POLÍTICA

Reflexiones en torno al Tratado de la Unión Europea

José Fernando Pérez Oya
Ex Funcionario Economista de la ONU Experto en Política Económica de Ciencia y Tecnología DIT-CEPE


I. VOLVER SOBRE MAASTRICHT
¿Tiene todavía sentido reflexionar sobre el Tratado de Maastricht en un país en el que las fuerzas políticas mostraron una virtual unanimidad en considerar la ratificación del Tratado una necesidad histórica ineludible? Piensa el autor de estas líneas que paradójicamente resulta necesario reflexionar acerca del Tratado precisamente porque fuimos testigos de la ausencia de un auténtico debate público —con la necesidad de consultar al pueblo rotundamente negada por el gobierno y la oposición— como también la actitud muy sesgada de los medios de comunicación social que, en general, apoyaban la adhesión.
Partiendo de la premisa de que una unión económica y política fuese en un principio deseable para el bienestar de los pueblos de Europa, deberíamos interrogarnos sobre su alcance geográfico y sobre la incidencia del impulso de fusión o convergencia en determinados aspectos de la vida social (económicos, sociales, culturales, tecnológicos etc.) así como sobre el orden de prioridades y ritmos impuestos a dichas políticas de convergencia. La ventajas de otorgar prioridad a la unión monetaria pueden no serlo si la operación implica relegar aspectos tales como los sociales, tecnológicos, culturales, militares o políticos a un segundo plano.
Si estas órdenes de prioridad se trucasen, la resultante se vería sustancialmente alterada. Incluso si suponemos que las prioridades son justas, resulta necesario concertar apropiadamente el ritmo de avance en cada aspecto, no sólo en el sentido absoluto sino también en relación con el de los demás. El no operar de esta manera nos podría conducir a lo que M. Unión y C. Boissieu llamaron riesgo sistemático (revista Gènese, junio de 1992). Muchas críticas al Tratado se centran en estos aspectos pues se señala que no sólo dejó desvinculada la política económica monetaria de la fiscal, al imprimir una aceleración excesiva en aquella a expensas de esta, sino que dejó muy relegados los campos de las políticas sociales, tecnológicas, etc., y aún más los aspectos políticos de la Unión. Esto condujo a lo que se llamó déficit democrático y viene claramente ejemplificado por la creciente distancia entre los órganos responsables de la política monetaria y las instancias del poder popular, legitimado a través de mecanismos electorales.
La enorme variedad de las tomas de posición acerca de Maastricht son, naturalmente, fiel reflejo de las motivaciones, esperanzas y temores que suscita el tratado, más que la propia ambigüedad del mismo. La discordancia de opiniones y sobretodo de temores no muy racionales, proliferó en Francia con ocasión del referéndum, pero también aquí pudimos leer en declaraciones del presidente del gobierno (El País 25/10/1992) que existe el riesgo de que Europa pudiese rasgarse o que Alemania tuviese la tentación de nuclear una Europa diferente (¿Con quién y con cuántos? Se puede preguntar) que daría lugar a una nueva configuración del continente si Maastricht fuera un fracaso. Los ejemplos llegados del país vecino van desde la posición de opiniones debidas a un nacionalismo extremo, hasta esperanzas casi mesiánicas en las potencialidades de la Unión para resolver todo tipo de problemas. Nuestros vecinos llegaron incluso a ciertos delirios, como vimos en el artículo antes citado de Gènese lo siguiente: «La moneda única conduce a un sentimiento de comunidad europea más fuerte. Es el vínculo más sólido que puede tejer una colectividad humana de más de trescientos millones de almas (sic) que reúne una gran variedad de culturas y lenguas». El activo apoyo del gran filósofo E. Morin al sí puede servir de ejemplo de confianza excesiva.
Sin duda, impresionado por la tragedia balcánica, Morin consideró que el Tratado puede llegar a convertirse en un baluarte de asociación-integración salvífica frente a las tendencias nefastas de disociación-desintegración que amenazan a Europa.
El déficit democrático -asegura- viene claramente ejemplificado por la creciente distanciación entre los órganos responsables de política monetaria y las instancias de poder popular legitimado por mecanismos electorales.
Esta discordancia de posiciones llevó, por desgracia, el cántaro a la fuente de los que en general, desde posiciones de poder, opinan que la complejidad y carácter técnico de ciertos problemas aconsejan no gravar la escasa capacidad del indocto pueblo con una discusión que en cualquier caso escaparía a sus cortos alcances y redundaría en un consumo excesivo de aspirina o, más probablemente, en una didáctica esquematización de las alternativas. Esto podría conducirnos en opinión del Sr. Elorza a rebajar el nivel del debate como sucedió en Francia.
Vamos a disentir aquí de estas opiniones haciendo ciertas observaciones que eleven a nivel pedestre el debate y lo substraigan al olímpico, etéreo, brumoso y tecnocrático carácter que frecuentemente tuvo y que se utilizó para que el buen pueblo siga contemplando con la debida admiración reverencial, que corresponde a su papel, las decisiones que sus sabios líderes toman a su favor y en su nombre.
II. LA GRAN COARTADA
Se nos presentó el Tratado como indivisible e irreformable, algo falso según sus propios términos. Puede decirse algo tan obvio y necesario como que es posible estar a favor de ciertos aspectos previstos de política social, regional o de defensa sin que ello conlleve la aceptación de otros aspectos del Tratado que, ocupan una posición central y nos parecen impugnables.
En varios artículos firmados por B. Cassen, en Le Monde Diplomatique, señala que el hecho de que el Tratado nos fuera presentado como algo ineludible nos puede servir de chivo expiatorio externo ante la impopularidad de ajuste estructural o de austeridad extrema, como también puede convertirse en escotillón de escape para una política de huida destinada a esconder la ausencia de un verdadero proyecto nacional.
Deben distinguirse los aspectos formales de los sustantivos y tratar de deslindar instrumentos de fines y todo esto desde posiciones de principio claramente expresadas.
Tomemos por ejemplo el temor suscitado a la pérdida de soberanía. La resistencia a la cesión o transferencia de soberanía será mayor cuanto más grande sea la distancia entre los objetivos y las aspiraciones de un gobierno y de los órganos comunes de gestión. Sin embargo, incluso si existe acuerdo sobre el riesgo de perder un nivel mínimo de autonomía encarnado en la idea de la soberanía e independencias nacionales. Este temor, puede tanto expresarse en un rechazo de los mecanismos institucionales como en el temor a acciones hegemónicas de uno o varios miembros de la Unión que, actuando individual o colegiadamente releguen a un miembro a una pasividad de subalterno.
El rechazo a la Europa de geometría variable, a dos velocidades o a la carta, está muy vinculado a este tipo de problemas. El espectro político parece dividirse aquí entre una derecha más preocupada por el diseño institucional que salvaguarde un límite amplio de soberanía con una menor preocupación por los contenidos sustantivos del diseño común (del que en caso de necesidad siempre podrían irse) y una izquierda más proclive a ceder soberanía dentro de esquemas federalistas y lógicamente más preocupada y atenta a los contenidos sustantivos incorporados en la acción de las instituciones comunes.
La unificación alemana brinda un ejemplo diferente. El hecho de que las nuevas instituciones monetarias estuviesen en gran parte calcadas del Bundesbank, provoca en la izquierda consecuente (cada vez menos visible) el temor de un afianzamiento de las políticas económicas monetarias y conservadoras; en la derecha nacionalista se da por supuesto que las instituciones comunes no aplicarán políticas comunes contrarias su tendencia ideológica dominante pero temen una pérdida de autonomía. Ambos segmentos
del espectro político, observan con aprensión desde perspectivas diferentes la brutal afirmación del poder del Bundesbank ante repetibles tormentas monetarias, así como las maniobras de creación y satelización de estados clientes como Eslovenia y Croacia.
El voto ponderado previsto en el Protocolo sobre los Estatutos del Sistema Europeo de Bancos Centrales y del Banco central Europeo (arts. 10 e 29 del Protocolo) pueden también constituir un signo preocupante. Es necesario, pues, señalar que las tensiones actuales contienen un elemento muy importante que proviene de la política de altos tipos de interés impuesta por Alemania, en gran parte derivada del esfuerzo de financiamiento (que representó en 1992 un 6,5 del PIB) consiguiente a la unificación de la ex RDA.
II. LA UNIÓN MONETARIA
La piedra angular del Tratado de Maastrich es, sin duda alguna, el proyecto de la unión monetaria. La raíz histórica de las disposiciones que se encuentran en el Tratado, es lo que conocemos como llamado Informe del Comité Delors. Dicho comité compuesto, casi exclusivamente, por banqueros, llegó a la conclusión —no excesivamente sorpresiva ni sorprendente— de que un banco central supranacional, independiente del poder dirigido por funcionarios escasamente amovibles debería ser la base, y casi el único fundamento, de la Europa unida. Este informe está influenciado de una manera determinante por la ideología predominante en el Bundesbank que, abusivamente, se irroga el honor de los éxitos de la lucha anti inflacionista de Alemania; éxitos que se basan mucho más en factores institucionales tales como mecanismos de negociación colectiva entre fuerzas sociales, y esto no sólo en lo que se refiere a salarios y condiciones de trabajo, sino en un sentido que trasciende la política industrial y tecnológica.
El ex comisario de la Comunidad Edgar Pisani calificó el tratado de anti-estatal, antisocial, ultra-liberal, contrario a la construcción de la democracia e inhumano. Finalmente, lo apostilló de apolítico. Más bien cabría calificarlo de apolitizante, ya que tiende a eximir a los Estados de responsabilidad, transfiriendo ésta a la operación impersonal de las fuerzas del mercado.
El Banco Central Europeo, culminación de la segunda fase de unión monetaria, deriva su esquema funcional y sus estructuras y principios del Bundesbank, vía Informe Delors. Recordemos que mientras los aspectos sociales o regionales del tratado son, hoy por hoy, poco más que una lista de buenas intenciones dependientes a los presupuestos, las disposiciones del tratado definen ya unas instituciones determinadas, un modus operandi de estas y unas condiciones arbitrariamente cuantificadas para poder acceder al círculo de los escogidos. En los aledaños de su centro monetarista, el tratado contiene elementos positivos que le abrieron con éxito el camino a un amplio sector de la opinión pública.
No hace falta ser experto en economía para darse cuenta de que este enfoque corresponde a la ideología ultraliberal Reagan-Thatcher que llevó al Reino Unido a una situación tan crítica como la vivida a finales del siglo XX. Incluso un ala populista del Partido Conservador empezó a rechazarla y generó en los EEUU una depresión silenciosa que supuso una caída de los ingresos familiares reales del ochenta por cien (que dura desde 1973) y una escandalosa redistribución de los frutos de una feble expansión en el cinco por cien más rico de la población. Como señaló J.G. Smith en su libro Full Employment in the 1990s, el Informe Delors está demasiado influenciado por las posiciones del Bundesbank y es una resaca de la obsesiva borrachera monetarista que supone una renuncia explicita al objetivo de alcanzar el pleno empleo. Su dogma básico es el de creer que porque existe (¡y no siempre!) una correlación entre oferta monetaria y evolución de los precios, la inflación es una consecuencia de los niveles de oferta monetaria. Como señaló Wynne Godley, tras estas ideas está la creencia de que las economías modernas son sistemas autorregulados, que tienden al equilibrio y que no necesitan ser dirigidos.
Las ideas monetaristas se mantienen contra viento y marea, de poco sirvió que la OCDE escribiese en un informe reciente (Perspectivas Económicas, diciembre 1991): En muchos países la relación estable esperada (sic. ¿por quiénes?) entre crecimiento nominal del PNB y base monetaria no tuvo lugar. De poco nos sirve lo que el gran economista francés Malinvaud —padre del concepto de paro clásico— nos haga saber, con una honradez poco frecuente en la profesión, que según sus propios estudios empíricos posteriores su paro no cubre ni tan siquiera una quinta parte del paro existente. De poco nos sirve que en un estudio muy conocido, el Banco de Inglaterra descubriera las manipulaciones realizadas por Milton Friedman en su base de datos; de poco nos sirve que infinidad de estudios nos mostraran la inestabilidad de la velocidad de circulación del dinero preterida por nuestros ínclitos monetaristas.
De poco nos sirve que se admita que la inventiva de nuevos instrumentos financieros haga necesaria una revisión constante de los conceptos de la base monetaria; de poco nos sirve recomendar a nuestros ilustres colegas la lectura del genial Azote del Monetarismo, de mi admirable maestro N. Kaldor, del libro de L. Randall Wray Money and Credit in Capitalist Economies; vosotros economistas monetaristas permanecéis inmóviles, incólumes, impertérritos, tan tiesos como vuestra querida línea de oferta monetaria, verticalistas hasta la muerte. Es que el monetarismo es aún más que un culto, una fe, y como decía el catecismo de Astete «Fe es creer en lo que no vemos».
La Europa monetaria es, por las disposiciones institucionales que la constituyen, una Europa monetarista.
En Maastricht se plasmó un decidido deseo de imbricar en establecimiento de instituciones con la continuidad de una política económica monetarista. Maastricht es el propósito de congelar, de cristalizar institucionalmente un monetarismo que siente que
soplan vientos adversos y que aspira a sobrevivir enquistado en la espera de tiempo propicio. Que esto puede suceder es particularmente desafortunado para Europa, no sólo por las consecuencias que trae de desindustrialización, paro, retraso tecnológico, pérdida de capacidad productiva y oportunidades de crecimiento económico etc., sino también porque dicha operación se producirá en un momento en el que los EEUU y Japón reviertan la política de estímulo de corte neokeynesiano. Pero en este campo como en otros los sacrificios han de ser repartidos de manera muy desigual. Los rígidos criterios de convergencia ya están dando lugar a una política de deflación competitiva entre países miembros que no quieren perder el tren y candidatos (planes Amato de Italia, Mitsotakis, Solchaga de España, políticas restrictivas en Suecia, Austria etc,…).
En el susodicho libro de J.G. Smith se hace referencia a estudios que evalúan (en términos de empleo potencial perdido) los costes de la política de convergencia en Francia en 700.000 puestos de trabajo para el período de 1983-1985; en el caso de Italia, la estimación casi alcanza la cifra del millón. ¿Realizamos en nuestro país algún cálculo de este tipo? ¿Podemos pensar que tendremos que pagar menos que Italia?
Parece evidente que las condiciones fijadas en Maastricht imponen un coste excesivamente elevado para las economías del sur de Europa. Los círculos viciosos de la deflación competitiva se hacen cada vez más amenazadores y serán mucho más graves cuando se pierda la capacidad de fijar el tipo de cambio. Como señalaban los técnicos del Ministerio de Hacienda francés, D. Bureau y P. Champsaur, el problema más serio planteado por la unión monetaria es el de saber si la flexibilidad de los mercados de trabajo será suficiente para compensar la pérdida de la fijación del tipo de cambio como instrumento de política macroeconómica. En una línea similar, M. Feldstein advertía (en un artículo publicado por The Economist, de junio de 1992) que al no avanzar en una operación federalista, polarizaría peligrosamente las diferencias de ingresos y bienestar. Un análisis de las cifras relativas a los fondos estructurales y de cohesión (de 57% y de 72% respectivamente desde 1992 a 1997) mostraban lo exiguo de las cifras propuestas, en aumento porcentual pero insuficientes si se comparan con las que serían necesarias para evitar un agravamiento de los problemas de empleo en los países más vulnerables.
III. EL FRACASO DE LA EUROPA SOCIAL Y LA AUSENCIA DE POLÍTICA INDUSTRIAL
La Europa social no pudo alcanzar el acuerdo de los doce y el único progreso pírrico alcanzando fue la superación del veto británico y la aceptación del principio de votación por mayoría calificada. El retraso de la dimensión social sobre la economía se puso en evidencia por la endeblez de lo alcanzado en Maastricht, muy por bajo del poco ambicioso Plan Marín. En lo tocante a aspiraciones en el ámbito social, el Tratado de
Maastricht representa una regresión respecto al Tratado de Roma de 1957, pues mientras este proponía promover la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores, que permitan alcanzar su igualdad por la vía del progreso (art.117) en el nuevo Tratado, el término igualdad se cambia por el francés amelioration (mejora) y por el ambiguo español equiparación. El Tratado insiste en que las decisiones sean tomadas del modo más próximo posible a los ciudadanos pero el objetivo es pura retórica. Las condiciones fijadas en Maastricht imponen un coste excesivamente elevado para las economías del sur de Europa.
Las condiciones fijadas en Maastricht imponen un coste excesivamente elevado para las economías del sur de Europa.
La Europa de la Unión es una Europa de los Estados, no de los pueblos, pero dentro de una Europa de Estados, es una Europa del poder ejecutivo de los respectivos Estados. El Consejo (es decir, el aerópago de primeros ministros y jefes de Estado) sigue siendo, como en el pasado el órgano clave y supremo de decisión. El llamado poder de investidura del Parlamento sobre la Comisión y su presidente es ceremonial e intrascendente. El poder de enmienda del Parlamento no merece tal título estando de hecho limitado a doce campos que, con exclusión del de Medio Ambiente, se caracterizan por su intrascendencia. Más ridículo todavía es el llamado poder de iniciativa que como bien dice J. Raux es un mero poder de iniciar una iniciativa, es decir, de pedir a la Comisión que traslade al omnipotente Consejo una inquietud surgida en el Parlamento.
En el Tratado, la ausencia de una política industrial viene reflejada en el único y breve artículo dedicado al tema Industria, espejo de una política de liberalismo sectario que no resiste la menor comparación con las estrategias seguidas por Japón y los Dragones Asiáticos y puede que dentro de poco, por Estados Unidos.
El Tratado es confuso y ambiguo. No supo optar entre la lógica de la cooperación (entre Estados) y la de la integración (realmente comunitaria) y se decidió en muchos casos por un término que a nadie le conviene ni convence. De la misma manera va por un camino de profundización (parcial y desequilibrado) dando la espalda a una opción de extensión hacia a países históricamente europeos, ex miembros del bloque socialista.
El Tratado perdió una vez más la oportunidad de empezar a configurar una Europa de los Pueblos. Esto resulta particularmente flagrante y lamentable en el ámbito cultural. Hubiera sido apropiado que nuestros gobernantes y eminentes miembros de la familia real, como Juan Carlos de Borbón, hubiesen leído detenidamente el art. 128 del Tratado que afirma que la Comunidad contribuirá al florecimiento de la cultura de los estados
miembros dentro del respeto a su diversidad nacional y regional....
¿No sería mejor hablar de cultura de los pueblos (y no de los Estados) como el mismo artículo señala al decir historia de los pueblos europeos? Si hacemos del Estado el actor privilegiado de la política cultural, corremos el riesgo de apoyar nacionalismos que reivindiquen un Estado propio e independiente. Particularmente lamentable y ridículo es el poder de emitir dictámenes, conferido en el Tratado, al ornamental Comité de la Regiones donde sus representantes son nombrados a propuesta de los Estados por el Consejo y no mediante consulta popular (art.198.A del Tratado).
El Tratado fue el fruto desafortunado, contradictorio y mal construido de un miedo a que la unificación de Alemania empezara a ejercer una acción hegemónica sobre una Europa Unida inconclusa. El resultado fue claro y manifiesto en el lamentable rigodón que va de la declaración de Oslo de no renegociación, a la inconclusa renegociación de Edimburgo, muy favorable para Alemania, Reino Unido y Dinamarca, pero no mucho para los países endebles de la Unión como España.
Antes de concluir, volvamos a dos aspectos del Tratado que en sí mismos justificarían una reflexión más extensa y detallada. El primero se refiere a la ausencia en el Tratado de una política industrial. Esto viene reflejado en el único y breve artículo dedicado a Industria, claro reflejo de una política de liberalismo sectario que está llevando a Europa hacia niveles crecientes de paro y hacia una posición de desventaja comparativa frente a otros centros de poder económico mundiales. Digan lo que digan los ideólogos de la sociedad postindustrial, el sector industrial es, y seguirá siendo clave del desenvolvimiento económico. Como dicen ciertos economistas americanos: manufacturing matters. El segundo aspecto es de carácter más general, de ética política, casi de alcance filosófico, y aparece expresado en los arts. 123 al 127 del Tratado. En ellos se afirma la necesidad de facilitar a los trabajadores su adaptación a las transformaciones industriales y a los cambios de los sistemas de producción. La filosofía es clara: la sociedad y el hombre deben de adaptarse a los cambios del sistema de producción y no la inversa: adaptar el sistema de producción a las necesidades de una sociedad que genere un hombre y no un robot.
Nunca se interrogó a los firmantes del Tratado sobre la procedencia de cambios en el sistema de producción.
Posiblemente fuese debido a un reflejo de modestia: no se consideraban teólogos y estimar que lo que procede de alguna divinidad exógena y desconocida (como por ejemplo el demiúrgico mercado) debe de ser excluido del área de sus competencias.
Ocurre aquí como con las tormentas monetarias, no sabemos de dónde vienen, son como los helicópteros de Milton Friedman que hacen llover desde el cielo billetes de banco para probar lo exacto de su tesis. De todos modos algo nos dicen los arts. 123 al 127 del Tratado de lo que es la economía social de mercado y de lo que pueden esperar de ellas los
integrantes del ejército de reserva del trabajo: cursillos de formación profesional y políticas de adaptación.
En conclusión diremos que el nuevo Tratado de la Unión Europea impone a sus miembros más endebles unos sacrificios exorbitantes, injustos e insostenibles.
El nuevo Tratado de la Unión Europea impone a sus miembros más endebles unos sacrificios exorbitantes, injustos e insostenibles. Debería ser modificado en sustancia, incluso si esto impusiera una opción federal. Mientras esto no suceda debemos decir:
¡No a Maastricht!


