punta de la tarde el puente sobre el río Mississippi se derrumbó, causó la muerte de 13 personas y 145 personas resultaron heridas. El informe de ASCE afirma que uno de cada nueve puentes no cumplía unas condiciones mínimas de seguridad y que la edad media de los 607 380 puentes rondaba los 42 años, siendo así que la administración federal de transportes, Federal Highway Administration, considera más del 30 % de los puentes existentes han excedido su vida programada. La misma institución señala que para gozar de puentes seguros en 2028 el gobierno necesitaría invertir 20 500 millones, que es más del doble de lo que se está invirtiendo. En cuanto a la aviación, el costo de los atrasos por una congestión excesiva en 2012 fue enorme y los canales no han sido renovados desde los años  50. Con relación a los puertos también existen retrasos, sobre todo por falta de coordinación entre las autoridades locales y federales. Las autovías están excesivamente congestionadas y eso conlleva pérdidas considerables tanto de gastos de combustible como disparatadas esperas. Aunque se ha publicado una ley sobre las autovías, esta es insuficiente y continuarán estando excesivamente congestionadas. Finalmente, el bajo nivel de inversiones federales para arreglar la red eléctrica ha provocado una cantidad cada vez más elevada de interrupciones de la energía eléctrica y otros fracasos que han llevado a que este sector reciba tan solo una calificación de D+. Las medidas recientemente tomadas por el congreso para gastar 305 000 millones durante cinco años para restaurar edificios, carreteras, puentes y sistemas de transporte colectivo, indican las enormes dificultades de encontrar maneras de financiar proyectos infraestructurales, lo que también viene agravado por el bajo precio de la gasolina y los impuestos derivados de esta.  

La administración del presidente Obama ha tratado de lograr acuerdos públicos y privados pero no ha contado con la aprobación necesaria del parlamento y las interrupciones de electricidad desde las columnas de la red eléctrica han también constituido un desastre permanente.

Aparte de estos sectores, Cooper  resalta la debilidad del país en un libro, que analiza la posibilidad de un ataque cibernético que haría que gran parte de la infraestructura del estado fuese dañada y ser incapaz de dar una respuesta. Sin embargo, algunas instituciones como la Homeland Security son más optimistas y creen que una parte de la infraestructura más importante para defensa del país podría resistir.

Los intentos de estímulo del presidente Obama han continuado y tan recientemente como en el 2009 firmó una ley, American Recovery and Investment Act, que aprobaba 800 000 millones de dólares para afrontar estos temas.

El presidente Obama ha continuado a promover inversiones mayores en gastos infraestructurales y este mismo año (2016) solicitó unos créditos 478 miles de millones de dólares para gastos de infraestructura sobre todo en el sector de transportes.

Desgraciadamente muchos republicanos y algunos congresistas demócratas se opusieron a la ley por no querer ser tachados de gastadores. En este mismo año 2016 ha continuado solicitando gastos muy importantes para detener el deterioro de las infraestructuras.

En un artículo reciente titulado en inglés “El crecimiento disminuye debido a la inacción”, Eduardo Porter señala que el periodo de una recuperación después de las últimas recesiones se ha ido haciendo cada vez más lento, lo cual ha dado lugar a unas tasas de crecimiento del PNB cada vez más débiles haciéndose la pregunta básica sobre cómo van a tratar de resolver este problema del estancamiento a largo plazo los candidatos a ser presidentes de EE. UU. a partir de su nombramiento el próximo noviembre. Porter señala que a pesar de que existen situaciones demográficas que actúan negativamente para   recuperar mayores tasas de crecimiento que permitirían un aumento mediante una recuperación en el empleo y de las infraestructuras, que favorecería un importante empuje para la productividad.

La situación actual en EE. UU. contrasta con la recuperación iniciada por las políticas de Franklin Roosevelt anteriores a nuestra Segunda Guerra Mundial mediante acciones con la TVA (Tennessee Valley Authority), administración responsable del valle del Tennessee y la WPA (Works Progress Administration). Mediante estas iniciativas y otras se recuperaron el empleo millones de trabajadores y se consiguió una restructuración de la infraestructura pública del país.