José Fernando Pérez Oya. B.A.-M.A. por la Universidad de Oxford.
Ex Funcionario Economista de la ONU
Experto en Política Económica de Ciencia y Tecnología DIT-CEPE
Publicado este artículo en ANALISE EMPRESARIAL, nº 79 (En gallego).
Septiembre-diciembre 1992


“EL EURO; De salida ,sí.”

REFLEXIÓN RADICAL: “EL EURO; De salida ,sí.” Me permito, por haber sido uno de los escasos economistas que se opusieron públicamente en España al tratado de Maastricht, (En la revista gallega “Análise Empresarial Primeros meses de 2004) el ofrecer unas pequeñas reflexiones sobre nuestra economía y una posible, pero difícil salida por parte de un débil, pusilánime gobierno, y doblegado a la vergonzosa sumisión de nuestra soberanía a los dictados de política económica dictados por las instituciones de una U.E. dominada por una dogmática reaccionaria y dominante actitud alemana, refrendada por otras naciones. El dominio de una ideología neoliberal y de una política económica en ella inspirada ha obligado a nuestro país a introducir unas injustas y deflacionistas medidas fiscales que gravan seriamente el bienestar de la mayoría de la población y que impedirán o retrasaran gravemente la recuperación de nuestra economía. 
La situación mundial del balance ideológico y económico suscita hoy en muchos países una desconcertada opinión pública porque el descrédito de las teorizaciones monetaristas, de las “expectativas racionales”, y otras que han venido estructurando el discurso neoconservador aparecen hoy discursivamente gastadas pero, paradójicamente, su poder social, sobre todo en Europa, se incrementa trágicamente, imponiendo un lejano e hipotético ajuste a través del doloroso incremento del marxista “ejército de reserva” o sea el de unos atemorizados parados o amenazados empleados, muy debilitados y por tanto más proclives a aceptar el falso estímulo de unos bajos salarios conducentes a hipotéticos mayores beneficios y renovadas inversiones. No se nos habla apenas de economía de la oferta pero se destruyen los estímulos a la demanda total agitando el miedo al déficit fiscal. Para justificar la tremenda y valerosa propuesta de una posible salida del Euro, conviene hacer un muy somero balance de las ventajas e inconvenientes que se han derivado de la adopción de esta medida por España, si bien no todo es cuantificable. Para respetar cierto criterio de ecuanimidad he tomado ciertos argumentos en pro de la moneda única del reciente, e interesante aunque conservador libro de David Marsh. “The Euro” (Yale U.P. 200). Varias veces Marsh nos señala la imposibilidad de deslindar los efectos beneficiosos de la introducción del Euro con las consecuencias negativas que han tenido ciertas medidas de alcance mundial vinculadas a las políticas globalizadoras. Por ejemplo: sin la creciente movilidad de los flujos de capital, las actividades de los bancos centrales de las economías emergentes, la actuación de los fondos soberanos, etc. 
Los EE.UU. no hubieran sido capaces de financiar una desorbitada expansión consumista, reflejada en sus crecientes déficits. En cuanto a ciertos países europeos “particularmente dinámicos” (Informe de la OECD, Otoño 2007) como España se consiguió un notable abaratamiento de la financiación del déficit de su balanza de pagos al permitir que los intereses de su deuda con el exterior fuesen realizados a un tipo de interés bajo, favorecido entonces por el BCE y Alemania. Otra ventaja mencionada profusamente fue la del efecto de frenar la inflación de los que países que accedieron al Euro. Esta aserción la rebate el mismo Marsh al atribuirla a otras medidas relacionadas con la globalización más que los el Euro señalando los ejemplos “a contrario” del Reino Unido Suecia y Noruega y el hecho de que la inflación anterior a la ruptura de Bretton Woods era apenas superior a la posterior al Euro. Llegados a este punto nos podemos preguntar si la diferencial del interés que hubiera tenido que pagar el gobierno de España hubiese sido muy alta. Mi opinión es que la diferencia no hubiese sido muy grande al elegir un conjunto variado de divisas internacionales en las que estuviese denominada la deuda exterior; por otra parte no olvidemos que esta representa solo parte, aunque importante, de la deuda del estado que en gran medida es sustentada por fuentes interiores, menos susceptibles a los factores externos. 
Debemos de recordar que la entrada de España en el Euro, y anteriormente en la filosofía y práctica política neoconservadora encarnada en Maastricht (y continuada en Lisboa) acarreó serias pérdidas en muchos sectores industriales de España (cono por ejemplo gran parte del sector naval) que se vieron abocados a aceptar un desarme arancelario excesivamente rápido. Una lectura de recientes declaraciones de nuestro conservador Banco Central y su insistencia en que los bajos tipos de interés abarataron la deuda (que creció desmesuradamente) en nuestro país deberán de ser matizadas recordando que pocos sectores se aprovecharon de los créditos disponible para desarrollar sectores de alto valor añadido o destinados a favorecer un aumento de la productividad. Como parece olvidar el Sr. Fernández Ordoñez la parte del león consistió en lo que todos llamamos el sector del ladrillo. El éxito del gobierno de entonces consistió en producir una burbuja especulativa de proporciones gigantescas y un aumento masivo de un empleo poco productivo. Aun hoy día siguen (desde el P.P.) vanagloriándose de esto. El monstruoso aumento de unas existencias de inmuebles (invendidos en gran parte) el incremento del paro se debe a las ciegas políticas de sometimiento a los caprichos de un mercado que no hubiesen sido posibles bajo una cautela mínima de lo que se conocía, ya hace tiempo como planificación indicativa sobre un desatado sector financiero. Estas “existencias” no absorbibles durante mucho tiempo sirven como armas para hacer capitular a ciertos políticos poco afines, a la par que para debilitar las capacidades compensadoras de los poderes sociales de los trabajadores. Ello facilitará el deseado ajuste del inmediato costo laboral mediante, (como ocurrió en Alemania) una rápida bajada de los salarios reales. 
Quisiéramos al fin de mi artículo subrayar dos fracasos sociales mayores de las políticas neoliberales que se están agudizando a nivel mundial y sobre todo en Europa y recordar el desastre y la miseria que estas políticas ya han causado en los Estados Bálticos. La primera viene bien ejemplarizada por una declaración del Canciller alemán Kohl que antes de la firma del Tratado de Maastricht señalaba que la introducción de una unificación monetaria sin avanzar en una unión política sería como “construir castillos en el aire” considerando que una política que no tuviese en cuenta una solidaridad social entre países y entre las clases en cada país uno estaría abocada al fracaso. La segunda observación, estrechamente relacionada con la anterior, es la de que el fracaso institucional de una adecuada integración de la política fiscal con la monetaria conduciría, como ya ha sucedido, a un fracaso redistributivo entre y dentro de cada país, como consecuencia de políticas comunes a la U.E. A estas consideraciones debe de añadirse el carácter hegemónico de las políticas propiciadas desde una Alemania que impone medidas de ajuste sobre los países más débiles de la U.E. con escasa o nula consideración de su situación. Si al comienzo de 2004 nos manifestamos contra el neoliberalismo, un keynesianismo de guerra y unas tendencias peligrosas gritando: ¡No a Maastricht!, hoy debemos de decir: ¡No al Euro y a las reaccionarias políticas de la U.E.! Una somera consideración de un balance de costo-beneficio arrojaría (si fuese cuantificable) un saldo negativo para España. 
Debo finalmente expresar mi pesimismo; en esta coyuntura no existen fuerzas políticas ni mecanismos sociales que apoyarían a esta propuesta, ahogada como esta está por una avasalladora propaganda mediática que hace que se acepten de modo acrítico sacrificios por sectores sociales totalmente ajenos a las causa de la dramática situación actual. 


Firma José Fernando Pérez Oya. Economista M.A. por Oxford. Responsable, durante largos años del análisis económico de los países del Sur de Europa en la Comisión Económica para Europa de Naciones Unidas. 


Publicado en la revista "A Nosa Terra" en 2010. Vigo.

La obstinación de las políticas Neoliberales en Europa y España y sus crasos errores

Empecemos haciendo una breve referencia a EUROFRAME: Este es un marco internacional en el que se celebran reuniones conjuntas de Instituciones Europeas de Investigación Económica independientes de sus respectivos estados para presentar y debatir problemas de interés regional. 
Su última reunión tuvo lugar en Kiel en el Junio pasado y tuvo como temas la crisis del Euro y las medidas políticas monetarias y fiscales adoptadas. A esta reunión asistieron instituciones provenientes de Austria, Finlandia, Francia, Alemania (con dos instituciones), Irlanda, Italia, Holanda, Polonia y Reino Unido. La ausencia de España era flagrante. Debemos destacar la trascendencia de EUROFRAME, pues en la reunión se han enfrentado posiciones muy dispares que señalan la falta de acuerdo que existe entre economistas de prestigio evidente en cuanto en cuanto concierne las medidas seguidas o a seguir en el ámbito europeo, su alcance, su eficacia o inoperatividad, el origen de los desequilibrios que se intentan corregir, su justificación teórica o empírica, su sostenibilidad a corto o largo plazo etc. 

La inexistencia de una posición común, o siquiera convergente, hace cada vez más difícil una necesaria y cada vez más urgente coordinación de las políticas económicas que puedan favorecer a todas las naciones de la zona y no a unas pocas o a una a expensa de las más necesitadas de solidaridad. Las discusiones de Kiel acaban de ser publicadas por la francesa OFCE en el Nº 27 de su revista “Debates and Policies”. Nuestros responsables políticos, tanto del infausto gobierno como de los grupos opositores se beneficiarían mucho de su conocimiento. 

Deseo poner énfasis en mi posición personal: el resultado de los enfrentamientos teóricos y éticos ha sido una victoria de las posiciones contrarias a las medidas restrictivas y de austeridad hoy prevalecientes, y mi casi total acuerdo con los argumentos presentados por Catherine Mathieu y Henri Sterdyniak. Estos concluían su intervención afirmando que: “Lo urgente hoy día no es la de fortalecer una disciplina presupuestaria que recorta de modo ciego los déficits, si no poner en tela de juicio las tendencias –tales como la globalización financiera, el deseo mercantilista de acumular excedentes, o alcanzar una negativa distribución de las ingresos- que provocan que muchos déficits sean percibidos como necesarios para sustentar la producción”. 

Por desgracia las reuniones del ECOFIN (ministros de finanzas de la Unión Europea) se han convertido en lo que Krugman ha llamado. “congresos de la ignorancia” y Jörg Bibow en el “disparate fiscal” impuesto por Alemania. Las estimaciones realizadas últimamente para el FMI por varios estudiosos, indican que cuando se precisa un ajuste presupuestario, es preferible alcanzarlo gradualmente y no por mor de una reducción rápida y agresiva de los desequilibrios. 

La consolidación presupuestaria será tanto más violenta y complicada cuanto más profundamente se sitúe un país en el bache de la recesión. Se acepta por fin, que los multiplicadores de cálculo del gasto público son muy superiores a los observados en el caso de la presión fiscal. Los datos disponibles permiten corroborar lo anterior. La opción de países como Francia, Finlandia y Bélgica es un ejemplo de esta política menos lesiva mientras que el caso de España es un desastrosa prueba de lo contrario. 

En efecto, España está “cumpliendo” (con algunas contabilidades creativas o mentirosas) a un ritmo que ha supuesto alcanzar un ajuste negativo tres veces superior a lo que debería de haber sido si cumpliese las obligaciones impuestas por el tratado TSCG (Tratado sobre la Estabilidad, la Coordinación y la Gobernanza). Hubo quien creyó que la enorme suma de aportaciones y de datos disponibles podrían modificar los objetivos perseguidos por la Troica. Ello no es así: la obstinación en el error permanece y solo se han apreciado pequeños signos de relajación (plazos más amplios en algunos objetivos) en el caso de Portugal. En que consisten los multiplicadores presupuestarios? Cuando el Estado gasta digamos 100 unidades suplementarias, el impacto positivo sobre el crecimiento es superior a 100 unidades, sean estas las que fueren. Cuando se produce un descenso en los gastos del Estado superior a 100 el impacto negativo sería superior a 100. Del extenso análisis de la revista “Previsions” Nº 125 (realizado por el “Observatorio Francés de Coyuntura Económica” OFCE) destacaremos varios elementos: el primero, es el que, según estos investigadores, la mayoría de los dirigentes políticos europeos y sus asesores estimaban que estos multiplicadores eran débiles. Si esto era así, un esfuerzo de restricción presupuestaria tiene poco impacto sobre el nivel de actividad. 

La historia del cálculo de los multiplicadores presupuestarios ha sufrido muchos avatares, propiciados siempre por los cambios de coyuntura, la intervención de las instituciones y las estructuras de cada país. Un ejemplo, particularmente relevante nos lo ofrece el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su revista Perspectivas Mundiales. Hasta hace poco tiempo, el FMI estimaba que estos multiplicadores se situaban aproximadamente en un 0,5% para la mayoría de los países desarrollados y tras la recesión que sufrimos, oscilaban entre un 0,7% y un 1,7%. Lo más sorprendente para un observador sin prejuicios es advertir que muchas de estas rígidas políticas coexisten con una amplia indefinición de las medidas que podrían promover ciertos objetivos. Ver por ejemplo las vacilantes declaraciones del BCE y de sus portavoces y las respuestas incoherentes de los mercados. Desde el año pasado, el BCE se ha dotado de la capacidad de intervenir en el mercado secundario de la deuda soberana a través del de las “transacciones monetarias directas (OMT) pero la ha hecho de modo caprichoso basado en la presión que se quería realizar sobre un determinado estado. Evidentemente si se quisiera alcanzar una cierta estabilidad regional hubiera sido preferible cuantificar desde que punto intervendrían los enormes poderes del BCE para evitar que se permitiese un desfase excesivo entre las primas nacionales fijando un límite claro que castigase la especulación de los mercados. Hoy por hoy, tenemos que lamentar esta extraña combinación de las políticas económicas europeas entre su obstinación rigidez, que nos conduce a un “rigor mortis” y la vacilación o caprichosidad en los mecanismos y objetivos perseguidos. 