En esta tesitura tenemos que fijar nuestra atención en la posición que representan los candidatos a ser presidentes a partir del próximo noviembre. Hillary Clinton ha propuesto unas inversiones de 275.000 millones que se extenderían durante 5 años para invertirlos en carreteras, puentes, servicios informáticos de banda ancha, transporte público, aeropuertos, trenes de transporte y sistemas de mejora del agua. Este programa puede calificarse de modesto comparándolo con las necesidades reales de la infraestructura. Su compañero de partido Bernie Sanders está promoviendo un programa que presupone gastos de 1 billón de dólares sobre los próximos 5 años, que algunos seguidores de Clinton consideran que puede ser excesivamente caro. No obstante, el plan de Clinton ha ganado el apoyo de varios sindicatos muy importantes, como el de Unión Internacional de Trabajadores (LIU) y el Sindicato de la Hermandad de carpinteros y constructores (UBC). Algunos observadores han reprochado el programa de Mrs. Clinton de eludir hacer un análisis de cómo afrontar estos gastos. Algunos analistas piensan que su programa infraestructural se puede hacer con reformas impositivas sobre las grandes corporaciones y piensan que se podría lograr mediante una amnistía de sus impuestos el que estas compañías aceptaran el repatriar los beneficios logrados en el extranjero. El problema de esta posible repatriación es que aún tiene que lograr una aprobación parlamentaria y tendría que formar parte de una ley de reforma presupuestaria más amplia y que como dice Elizabeth Drew  no sabemos sí o cuando  será llevada a cabo.  A pesar de todas estas dificultades Mrs. Clinton sugiere, según lo ha tratado de hacer Obama, la creación de un banco de inversiones que utilizaría nuevos mecanismos para financiar ese estímulo.

En mi opinión  el clima general político de los EE. UU. está cambiando de modo importante y resulta sorprendente ver como uno de los más importantes candidatos a la presidencia Bernie Sanders se declara públicamente socialista; cuando hace pocos años esta declaración le alienaría el apoyo de muchísimos votantes. En línea con lo anterior nos parece que muchos estadounidenses que subscribían el mito de que todos los individuos, cualesquiera que fuera su clase social, podían aspirar a una posición social relevante, hoy ya no lo admiten.

A mis lectores les habrá causado sorpresa el que no haya hecho ningún comentario sobre el candidato republicano Donald Trump. Si no lo he hecho es porque es muy difícil adscribir a este candidato posiciones que se repitan y que no entre en  contradicción con ellos mismos, tal como señalan Ronald B.Rapoport, Alan I. Abramowitz and Walter J. Stone (fuente: The New York Review of Books 23 jun. 2016). Como estos comentaristas señalan muchos comentadores les ha sorprendido el éxito de D. Trump en las primarias de su partido republicano y sobre todo “de su capacidad para tomar posiciones extremas y utilizar una dura retorica”. Recientemente hemos tenido noticias de que ha renunciado a decir palabras mal sonantes en sus discursos. Entre sus declaraciones más extremistas están lo que ha afirmado reiteradamente sobre los inmigrantes mexicanos y sus declaraciones contrarias a los musulmanes que llegan a prohibir que los musulmanes entren en los Estados Unidos, en todos estos problemas una enorme mayoría de los posibles votantes republicanos apoya sus posiciones, por ejemplo, 73% para impedir que los musulmanes entren en el país, 90% identificando y expulsando a los inmigrantes ilegales y 85% de acuerdo con edificar un muro de protección en la frontera con México, etc. A mi modo de ver una improbable victoria de Trump sería un problema grave no solo por las medidas políticas y económicas que podía tomar en EE.UU. sino también por una agresiva y cambiante política exterior hacia otras potencias (como Rusia o China).