La Fábula de la Confianza Xavier Timbeau nos ofrece en un reciente artículo varios esquemas de teorizaciones económicas. Una sería la de los ultraliberales, seguidores de Barro y de su fe ciega en el mercado y la “equivalencia” mal llamada “ricardiana”; otra, la propugnada por Krugman , a la que éste llama “fábula de la confianza”. En ella, los mercados financieros provocan un autoreforzado círculo vicioso, al hacer más cara la financiación de los presupuestos, lo que provoca la bancarrota del país, la anulación o impago de las deudas, o una ruptura a la argentina. Timbeau señala agudamente que la creencia en una salida por “austeridad” refuerza una actitud insolidaria, dentro de las instituciones europeas. 

Las teorizaciones prevalecientes entre los economistas neoclásicos, de la llamada tendencia Dominante, atribuyen las dificultades actuales de la globalizada economía mundial a errores desafortunados. Toporowki nos recuerda que tanto Friedman como Lucas o Wojnilover ven en las dificultades de la actividad económica decisiones “incorrectas” y más concretamente, decisiones tomadas sobre política monetaria y financiera. Dentro de estas teorizaciones me parece particularmente nefasta la tomada basándose en las “expectativas racionales” y el equivalente “ricardiano” que aboca a la defensa de una especie de quietismo inerte. Este quietismo no es socialmente neutro, puesto que supone no alterar el “estatu quo” y hacer que las relaciones interclasistas de poder continúen inalteradas. En agudo contraste con lo anterior encontramos múltiples trabajos inspirados por posiciones marxistas ( como la sustentada recientemente en un artículo de María N. Ivanova el la Review of Radical Political Economy) que destacan que Marx se oponía a culpabilizar de las crisis a la especulación financiera ya que aquellas se originaban en la esfera real de la producción y el intercambio. 

Personalmente creo que no existe entre la mayoría de los dirigentes económicos una toma de conciencia de que ciertas decisiones fueron propiciadas por un error (que sería colosal) en la estimación de los multiplicadores. Prefiero pensar que las decisiones corresponden a un Consenso de Berlín, sucesor del Consenso de Washington, que impone a los países más pobres una política clasista de bajos salarios y de desindustrialización, favorable a un Hegemón regional o a nuevas formas de múltiples imperialismos estratificados hegemónicamente. No sabemos a lo que puede conducirnos esta obstinación clasista pero nos gusta recordar que el gran teórico de los movimientos cíclicos, Irving Fisher, nos recordaba en 1933 que una prolongada debacle podría conducirnos a alguna “forma de revolución social, que no aguardase a nuevas elecciones”. 

Cada vez se escucha más la voz de aquellos economistas que, como el que escribe, rechazan la pérdida de soberanía que conllevó la entrada de algunos países en la UE, tras Maastricht y la posterior adopción del Euro. Como ejemplo de lo anterior transcribimos una frase de Lapavitsas que dice: “Continuar siendo miembro de la “Eurozona” está creando unas condiciones insostenibles que están empujando hacia la salida de la Unión Europea a muchos países miembros”. Pero como nos decía Antonio Machado:“La esperanza es una consecuencia de la acción, no al contrario”.

J. Pérez Oya es socio-economista, B.A. y M.A. por Oxford.  Ha sido experto en el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas entre 1958 y 1990.



Consideraciones sobre la 2ª elección del presidente Obama en USA.