 Llegados a este punto me parece justa la opinión de Elizabeth Drew a favor de una iniciativa estadounidense para reconstruir la infraestructura del país, ya que esto conduciría a una mejoría de la condición tísica de sus habitantes, contribuiría a crear puestos de trabajo un sector de la clase media que ha sido la más perjudicada por la rescisión y que también podría contribuir a que las diferencias de ingresos no siguieran creciendo o incluso disminuyeran. En contra de esta opinión hay quienes creen que el deterioro de las infraestructuras del país no ha sido lo suficientemente grande para provocar un cambio capaz de alterar las opiniones políticas de una mayoría muy extensa de ciudadanos.

En estos momentos ha tenido una importancia, a mi modo de ver desmesurada, el BREXIT, o sea la decisión tomada por el parlamento del Reino Unido para desvincular el Reino Unido de otros países de la Unión Europea, que sumarian solamente 17 países. La rápida reacción de muchas bolsas internacionales ya ha empezado a moderarse y se subraya que para diseñar un acuerdo con el resto de la UE, existe un plazo de 2 años. Como señala Francis Fitz Gibbon, el principal problema corresponde a causas jurídicas muy complejas, puesto que muchas legislaciones y tratados de la UE están parcial o totalmente incorporados en la jurisprudencia del Reino Unido. Muchas de estas normas incorporaban reglamentaciones relativas a la competición, la política comercial, el transporte, el medio ambiente, ciertos elementos de políticas sociales, ciertas políticas sobre la comunicación la vulneración o protección de la privacidad (como la no transmisión de metadatos), pero afortunadamente no de la mayoría de las políticas monetarias, puesto que el Reino Unido había mantenido la Libra Esterlina y no se había incorporado al Euro. Muchas de estas medidas podían abrir un periodo de reflexión para otros países europeos sea para incorporarse a la Unión Europea o retirarse de ella.  Entre ellos podemos destacar las opciones incorporadas en el tratado llamado Area Económica Europea, en los que están en estos momentos Noruega, Lichtenstein e Islandia, que incorporan muchas normas, pero no tienen voz deliberativa o bien, en una nueva Area de Libre Comercio, como es el caso de Suiza. Incluso, en ciertas áreas de derechos humanos podían existir coincidencias con ciertas normas del Consejo de Europa en las que participan “no de modo muy brillante” Rusia, Ucrania y Turquía. La descripción de estos datos aparece muy claramente en un libro de 2004, (que ha sido posteriormente reeditado) cuyos autores son:  Richard Baldwin y Chartes Wyplosz: “The Economics of European Integration”. El  EMS (Sistema Monetario Europeo) tanto en su primera versión 1975-85 como en la segunda era infinitamente más flexible  que todas las disposiciones derivadas de los tratados de Maastricht y Lisboa que no permiten una combinación de realizar cambios entre las monedas, que sean a la vez estables, dentro de ciertos límites, y otras veces flotantes para restaurar la capacidad competitiva de los países  deficitarios o excedentarios. Las ideas de Keynes y sus “Bancor” parecen haber tenido influencia en el diseño del EMS.