UN GRAN PELIGRO NOS ACECHA; EUROPA Y ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA Es sorprendente la escasa consideración que ha suscitado en la opinión pública europea las posibles consecuencias que tendría, tanto para Europa como para el mundo, el resultado de la inminente consulta electoral estadounidense. A mi modo de ver el resultado electoral tiene una gran repercusión, no solo por la importancia de los lazos económicos que Estados Unidos tiene con nuestro continente, sino también por la influencia que puede ejercer en el campo ideológico entre nosotros los europeos. Gran responsabilidad de este aparente desinterés se deriva de que los medios de información de masas han preferido, influenciados y dirigidos mundialmente por el poder económico, centrarse en un superficial anecdotario en detrimento de corrientes más profundas que cuestionarían la posible racionalidad del sistema o podrían poner en duda su permanencia a largo plazo. Un deber ineludible nos obliga a mencionar, (entre nuestras conocidas fuentes) una honrosa excepción, a saber el número especial de “Maniere de Voir: “Ou va L’Amerique” deOctubreNoviembre de este año. La situación tiene algo de paradójica, dado que en Europa existe, a pesar del avance de las ideologías neoliberales y reaccionarias una base social opositora que va desde lo que apoyan una socialdemocracia coherente hasta los comunistas y las revitalizadas corrientes anarquistas, pero todas ellas apenas tratan en profundidad de lo que ocurre en Estados Unidos. Contrastando con esto podemos encontrar en Estados Unidos algunas tomas de posición expresadas en libros y revistas de gran interés, que apenas tienen una base social que las sustente. En este contexto acuden a nuestra mente recientes libros como los de Corey Robin (The reactionary Mind), Colin Crouch (The Strange Non-death of Neoliberalism), Thomas Frank (Pity the Biliionary: The Hard-Times Swindle and the Unlikely Comeback of the Right), Byrne Edsall: (The Age of Austerity), o el de Jeffrey Sachs (The Price of Civilization) . Me atrevo a recomendar especialmente los libros de C. Robin y de T.Frank, y Edsall, aunque estan muy centrados en la problemática de los USA. Entre las revistas destaca un número especial de la New York Review of Books ( The Election), que se publicará tras la elección a presidente, pero que ya desde hace días (en Octubre)es accesible en internet. Para muchos socioeconomistas, próximos a las corrientes marxistas, la situación, antes señalada, nos replantea las vinculaciones que puedan existir entre el ser social y su conciencia ya que en ciertas épocas , y siguiendo ciertos ritmos e influencias, la conciencia colectiva tiende a estar excesivamente dominada por la ideología de las clases dominantes ,como el mismo Marx señaló. Naturalmente este artículo no es adecuado para una profunda discusión sobre este inagotable tema, pero es digno de ser destacado. Hace escasos días un “blog” estadounidense “Global Research” ha publicado (29-10-2012) un conjunto de 37 hechos comprobados destacando lo cruel que esta su economía ha sido para muchos millones de estadounidenses. La enumeración puede ser consultada pero desearía mencionar algunos de estos datos, a saber: 1-) El ingreso familiar ha bajado vertiginosamente durante los últimos cuatro año. 2-)El 62 por ciento de los estadounidenses clasificados como de “clase media” han reducido sus gastos el pasado año. 2 3-) En el país más del 41 por cien de los ciudadanos en edad laboral no trabajan. Esto hace falsear la estadística del empleo puesto que los “trabajadores desanimados” que han renunciado a buscar empleo desaparecen de los datos de las estadísticas. La consecuencia es que la “fuerza laboral” total de EE.UU. ha aumentado en solo 87000 personas, mientras que los que ya no forman parte de la fuerza laboral han disminuido en más de ocho millones. 4-) Hoy día uno de cada 4 empleados aporta a su familia un salario que se sitúa por debajo del nivel de pobreza fijado por las autoridades federales. 5-) Hoy día una cifra superior a 20 millones de ciudadanos gasta más de un 50 por cien de sus ingresos en gastos residenciales. Esto representa un incremento mayor de un 46 por cien desde2001. Las deudas hipotecarias son hoy cinco veces mayores que hace 20 años. 6-) Las deudas de los consumidores han aumentado en un mil setecientos por cien desde 1971. 7-) Aproximadamente 100 millones de ciudadanos son considerados pobres o cerca del nivel de la pobreza. 8-)El porciento de ciudadanos que son capaces de disfrutar de un retiro cuando alcanzan esa edad disminuye. 9-) El recurso a bonos estatales para adquirir alimentos aumenta y se sitúa en un46 por ciento en adultos, siendo superior a un 25 por cien para niños. A los datos reseñados se deben añadir una gran multitud de libros y artículos que nos ayudan a comprender las enormes diferencias comparativas entre los ingresos de los ciudadanos, no solo de EE.UU. sino también a nivel mundial. Entre estos destacamos el artículo del Profesor James Crotty accesible en la red , que consta de 42 páginas (www.peri.umass.edu. Working paper 251, titulado “The Great Austerity War) que describe el despiadado ataque sufrido en los EE.UU. por los muy modestos colectivos e individuos susceptibles de, directa o indirectamente, promover el “estado de bienestar” durante treinta años. El resultado de esta política ha conducido a elevar la diferencial de ingresos al nivel de los años 1920. A esta fuente debemos añadir el libro de Timothy Noha :”The Great Divergence” centrado igualmente en los EE.UU. y el reciente de L.P. Korzeniewicz y T.P. Moran “Unraveling Inequality” que extiende el análisis a muchos países del mundo considerándolos en muchos casos como una unidad. Estas tendencias no solo se derivan del juego de unos mercados “libres”, que han producido una competencia brutal, tanto interna como externa, entre los trabajadores asalariados y unos constantes aumentos de productividad en gran parte derivados de la intensificación laboral. A estos mecanismos económicos los acompañan acciones jurídicas destinadas a debilitar y deslegitimar lo que se conoce aquí como negociación colectiva. Estas tendencias encaminadas a reforzar el dominio de los privilegiados. De ello trata el libro de Thomas Byrne Edsall “The Age of Austerity” que trata de estimar las consecuencias que la “histeria del déficit” (como dice Krugman) y las políticas de austeridad provocarán en el ambiente político y social de los EE.U Multitud de hechos podría añadirse a los más arriba mencionados pero conviene subrayar el hecho, verdaderamente sorprendente, de que la esperanza de vida de los estadounidenses más pobres ha venido disminuyendo vertiginosamente, según señala A. Appia en el New York Times. 3 Todo lo anterior se inscribe en el ambiente de crisis sistémica que engloba a lo que ha dado en llamar “países avanzados” o “centro” del sistema. No es este el momento de resumir ni analizar las diferentes posiciones teóricas que se han desarrollado para interpretar la crisis actual. A las tesis descritas en un documento de mi autoría y publicado en “Rebelión” el día 3 de Diciembre del año 2010, bajo el título “De aquellos polvos proceden estos lodos” solo convendría añadir las del excelente libro de Andrew Kliman : “The Failure of Caqpitalist Production” publicada por Pluto Press este mismo año y que no pudo ser objeto de la atención que se merecería. Conviene desde ahora destacar que aunque muchas causas aran próximas y estaban interrelacionadas su origen fue geográficamente diverso, como lo fueron las modalidades de su transmisión. Como muy acertadamente nos dice, con parecidas palabras, el profesor brasileño J. Carlos de Assis : la “bacanal especulativa” iniciada en EE.UU. por el Greenspaniano , absurdo, e ineficaz estimulo financiero emigró hacia Europ. En nuestro continente, como ya se había comprobado en EE.UU. la salvación del sistema financiero exigió (para mantener incólume los intereses de los dueños del sistema) socorrer a las instituciones financieras a costa de aumentar la deuda de los estados para absorber sus deudas. En este momento conviene rememorar dos cosas: La primera es que la crisis actual se enmarca en un contexto más amplio en el tiempo, puesto que desde, por lo menos, el final de los años noventa del pasado siglo el dinamismo del sistema dio muestras de su agotamiento reflejadas en tasas decrecientes de crecimiento. Esta es una crisis dentro de una crisis. La segunda es que conviene recordar al gran economista Josef Steindl cuando ya en 1952 señalaba en su libro “Maturity and Stagnation in American Capitalism”, que las teorías económicas no pueden ser iguales para cada país, añadiendo que incluso para un mismo país puede, el paso del tiempo y sus contomitantes cambios, hacer invalidas las predicciones que sobre este país se realicen. Un ejemplo reciente nos viene dado por la política económica del presidente Clinton que a través de una reducción en los tipos de interés y el descenso en la cotización del dólar logró imprimir un estimulo a la economía y las exportaciones . Hoy día podemos pensar que, debido a la deslocalización de importantes sectores industriales en EE.UU. y a la desregulación que ha favorecido principalmente los intereses financieros y sus especulaciones podría ser muy inferior una elasticidad de las exportaciones dependiente de una reducción en su precio. Las teorizaciones de Steindl rebasan el ámbito económico y pueden extenderse a otros aspectos de la sociedad y de las ideologías o teorizaciones que promueven o tratan de justificar una política y los cambios propugnados desde el poder, muchas veces consentidas o aprobadas por la población. Uno de los temas, repetidos hasta la saciedad por los teóricos de la sociedad y de sus cambios, es la de que existe una creciente desvinculación entre un poder político y en general que radica en los ciudadanos o “pueblo” y ciertas estructuras sociales que definen la actuación de del estado y la economía, que operan siempre conjuntamente Esto se expresa a veces (como ha realizado recientemente Streeck en la New Left Review que titulaba su artículo: ”mercado contra votantes” ) como la dinámica del mercado, y de las oligarquías que la dirigen, contra la democracia, las estructuras representativas, y las necesidades de una sociedad en la que un deseo mayoritario no pueda ser acomodado por los mecanismos del mercado y su afán de beneficio privado. Esta desvinculación del poder político que idealmente debe de ser sancionador del esfuerzo de las inversiones de una sociedad y vehicula de los deseos y aspiraciones de la ciudadanía ya la había señalado hace décadas M. Kalecky en varios de sus libros, en los que nos alertaba sobre la “comodificación” mundial creciente del estado y la sociedad en su conjunto. Las fuerzas 4 contrapuestas señaladas son diferentes en cada sociedad y dependen en gran parte de viejas y complejas evoluciones históricas; una lucha electoral se inscribe por lo tanto en unas coordenadas muy amplias. El grado de conciencia de los electores y de su inscripción teórica e ideológica y la o las que se propugnan desde una (en general poco discrepante por ser aceptadora del sistema) cúspide económica, social, y estatal por ciertas minorías dirigentes que definen lo que sucede en cada país. Hoy los EE.UU. son el escenario que centra nuestra atención y temores. Los temas que suscita nuestro propósito son muy diversos y, con la finalidad de introducir un cierto orden, y aún conscientes de que todos están imbricados, trataremos de distinguir primeramente el contexto institucional en el que se desarrolla el juego político siguiendo con las diferencias de enfoque ideológico y político entre sus actores, diferenciando las tomas de posición de dirigentes y dirigidos. Trataremos de destacar las diferencias, objeto de debate o decisión, y finalmente trataremos de no tanto prever como de juzgar las posibles consecuencias de una u otra opción. El contexto institucional en el que se desarrollan las elecciones estadounidenses viene determinado por encuadrarse en una democracia representativa. Las críticas a la idea de representación se confunden desde su inicio con las ideas de su propia legitimidad y de la conferida a un estado por esta actividad. Miles de libros y artículos tratan de esto y por ello se hace necesario una mención muy resumida. Recordemos a Rousseau que ya afirmaba que cuando un pueblo se dota de representantes ya no es libre ni apenas puede decirse que goza de una verdadera existencia.. Desde este autor a Bakunin, Krotopkin, Malatesta , Renato Cristi o Luciano Canfora. La mayoría de las impugnaciones al sistema de la democracia representativa provienen de un ámbito izquierdista pero existen también opiniones que desde un conservadurismo explícito se le oponen; entre estas mencionaremos solo las de Carl Schmitt y Hayek que mantienen que la democracia parlamentaria constituye el mejor sistema para defender el capitalismo. Por supuesto la democracia tiene un valor subsidiario al del sistema capitalista y si es necesario se prescinde de la democracia para defender al sistema. Muchos impugnadores de la llamada “democracia” lo hacen porque, como Cristi señala, la consideran consustancial al sistema capitalista. Canfora mantiene en sus libros “La nature du pouvoir” y (en español) “Crítica de la retórica democrática” que resulta impropio llamar “democracia o sea poder del pueblo” a un sistema en que el voto se ha convertido en una mercancía. Uno de os aspectos más corruptos de sistema electoral estadounidense es la enorme importancia del poder económico sobre el aparente poder político del pueblo. Según una estimación actual del New York Times los gastos relacionados con la presente elección podrían llegar a alcanzar unos seis billones sajones o sea miles seis mil millones de dólares. Al poder del dinero y de sus “lobbies” debe añadirse el casi dominio total de los medios de información de masas sometidos igualmente al los poderes económicos y financieros de la publicidad. No es extraño por tanto que el conservadurismo de la derecha haga gala de este mecanismo que “adorna” el poder con el manipulado “consenso” que le otorga el “estado de derecho”. Los reciente libros de Martin Gilens “Affluence and Infuence” y el de Lawrence Lessing “How Money Corrupts Congress” abundan en estas consideraciones. Antes de pasar a un análisis de las influencias ideológicas del sistema y sus instituciones sobre la ciudadanía y los políticos profesionales conviene destacar una consideración del reinante neoliberalismo. En su aspecto social coincido con G.Dumenil y D. Levy cuando nos dice que la esencia del neoliberalismo no es consustancial a un conjunto de principios valores o una ideología 5 sino que su principal objetivo e impulso es la de sustentar un ordenamiento social destinado a mantener el poder y los ingresos de unas clases dominantes. A esta observación conviene añadir la interesante observación de Eduardo Colombo de que desde el punto de vista funcional el neoliberalismo aspira a imponer un estado cuyo ideal (un tanto digno de Saint Simon) sería la gobernación de la sociedad con una lógica de gestión empresarial. La mayoría de las críticas al neoliberalismo se han dirigido a un conjunto de opiniones, yo diría mejor mitos, que se han ido alejando de la realidad constituyéndose en lo que Marx llamaba una apologética destinada, a través de su publicitaria propaganda , a obtener un consenso de las mayorías explotadas y oprimidas del pueblo y a perpetuar un dominio clasista. El artículo fundamental del propuesto “credo” es el de la omnisciencia de un mítico mercado perfecto, exento por tanto de una posible interferencia de todo poder sea este monopolista especulativo o político. Este mercado lograría una óptima asignación de unos recursos que se supone escasos, alcanzando en breve plazo un equilibrio generador de crecimiento y de bienestar individual y colectivo. El mayor peligro para este “mercado” –competitivo y perfecto que nunca ha existido- es el de alguna interferencia que no le permite operar. Generalmente estas interferencias vienen generadas por las actuaciones políticas del estado. Conviene, por lo tanto, reducirlo a una mínima expresión (como Reagan y Thatcher afirmaban) ya que su interferencia es éticamente irresponsable y operativamente ineficaz. Su modus operandi debe limitarse a ser el garante de la propiedad privada (sin la que el “mercado” no puede operar) y a lograr el respeto e inviolabilidad de los acuerdos o contratos establecidos entre particulares recurriendo, si “desgraciadamente” fuese necesario, a una acción autoritaria y represiva. Varios muy conocidos y divulgados libros son un buen antídoto a estas opiniones ; el de John Cassidy “How Markets Fail”, el de Ian Fletcher ”Free Trade Doesn’t Work” y el de W. Funnel, R. Jupe, y J. Andrews “In Goverment We Trust ; Market Failure and the Delusions of Privatisation”. Como españoles sabemos bien si un partido no lleva a cabo ciertas promesas electorales ello se debe a estar confrontándose a un “estado de necesidad” que le obliga a emprender acciones moralmente “justificadas” y ajustadas a unos plazos de actuación legítimos, establecidos por una constitución que encarna un “estado de derecho”. Es notorio que la recurrente “alternancia” de partidos ideológicamente confluyentes está erosionando gravemente la eficacia del consenso y la confianza ciudadana en los mecanismos electorales. La emergencia de nuevos movimientos sociales, desde “ocupar Wall Street” hasta el 15 M son recientes síntomas de ello. En el credo ideológico neoliberal promueve una enorme multitud de de recetas y prejuicios en cuyo detalle no podemos entrar pero algunas son dignas de una somera mención, sea ésta un tanto aleatoria. En los EE. UU. Aparecen frecuentemente, sobre todo, en las declaraciones del partido republicano. Demos alguno ejemplos empezando por el efecto de desplazamiento o “cowding out effect” que se supone se produce porque al “eficaz” sector privado se le impide su actuación productiva al detraer el estado fondos (frecuentemente por la operación de los impuesto) que este sector destinaría a incrementar las inversiones, creando riqueza y crecimiento económico. Otro prejuicio inamovible es el de “equivalencia ricardiana” (de la Ricardo jamás habló) que nos rermite a la histérica alerta sobre el déficit fiscal, que en EE.UU. ya se califica de abismo o acantilado, desde el que podremos despeñarnos de modo egoísta e irresponsable endilgando a “nuestras” generaciones futuras el pago de unas infinitas deudas sobre las que no ejercían control alguno. Naturalmente las experiencias de los EE.UU. sobre lo ocurrido en los años siguientes a la guerra mundial (que hizo evaporarse un enorme déficit) se ocultan dando lugar a una curiosa amnesia, o como Obama diría 6 “Romnesia”. Casi todas estas recetas se pueden enmarcar en un esquema teórico-ideológico de “economía de la oferta”. Say no está lejos; si bajamos los costos, naturalmente de los salarios, permitiendo el crecimiento de un gran “ejército laboral de reserva” los frustrados “emprendedores” saltarán gozosamente ante las oportunidades. Si misteriosamente se abriese un corto a hipotético período de estancamiento Don Patinkin vendría a rescatarnos con su efecto de los “balances reales” revalorizados. En esta situación nos desenvolvemos a nivel mundial, guiados por un represivo pensamiento único. No nos extrañemos pues de que, como Colin Crouch, consideremos “extraña” la pervivencia del neoliberalismo, a lo menos como posible teorización de la realidad social ; realidad social que se basa en un poder clasista y agresivo que se mantenido incólume. Sería necesario que realizásemos, llegados a en este punto, algunas importantes observaciones y matizaciones sobre las múltiple teorías valores, e ideologías, que influyen sobre el pensamiento y la actuación social de la ciudadanía estadounidense. El tema es muy extenso y rebasa nuestros conocimientos, de modo que haremos solamente unos breves y actuales comentarios. Una advertencia se impone, antes de entrar en esta materia, sobre la que una mayoría de los analistas destacan la escasa distancia que separan, en ese país, las opiniones que un europeo calificaría como de izquierda o de derecha. Esto es hasta cierto punto exacto; pero conviene recordar un contexto histórico amplio. Tratamos de un una sociedad de la que, en cada año, conmemoramos los “mártires de Chicago”. Desde antes de aquel heroico y luctuoso acontecimiento las clases dirigentes de EE. UU. ejercen una presión constante y despiadada sobre las organizaciones e individuos que impugnan al sistema capitalista, proponiendo alguna estrategia rupturista. De las órdenes administrativas de expulsión de emigrantes, incómodos por sus ideas, hasta la actuación “macartista” del comité para la represión de actividades “anti-americanas” la represión no ha cejado un solo instante. El complejo militar-industrial se ha dotado de un aparato de propaganda que ejerce su influencia desde el reclutamiento en las universidades a la difusión de panfletos, libros y grupos políticos, aparentemente espontáneos como el “Tea Party”, que hoy sabemos existe gracias a una generosa financiación de las multinacionales , exterior a la aportada por sus miembros. La defensa irracional e intransigente del sistema se presenta bajo la máscara “patriótica” de un legítimo amor hacia la tierra su pueblo y su historia. Las disyuntivas dicotómicas entre dominantes-dominados o entre explotadores-explotados se desplazan hacia las variantes propugnadas por el nefasto filósofo Carl Schmitt amigo-enemigo que desemboca en éticamente bueno-malo. Ello permite potenciar la idea de peligro (sea este interior o exterior, causado por una agresiva y expansiva URSS, o los talibanes y terroristas de hoy o los perversos comunistas locales.) Ello conduce a la reciente y vertiginosa erosión de las libertades civiles. ¡Encomendemos al capitalista estado la sagrada misión de asegurar nuestra sobrevivencia! Llegados a este punto podemos preguntarnos sobre el grado en que la ideología de los dominantes ha sido admitida o incorporada por los dominados, es decir por la mayoría de los ciudadanos y de su posible flexibilidad ante las influencias. Una exigencia de ecuanimidad, sobre la que expreso mi discrepancia, me obliga a citar la devastadora opinión expresada por Thomas Frank en su libro “Pity the Billionary”: Un hecho histórico único, Frank sostiene, ha ocurrido durante los últimos años; una conversión masiva de los movimientos sociales estadounidenses hacia la teoría del libre mercado que se acentúa en los difíciles años de la crisis. Durante tres décadas anteriores a la crisis la política estadounidense fue invadida por la ideología del libre mercado, y la fe en los mercados –en particular de los mercados financieros- que deberían funcionar sin supervisión. La 7 crisis vino después, con el consecuente e inevitable estallido de la burbuja; pero lejos de solicitar un regreso a una supervisión más estricta el electorado piensa ahora que la crisis fue causada por un exceso de gobierno y de sus intervenciones. La consecuencia es que muchos votantes han desplazado a un apoyo hacia los políticos que proponen la intensificación de las políticas que preponderantemente han sido la causa de la crisis. El costoso rescate de los bancos fue iniciado por el anterior presidente Bush y perpetuada por Obama, excesivamente influenciado por Wall Street y Geithner, pero actualmente una mayoría de los votantes la resienten y la atribuyen a Obaba provocándoles un sentimiento de frustración pues: “álguien parece haberse salido con la suya sin pagar las consecuencias”. La respuesta ciudadana según Frank; -pero en mi opinión digna de la esquizofrenia política denunciada hace muchos años por Hofstadter- ha sido el admitir que la crisis ha sido causada por un exceso de supervisión estatal. Si Frank estuviese en la cierto Romney sería pronto Presidente y como dice T. B. Edsall , rememorando a Adam Smith: un “brutal “ futuro nos espera. Aunque mi conocimiento de EE.UU. deja mucho que desear, no creo en la flexibilidad ideológica que Frank sostiene, creo en una ciudadanía más consciente, favorable a una pequeña introducción de medidas próximas al “estado de bienestar” (que solo podrían realizarse plenamente en un segundo mandato) y consciente de los obstáculos a los que Obama y su administración debieron de enfrentar, por la intransigencia negativa de los republicanos y unas instituciones incorporando constitucionalmente un limitado equilibrio de poderes, contrapesos y frenos. Existen otras muchas importantes influencias ideológicas sobre los ciudadanos de EE.UU. .Entre estas debemos mencionar la de Ayn Rand una autonombrada “filosofa social” (ya fallecida), una megalómana que se estimaba al mismo nivel de Aristóteles. No es este el lugar de intentar siquiera una breve descripción de sus extremistas teorías que exaltan un individualista egoísmo desenfrenado, provocador de todo el progreso humano, que contiene una metafísica abstrusa y una farragosa doctrina de salvación. Sus libros ya han vendido en EE.UU.más de cien millones de ejemplares y los compran cada año entre quinientos y ochocientos mil lectores. El mencionado libro de Corey Robin practíca un certera, justa y despiadada autopsia de sus disparatadas tesis, que han tenido una gran influencia en importantes políticos como Greespan y el actual vicepresidencial candidato Ryan. Añado una europea nota de humildad cuando recordamos que no hace un siglo el nazismo sostenía la tesis de la superioridad de la raza aria y la necesidad de un espacio vital, el fascismo de Mussolini soñaba con una recreación del imperio romano , y en España se mencionaba un histriónico y esperpéntico “Imperio hacia Dios”. Es evidente que en las escasas horas que nos restan ante el resultado de las elecciones de EE.UU. no tenemos espacio ni tiempo para comentar la encuesta, debates, y motivaciones de los posibles votantes de cada partido que pueden corresponder, no solo a sus intereses reales sino también a motivaciones de orden emotiva e irracional. Deseamos entre tanto manifestar nuestro desacuerdo ante la repetida observación de que esta elección se ha perfilado a lo largo de coordenadas raciales. A mi personal modo de ver esta insistencia trata de ocultar en gran parte la necesidad de realizar un análisis clasista; ¿es acaso una determinada etnia o color de piel la causante de que sus componentes disfruten de salarios inferiores?; ¿no sería más adecuado a la realidad decir que esos grupos aspiran a una sociedad más justa no solo porque son objeto de discriminación racial sino que esta discriminación es muy conveniente para que los explotadores aumenten sus privilegios? En los debates se ha atendido más al carácter, prestancia y carisma irracional de los candidatos que la sustancia de los temas presentados, raramente denunciando su ocultación. El 8 francés Debord consideraría lo ocurrido un ejemplo más de la “sociedad del espectáculo”. En este momento Romney goza de las ventajas que le otorga una indefinición en sus vagas promesas de que de un modo misterioso (como el suponer que el déficit disminuirá gracias a que el “”haber” impuestos recaudados bajarán mientras el “debe” los gasto de la sociedad, sean en consumo o inversión, aumentaran); todo va a mejorar debido a que su ejemplo personal para llegar a multimillonario puede ser adoptado, gracias a el, por la sociedad en su conjunto siguiendo una mímesis misteriosa. Los chilenos votantes de Piñera siguieron un razonamiento semejante. La indefinición de las propuestas de Romney contrasta con el explicito y modesto programa de Obama ya divulgado en un panfletillo que cubre veintisiete propuestas concretas de política estatal – comentadas por el moderado keynesiano Krugman-que van desde una mayor atención al ambiente a una mayor imposición fiscal sobre los más ricos. Este último aspecto es el más fundamental, pero por falta de tiempo no podemos entrar en esto. Debemos siempre tener en cuenta que la realidad política estadounidense tiene, como el bifronte mítico semidiós Jano, dos aspectos, o apariencias; una, centrado en las acciones políticas hacia el propio país de las que nos hemos preferentemente ocupado y otras estrategias dirigidas a un exterior geopolítico en la que el consenso imperialista entre ambos partidos es casi imperceptible. De esto se derivan las coincidencias y las ocultaciones de los dos candidatos a lo largo de tercer mal llamado debate. No obstante podría ser cierto que la mayor proximidad de Romney al conjunto militar-industrial podría imprimir a su partido un sesgo más belicoso; aún en el improbable supuesto de su victoria y de la adopción de un keynesianismo de guerra, Destaquemos que esto ha sido silenciado desde el compartido burgués poder. Estimamos inútil, en estos momentos, ocuparnos de unas encuestas “in articulo mortis”, pero si conviene que nuestros sufridos lectores sepan que se celebran ocho cada día y que casi sistemáticamente algunas dan resultados favorable a Romney- que llega a empatar en la intención de los votante o triunfar (como las de Gallup, IBC, TIPP, o las del Washington Post) y otra más favorables a Obama y su partido. La incertidumbre se mantendrá probablemente hasta el último momento. En este momento (3 de Noviembre) opino que Obama tiene una ligera ventaja puesto que parece disponer ya de unos 237 seguros compromisarios contra uno 206 para Romney; este último tendría por lo tanto que captar una mayor proporción de los posibles votantes indecisos. Sea como sea lo que ocurra coincidimos con R. Dworkin que las pocas opciones estratégicas que se conocen de Romney - y añado de su asesor Hubbard- son obtusas e ineficaces. Su victoria representaría: “una catástrofe para la estabilidad económica y la escasa justicia imperante hoy en el mundo”. Firma: José Fernando Pérez Oya. (B.A. y M.A. por Oxford. Ex funcionario de Naciones Unidas. Su email es: jperezoya@mundo-r.com)