A mi modo de ver, el problema principal de la economía y sociedad a nivel mundial, se refiere a la posibilidad de que el mundo y sobre todo los países desarrollados entren en una larga era de estancamiento. En un reciente número de la revista Foreign Affairs, marzo 2016, se han escrito 8 artículos sobre el tema del estancamiento. Entre ellos destacamos por su importancia política el artículo de Lawrence H Summers que atribuye  una época de estancamiento un aumento en la propensión al ahorro y una disminución de la propensión a la inversión y asunción de riesgos. El ahorro creciente actúa como un freno a la infracción y la falta de un equilibrio entre ahorro e inversión hace bajar el tipo de interés hacia un 0 que no produce ningún estímulo. Para Summers, el problema principal es la desvinculación del tipo de interés “natural” que causa un equilibrio entre ahorro e inversión.  Según este autor este tipo de interés natural es hoy demasiado bajo lo que da lugar a un “equilibrio de bajo empleo” así pues, la principal dificultad para una economía moderna e industrial radica en el lado de la demanda y no en la oferta; esto es de una demanda solvente y efectiva y no de costos excesivos principalmente costos salariales. No podemos entrar aquí en un amplio debate que se desarrolla entre Summers, Robert G. Gordon, que insiste en la importancia de la oferta y de K. Rogoff que insiste en un ciclo financiero que produce deudas excesivas. Este debate ha sido comentado en 2013 por el IMF que señala que constituye una parte muy importante de los debates entre los economistas. Personalmente me sumo al enfoque  brindado por la revista Monthy Review que ha publicado desde los años 1940 más de 300 artículos sobre el tema del estancamiento. Entre las muchas contribuciones queremos destacar las de Paul A. Baran, Paul M. Sweezy, Harry Magdoff, John Bellamy Foster, Robert W. McChesney y otros.  Recientemente (enero 2016) queremos destacar de Prabhat Patnaik del Centro de Estudios de la Universidad de  J. Nehru que nos alerta sobre una guerra competitiva de valutas que acentuarían las tendencias deflacionistas   y  nos alerta de la incompatibilidad de la democracia y el capitalismo y la continuación imperialista de la transferencias de los excedentes de valor desde los países pobres a los ricos. Muy próxima a los comentaristas anteriores es David Kotz que fue uno de los pocos economistas que predijeron la última crisis, señalando que no es la consecuencia de un pánico financiero sino una crisis estructural del capitalismo del libre mercado.  En contra de los autores Monthly Review, trata de firmar que las políticas de mercado libre fueron capaces de producir una serie de expansiones económicas largas aunque poco dinámicas conectadas entre sí por períodos de recesión relativamente breves y una tasa de inflación muy débil. Esto creó la impresión de una “gran moderación”  pero en el fondo las políticas tienen como base la conservación del modelo capitalista. Krugman se ha sumado a las discusiones sobre el  estancamiento y su aparente atenuación debido a las burbujas y el sector financiero. Aunque los problemas económicos de la Unión Europea son muy diferentes debido al tratado de Mastricht y Lisboa el último número de la revista Economie Politique (abril 1916), Aglietta, Nathacha Valla, André Grjbin, nos advertían que como había dicho Kaldor en 1971, es muy peligroso creer que unión monetaria y económica puede preceder a una unión política. Desgraciadamente el país más importante de la UE (Alemania), tiene unos intereses nacionales muy divergentes de otros miembros (sobre todo los más pobres dentro de la UE) y sobre todo porque Alemania se adhiere a unas políticas mercantilísticas y una ideología que aboga por unas políticas que se ajustan al mercado lo que Angela Merkel llama “Democracia ajustada al mercado”.  Desgraciadamente en mundo actual no parece existir un sujeto histórico que se oponga  a las políticas de austeridad, dado que como Peter Mair señala, no existe entre los lectores una capacidad para huir de reglas abstractas parciales y tomar decisiones eficaces y conjuntas. El mismo autor nos señala que las élites egoístas hoy en día en el poder, propongan una globalización que se encarne en instituciones alejadas de la democracia y apoyada sobre lo que algunos expertos siguiendo a  Minsky llaman una falsa Tecnocracia. Un reciente libro de Lisa Duggan titulado “The twilight of equality” se explican con gran detalle todas las tendencias que está sufriendo la mayoría de la población.
Estas últimas tendencias nos hacen recordar al gran poeta Machado cuando nos decía la esperanza es una consecuencia de la capacidad de acción y no como muchos suponen al revés.
J. Perez Oya - Vigo





[1] Las calificaciones en los EE. UU. van desde A+ hasta F-, por ejemplo,  aviación D, puentes C+, canales D-,  puertos C, ferrocarriles C+, carreteras D, transporte colectivo D, escuelas D, desperdicios peligrosos D,  agua potable D, etc. Ningún sector recibió la calificación A.

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