SOBRE LA CONSTITUCIÓN EUROPEA

Lo primero que conviene subrayar es que la mediática maquinaria oficial se ha volcado en una operación de mercadotecnia a favor de un “si” masivo. La información oficial ha estado muy sesgada y como señalaba recientemente José Vidal-Beneyto es difícil de obtenerla de modo completo, es además difusa y engañosa. Son muy pocos los autores, que como él y Aymerich en “Nosa Terra” hayan hecho un esfuerzo informativo serio. Se han utilizado mecanismos burdos, como escuchar a estrellas del fútbol o artistas de diferentes clases leer las declaraciones “constitucionales” mas aceptables, moralmente hablando, sobre derechos ciudadanos, paz, o igualdad de derechos de género, desde hace años ampliamente compartidas y efectivas. .
La segunda observación que conviene añadir es la de que se manifiesta una agresiva acritud, una demonización del adversario. El Sr. Ex ministro Fabius se ha visto calificado en Francia, con clerical lenguaje, de “apostata” y la Vicepresidenta del Gobierno de los Reinos de Las Españas parece indicar que, como el Sr. Bush antaño, un voto equivocado o de “no” sería favorecedor del terrorismo o la delincuencia, siendo así que los mecanismos de colaboración contra este tipo de actividades existen desde hace largo tiempo. De igual manera las garantías derivadas de las declaraciones de los Derechos Humanos existían refrendadas en cada País Miembro desde largo tiempo y había sido objeto de una declaración en Niza en el Diciembre de 2002. Los partidarios del “si” conocen bien el papel de señuelo de incautos a los que atrae, en su ignorancia, estos elementos ornamentales entre los que se encuentran unos “derechos sociales” casi totalmente vacíos de contenido y exclusivamente dependientes de los gobiernos de los Miembros.
La tercera gran impresión de lo discutido hasta el presente es que en la mayoría, pero no en la totalidad de los casos, los comentaristas del tema (constitucionalistas, politólogos sociólogos, pero con escasa participación de economistas) no tratan de condensar ni los elementos históricos que han llevado a la situación actual dentro del Continente que, en parte, inspira o condiciona la lógica de la Convención-Constitución ni la de los modelos socioeconómicos propuestos, prevalecientes o en su mayor parte derrotados. No es el caso de que tratemos de remontarnos a las influencias, en el periodo de entreguerras, de Briand o de Stresemann, pero si recordar que, desde su inicio, se plateo un ideal de “Estados Unidos de Europa” como un contrapeso a la creación de la URSS, con fuerte contenido anticomunista y la implícita idea de crear una sociedad que combinara cierta justicia social con el mantenimiento de la propiedad y de viejas valiosas libertades burguesas. Los contenidos reales planteados por los políticos comunitarios siguieron los avatares históricos y de clase que influían en su visión. Parece pues fuera de toda duda que la implosión del “sistema soviético” ha restado a sus promotores un ejemplo o legitimador ante una aparente y alternativa que ha dejado de existir. A una conciencia, por elemental que fuese, de esas influencias históricas sobre los modelos propuestos, informadores de una ideología o filosofía política que han recibido diversas denominaciones ( federalistas, funcionalistas, soberanistas, o intergubernamentales) se une una situación actual a nivel mundial y sistémico que contiene muchos elementos nuevos, confusos y mal elucidados. La lectura de la farragosa, confusa y contradictoria Convención propuesta, deriva en parte de la superposición mal integrada de diferentes visiones históricas, que difícilmente pueden coexistir. En este sentido, para un lector algo inocente, la Constitución o su proyecto, suscita la imagen de ser un texto en el que se entrecruzan diferentes proyectos incompatibles, como pueden ser las estrategias de “intensidad” (que llevarían a una supranacionalidad), con las de “extensión” que intentarían un crecimiento geográfico difícilmente compatible con una unión social y política de sociedades diferentes en desarrollo, condicionantes históricos o valores ciudadanos y éticos. Hoy por hoy lo que resalta como lo mas aparente tras su lectura parece ser un intento de reparto de competencias entre los políticos nacionales participantes, que aspiran a erigirse en un poder autónomo de promoción de intereses de clase y nacionales que coexistan con unos poderes ejecutivos reales y una legitimación parlamentaria para que sus proyectos puedan hallar una plasmación en políticas diferentes. La única virtud de la oferta propuesta a los incautos electores radica
en su vaguedad y relativa indefinición ya que si la relación de fuerzas en Europa se viese alterada la “Constitución” podría reinterpretarse de modo diferente y podría acomodar muchas propuesta de corte social que dieran al traste con el reaccionario neoliberalismo del actual Plan Barrosor. El elemento ideológico mas persistente parece el de combinar un objetivo de crecimiento económico con la vaga idea de un“mercado” que promueva una “competitividad” triunfadora a través de políticas de estabilidad monetaria y difusión técnica que de un modo esotérico y carismático promoverán. “Deo volente” el pleno empleo la prosperidad y la paz. Como los partidarios del “si” saben estos son ideales de fácil venta.

Antes de examinar muy superficialmente el confuso y revuelto contexto mundial actual debemos afirmar, un tanto dogmáticamente varios puntos.
1º- Existe una gran continuidad, (como entre otros afirma Zeller) en el contenido del Proyecto propuesto y los tratados anteriores. Básicamente el Tratado consiste en una refundición de los textos de Maastricht, París y Niza y las “rupturas” detectables, sobre todo por expertos juristas, son de orden formal. Ya en Laeken se había acordado la necesidad de fusionar en un solo texto simplificador todos lo Tratados de la UE y se había confiado la Presidencia a Giscard d’Estaign eminente economista neoliberal, ex Presidente de Francia otrora algo desacreditado por acertar donaciones de brillantes procedentes del Emperador Bokasa.

2º- Como corolario de lo anterior es evidente que un posible rechazo (que hoy parece algo probable en el caso de Francia, y el Reino Unido) no causaría ninguna catástrofe. Todo seguiría prácticamente funcionando igual. El confuso proyecto constitucional al que Delors ha llamado OPNI o sea Objeto Político No Identificado seguiría existiendo. Como dice el parlamentario francés y tratadista Duhamel incluso si la aprobamos no sabremos, cara al futuro, hacia que puerto nos lleva ese “extraño navío que llamaremos Constitución. No es cierto, por lo tanto, hablar como Borrel, con otros partidarios del “si” de que exista un peligro de que : “Europa embarranque”. Entre los muchos despropósitos que hemos tenido que oír se nos pide nuestro “si” para que Europa pueda existir. Esto es falso, la Europa actual, que es la Europa del capital global, con un pequeño presupuesto, con una acción exterior mediatizada por su sujeción a la OTAN y a los EE.UU. seguirá existiendo, incluso en el improbable supuesto de que ganase el “no”. Sus instituciones seguirán funcionando. Los electores no debemos de responder a la vaga pregunta metafísica, ontológica, y digna de Hamlet de si Europa debe de existir. Lo que tendríamos que decidir es :¿ Que Europa debe de existir?
El contexto mundial actual en el que vivimos es fundamental para juzgar a la Unión Europea y a los que se nos propone. He subrayado hasta la saciedad que en estos momentos vivimos en un mundo unilateral y hegemónico en el que el “Hegemón”, es decir EE.UU. no duda en utilizar el vector de poder que mas le favorece (el militar) para lograr la aquiescencia de sus aliados capitalistas y el dominio de los países pobres para seguir explotándolos y dominándolos con participación , o apoyo clasista de unos aliados ricos, globales de corte “internacionalista”, siguiendo la idea Kautskista de un neo-imperialismo globalizado. El interés clasista y nacionalista del Hegemón coincide con cierto agotamiento técnico y social inductor de un crecimiento global-capitalista más lento. y con profundos cambios institucionales el ordenamiento “nacional-global jerarquizado” del concierto (o desconcierto) de la gobernación mundial. Hoy no sabemos a ciencia cierta si una acción unilateral del Hegemón puede alcanzar un límite tal (posiblemente por factores económicos) que induzca a la creación de un equilibrio bélico de varios centros de poder. Lo que si ya parece claro es que la economía mundial se dirige a una mayor financierización de la economía que impulsa y favorece al “Hegemón”. Ni el sistema productivo mundial ni el sistema financiero ni el de acumulación funcionan hoy como hace treinta o cuarenta años, no sabemos exactamente adonde nos conduce un sistema nuevo de lento crecientemente total ( de aspecto neo-estancacionista) en el que el raquítico crecimiento del “pastel” global hace crecientemente inaceptable que las elites políticas en el poder implementen políticas de redistribución.. La subcontratación en los sistemas de producción hace que la persuasión publicitaria y el diseño sean factores de creación de valor fundamentales y que lo que se ha dado en llamar “economía de la información” adquiera una importancia fundamental. Considerando los cambios “sub specie aeternitatis” parecería que el capitalismo maduro, que prefiero llamar terminal, se aproxime al inicial capitalismo comercial, creador de valores de cambio inestables, virtuales, no susceptibles de conceder orientaciones productivas “ex ante”, que exijan, una creciente desigualdad y explotación, para lograr el establecimiento de un nuevo modelo social.
Las contradicciones de fondo en las que se encuentra nuestro Continente son, por lo tanto, universales y consecuencia de de la evolución del único sistema nacional-total jerarquizado hoy existente. El intento de fijación obsesiva y formalista que se nos ofrece hoy no deja de ser una estrategia hábil para que nuestros intereses y discusiones se centren en aspectos de menor, aunque no absolutamente insignificante, trascendencia. Una visión crítica de la mal llamada Constitución nos llevaría muchas páginas, así pues nos centraremos e pocos aspectos concretos.
El primero, subrayado por Bernard Cassen en el “Monde Diplomatique” de este mes, radica en la ocultación semántica sintomática que existe en un tratado (en su mayor parte excluido en su totalidad de la lectura o inspección de los ciudadanos) de palabras clave, que en su proliferación denotan una tácita filosofía, por ejemplo “banca” que aparece 176 veces, “mercado” ,88 veces, “comercio” 38 veces, “religión” y “religioso”, 13 veces etc. De mayor interés es el “deslizamiento” semántico en substituciones de términos como el anterior “derecho al trabajo” por el propuesto de“derecho a trabajar”. Aunque muchos lectores puedan resentir el corolario, ofensivo para su inteligencia, me atrevo a decir que la connotación del segundo es : “apartemos a los piqueteros molestos para dejar pasar a los competitivos ciudadanos esquiroles” mientras que el primero indicaba que la sociedad en su conjunto tenía la obligación de concederle una oportunidad de que se emplease a un individuo capacitado (posiblemente por la sociedad) deseoso de trabajar.
El segundo aspecto que surge en mi conciencia de refiere a una contradicción sistémica, que trasciende el ámbito geográfico de Europa, y se refiere a la “información” o sociedad de la información y comunicación con la que se nos martillea desde los medios de difusión de masas. Desde una famosa reunión en Lisboa se subraya, por parte de la UE, el hecho de que vivimos en una sociedad tecnificada en las que las tecnologías de la comunicación e información juegan un papel fundamental tanto por su repercusión en el crecimiento de la riqueza generada como de la productividad y se miraba en aquella reunión, con mal disimulada envidia, hacia en ejemplo de lo que después se conocería como burbuja estadounidense. El carácter esotérico de la jerga formalista que aquí evidencian los economistas burgueses, su consciente alejamiento de una posible comprensión por parte del pueblo llano para lograr su elevación social sacerdotal y privilegiada, en el seno de una sociedad crecientemente polarizada y desigual, sus cotidianos reflejos de corporativismo egoísta, son aspectos de una profesión de la que abomino y a la que pertenezco. La vieja y tan calumniada teoría de Marx de la contradicción existente entre medios y relaciones de producción es aquí palpable. Los economistas honrados nos recuerdan que la característica fundamental de la información y el conocimiento es que estos no son bienes fungibles ni excluyentes o como dicen los sajones son: “non-rivalrous”, no susceptibles de rivalidad. Cuando te cedo una receta de cocina (un saber) no me quedo sin el conocimiento para aplicarla, antes bien y al contrario, puedo beneficiarme de tus errores y mejoras. No sucede así en nuestro mundo ya que existe el sagrado derecho de propiedad sobre las patentes que permite que los poseedores las compren con exclusión del resto de la sociedad. Tanto ciertos economistas partidarios del sistema, como Arrow, como críticos como Williamson o Pereleman señalan esta realidad y sus contradicciones internas y sistémicas cuya consecuencia más notable es que, como consecuencia de su carácter apropiable, el que esfuerzo social en adquirir conocimiento (que es un bien social) es inferior al que sería deseable desde un punto de vista social. A los que tenemos cierta capacidad para recordar hechos nos ha parecido extremadamente cómico ver a Zapatero extasiado ante la imagen del gigantesco “Airbus” y la fiesta acompañada de globitos y música. Su compañero Solchaga se opuso al proyecto “Airbus” con criterios de tendero poco conocedor de los costos decrecientes derivados de las economías de escala y de otros factores tecnológicos, era más barato comprarle a sus amigos estadounidenses. La derrota de “Boeing” propiciada por cierto dirigismo francés que opera transversalmente entre la derecha y la izquierda y a la que se oponen los representantes de la socialdemócrata Alemania es hoy un hecho muy aleccionador. Otro hecho aleccionador relacionado con el sector industrial es su virtual desaparición real del Proyecto. Hace 14 años denunciaba el que escribe en “Analise Empresarial” (Nov. 1992) que según la filosofía económica de Maastricht los trabajadores deberían de adaptarse a las transformaciones industriales y alo cambios en los sistemas de producción. El caso era claro eran los hombres los que deberían adaptarse al sistema (suponemos que de derecho divino) de producción, y no a la inversa adaptar el sistema productivo a las necesidades de un ser humano, no de un robot.

Dentro de la gran operación de mercadotecnia para promover el “si” se nos da cuenta del impulso creciente de los poderes del Parlamento como son el nombramiento de un Presidente de la Comisión por más largo tiempo, poderes mayores en medio ambiente o emigración etc. La debilidad del Parlamento ha sido muy patente en el llamado caso Butiglione en el que se herido presentar como un gran triunfo democrático a la retirada de aquel arcaico, ridículo, homofobo, antifeminista personaje, sin lograr que Barroso se volviese a Portugal. Suponiendo, lo que se demuestra falso en su implícita filosofía y lenguaje, que la “Constitución” fuera solo un “marco” no nos faltan motivos para protestar ante un “marco” que permite al Plan Barroso cuyo título: Una sociedad para el crecimiento y el empleo” debería titularse: Plan para lograr una mayor sumisión de los trabajadores, aceptar el “Dumping social” de los salarios menores y derechos sociales menoscabados y una mejor integración con las iniciativas imperialistas que puedan surgir”. Una persona tan moderada como el presidente de los Socialistas Europeos Rasmussen no se aleja mucho de mi arrebatada opinión cuando lo acusa de “promover un orden del día neoconservador.
Sería muy largo el examinar como ciertas ideas de corte republicano y demócrata-burgués, adscritas a la idea de ciudadanía y ciudadano han sido colonizadas por una derecha hoy triunfante. Entre toda la catarata de publicaciones destaca el corto artículo del Sr. Iñigo Méndez de Vigo en el diario “El País” de 12 de Febrero del 2005. Este Sr. Diputado del PP en Estrasburgo, participante primero del “Grupo de Reflexión” de D’Estaign, posteriormente miembro del “Presidium” elaborador refleja en una breve pero jugosa entrevista su acuerdo con la filosofía de la “Dama de Hierro” (Thatcher) al insistir en que no existe una sociedad sino solamente individuos, ciudadanos. Es evidente que par Don Iñigo vivimos en un mundo maravilloso en el que predomina el sajón acrónimo TINA, o sea : “no existe alternativa”. En contra de la realidad se nos dice que Europa es “una unión de ciudadanos, no de Estados”. La utilidad de esta doctrina de libertarianismo a la Nozick es doble. Por un lado los verdaderos actores de la Europa Realmente existentes (Estados, diversos poderes fácticos ideológicos, económicos y sociales como las Empresas Multinacionales) se desvanecen en un maravilloso limbo y se afirma un sectarismo de individuos inermes y estos se ven atomizados ante poderosas instituciones. Por otro lado nos liberamos de los nefastos nacionalismos, sean estos del signo que sean (excluyentes o incluyentes, históricos, culturales, étnicos, racistas etc.) puesto que los derechos colectivos no existen. Legados a este punto solo podemos vitorear entusiástica mente a Don Iñigo. Nos hemos deshecho del derecho a la autodeterminación, los sindicatos etc. Etc. ¡Gracias a no sé bien que Dios que me entero, por Dn. Iñigo, de que Giscard no es masón ni siquiera masonazo!.
Contra todo esto luchemos, veamos con estoica serenidad los rigodones que bailan CC.OO, ,UGT, Chirac,Schröder, Blair (que no es euroescéptico), Hidalgo, Zapatero, las estrellas galácticas futboleras, los ex comunistas, los ex social demócratas, los ex casi todo. Votemos testimonialmente, como dijo un poeta: “sin esperanza pero con convencimiento”, contra todo esto, votemos: NO.
Vigo 16-2-2005 Firmado José F. Pérez Oya.
(El autor ha sido funcionario de Naciones Unidas de 1958 a 1989, Es economista por Oxford.)


NOTAS CONSTITUCIÓN EUROPEA

1º Impresiones generales:
Lo primero que conviene subrayar es que la mediática maquinaria oficial se ha volcado en una operación de mercadotecnia a favor de un “si” masivo. La información oficial ha estado muy sesgada y como señalaba recientemente José Vidal-Beneyto es difícil de obtenerla de modo completo, es además difusa y engañosa. Son muy pocos los autores, que como él y Aymerich en “Nosa Terra” hayan hecho un esfuerzo informativo serio. Se han utilizado mecanismos burdos, como escuchar a estrellas del fútbol o artistas de diferentes clases leer las declaraciones mas aceptables, moralmente hablando, sobre derechos ciudadanos, paz, o igualdad de derechos, ampliamente compartidas y abrumadoramente efectivas desde hace años.
La segunda observación que conviene añadir es la de una agresiva acritud, una demonización del adversario. El Sr. Ex ministro Fabius se ha visto calificado en Francia, con lenguaje clerical, de “apostata” y la Vicepresidenta del Gobierno de los Reinos de Las Españas parece indicar en ciertas declaraciones que, como el Sr. Bush antaño, un voto equivocado o de “no” sería favorecedor del terrorismo o la delincuencia, siendo así que los mecanismos de colaboración contra este tipo de actividades existen desde hace largo tiempo. De igual manera las garantías derivadas de las declaraciones de los Derechos Humanos existían refrendadas en cada Miembro desde largo tiempo y había sido objeto de una declaración en Niza en el Diciembre de 2002. Los partidarios del “si” conocen bien el papel de señuelo de incautos a los que atraen, en su ignorancia, estos elementos ornamentales entre los que se encuentran unos derechos sociales vacíos de contenido y solamente dependientes de los gobiernos de los Miembros.
La tercera gran impresión de lo discutido hasta el presente es que en la mayoría, pero no en la totalidad de los casos, los comentaristas del tema no tratan de condensar ni los elementos históricos que han llevado a la situación actual dentro del Continente que, en parte, inspira o condiciona la lógica de la Convención-Constitución ni la de los modelos sucesivos propuestos prevalecientes o derrotados. No es el caso de que tratemos de remontarnos a las influencias, en el periodo de entreguerras de Briand, Stresemann o el aristócrata Karloyi –Vari pero si recordar que desde su inicio se plateo un ideal de “Estados Unidos de Europa” como un contrapeso a la creación de la URSS, con fuerte contenido anticomunista y la implícita idea de crear una sociedad que combinara cierta justicia social con el mantenimiento de la propiedad y de viertas libertades burguesas. Los contenidos reales planteados por los políticos comunitarios siguieron los avatares históricos y de clase que influían en su visión. Parece pues fuera de toda duda que la implosión del sistema soviético ha restado a sus promotores un ejemplificador o legitimador ante una alternativa que ha dejado de existir. A una conciencia, por elemental que fuese, de esas influencias históricas sobre los modelos propuestos, informadores de una ideología o filosofía política que han recibido diversas denominaciones ( federalistas, funcionalistas, soberanistas, e intergubernamentales) se une una situación actual que contiene muchos elementos nuevos, confusos y mal elucidados. La lectura de la farragosa, confusa y contradictoria Convención propuesta, deriva en parte de la superposición mal integrada de diferentes y contrapuestas visiones históricas, que difícilmente pueden coexistir. En este sentido, para un lector algo inocente, la Constitución o su proyecto suscita la imagen de ser un texto en el que se entrecruzan diferentes proyectos incompatibles, como pueden ser las estrategias de “intensidad” (que llevarían a una supranacionalidad, con las de “extensión” que intentarían un crecimiento geográfico difícilmente compatible con una unión social y política de sociedades diferentes en desarrollo, historia y valores ciudadanos y éticos. Hoy por hoy lo que resalta como lo mas aparente tras su lectura parece ser un intento de reparto de competencias entre los políticos nacionales participantes, que aspiran a erigirse en un poder autónomo de promoción de intereses de clase y nacionales que coexistan con unos poderes ejecutivos reales y una legitimación parlamentaria para que sus proyectos puedan hallar una plasmación en políticas diferentes. La única virtud de la oferta propuesta a los incautos electores radica en su indefinición ya que si la relación de fuerzas en Europa se viese alterada la Constitución podría acomodar muchas propuesta de corte social que dieran al traste con el reaccionario neoliberalismo del actual Plan Barroso sobre cuyo análisis no podemos entrar. El elemento ideológico mas persistente parece el de combinar un objetivo de crecimiento económico con la vaga
idea de un“mercado” que promueva una competitividad triunfadora a través de políticas de estabilidad monetaria y difusión técnica que de un modo esotérico y carismático promoverán. “Deo volente” el pleno empleo la prosperidad y la paz, que son ideales de fácil venta.
Antes de examinar muy superficialmente el confuso y revuelto contexto mundial actual debemos afirmar, un tanto dogmáticamente varios puntos.
1º- Existe una gran continuidad, como entre otros afirma Zeller, en el contenido del Proyecto propuesto y los tratados anteriores. Existe una gran continuidad con Maastricht, París y Niza y las “rupturas” detectables, sobre todo por expertos juristas, son de orden formal. Ya en Laeken se había acordado la necesidad de fusionar en un solo texto simplificador todos lo Tratados de la UE y se había confiado la Presidencia a Giscard d’Estaign eminente economista neoliberal, ex Presidente de Francia y amigo de recibir donaciones de brillantes africanos, lo que parece ser determinó su no elección.
2º- Como corolario de lo anterior es evidente que un posible rechazo (que hoy parece mas probable en el caso de Francia, y el Reino Unido) no causaría ninguna catástrofe. Todo seguiría prácticamente funcionando igual. El confuso proyecto constitucional al que Delors ha llamado OPNI o sea Objeto Político No Identificado ( a no confundir con un OVNI) seguiría existiendo. Como dice el parlamentario francés y tratadista Duhamel incluso si la aprobamos no sabremos, cara al futuro, hacia que puerto nos lleva ese “extraño navío que llamaremos Constitución. No es cierto, por lo tanto, hablar como Borrel de que “Europa embarranque”.
El contexto mundial actual en el que vivimos es fundamental para juzgar a la Unión Europea y a los que se nos propone. He subrayado hasta la saciedad que en estos momentos vivimos en un mundo unilateral y hegemónico en el que el “Hegemón” es decir USA no duda en utilizar el vector de poder que mas le favorece (el militar) para lograr la aquiescencia de sus aliados capitalistas y el dominio de los países pobres para seguir explotándolos y dominándolos con participación, aquiescencia o participación de unos aliados globales de corte Kautskista. El interés clasista y nacionalista del Hegemón coincide con cierto agotamiento técnico y social inductor de un crecimiento global-capitalista más lento. y con profundos cambios institucionales el ordenamiento “nacional-global jerarquizado” del concierto (o desconcierto) de la gobernación mundial. Hoy no sabemos a ciencia cierta si una acción unilateral del Hegemon puede alcanzar un límite tal que induzca a la creación de un equilibrio bélico de varios centros de poder. Lo que si ya parece claro es que que la economía mundial se dirige a una mayor financierización de la economía que impulsa y favorece al “Hegemon”. Ni el sistema productivo mundial ni el sistema financiero ni el de acumulación funcionan hoy como hace treinta o cuarenta años, no sabemos exactamente adonde nos conduce un sistema nuevo lento crecientemente total en el que el raquítico crecimiento del “pastel” global hace crecientemente inaceptable que las políticas de reditribución sean implementadas desde el poder. La subcontratación en los sistemas de producción hace que la persuasión publicitaria y el diseño sean factores de creación de valor fundamentales y que lo que se da en llamar “economía de la información” adquiera una importancia fundamental. Considerando los cambios “sub specie eternitatis” parecería que el capitalismo maduro, que prefiero llamar terminal, se aproxime al inicial capitalismo comercial creador de valores de cambio inestables, virtuales, no susceptibles de conceder orientaciones productivas “ex ante”, que exijan, más que una creciente desigualdad y explotación, el establecimiento de un nuevo modelo social.
Las contradicciones de fondo en las que se encuentra nuestro Continente son, por lo tanto, universales y consecuencia de de la evolución del único sistema nacional-total jerarquizado hoy existente. El intento de fijación obsesiva y formalista que se nos ofrece hoy no deja de ser una estrategia hábil para que nuestros intereses y discusiones se centren en aspectos de menor, aunque no absolutamente insignificante, trascendencia. Una visión crítica de la mal llamada Constitución nos llevaría muchas páginas, así pues nos centraremos e pocos aspectos concretos.
El primero, subrayado por Bernard Cassen en el “Monde Diplomatique” de este mes, radica en la ocultación semántica sintomática que existe en un tratado (en su mayor parte excluido en su totalidad de la lectura o inspección de los ciudadanos) de palabras clave, que en su proliferación denotan una tácita filosofía, por ejemplo “banca” que aparece 176 veces, “mercado” ,88 veces, “comercio” 38 veces, “religión” y “religioso”, 13 veces etc. De mayor interés es el “deslizamiento” semántico en substituciones de términos como el anterior “derecho al trabajo” por el propuesto de“derecho a trabajar”. Aunque muchos lectores puedan resentir el corolario, ofensivo para su inteligencia, me atrevo a decir que la connotación del segundo es : “apartemos a los piqueteros molestos para dejar pasar a los competitivos ciudadanos esquiroles” mientras que el primero indicaba que la sociedad en su conjunto tenía la obligación de concederle una oportunidad de que se emplease a un individuo capacitado (posiblemente por la sociedad) deseoso de trabajar.
El segundo aspecto que surge en mi conciencia de refiere a una contradicción sistémica, que trasciende el ámbito geográfico de Europa, y se refiere a la “información” o sociedad de la información y comunicación con la que se nos martillea desde los medios de difusión de masas. Desde una famosa reunión en Lisboa se subraya, por parte de la UE, el hecho de que vivimos en una sociedad tecnificada en las que las tecnologías de la comunicación e información juegan un papel fundamental tanto por su repercusión en el crecimiento de la riqueza generada como de la productividad y se miraba en aquella reunión, con mal disimulada envidia, hacia en ejemplo de lo que después se conocería como burbuja estadounidense. El carácter esotérico de la jerga formalista que aquí evidencian los economistas burgueses, su consciente alejamiento de una posible comprensión por parte del pueblo llano para lograr su elevación social sacerdotal y privilegiada, en el seno de una sociedad crecientemente polarizada y desigual, sus cotidianos reflejos de corporativismo egoísta, son aspectos de una profesión de la que abomino y a la que pertenezco. La vieja y tan calumniada teoría de Marx de la contradicción existente entre medios y relaciones de producción es aquí palpable. Los economistas honrados nos recuerdan que la característica fundamental de la información y el conocimiento es que estos no son bienes fungibles ni excluyentes o como dicen los sajones son: “non-rivalrous”, no susceptibles de rivalidad. Cuando te cedo una receta de cocina (un saber) no me quedo sin el conocimiento para aplicarla, antes bien y al contrario, puedo beneficiarme de tus errores y mejoras. No sucede así en nuestro mundo ya que existe el sagrado derecho de propiedad sobre las patentes que permite que los poseedores las compren con exclusión del resto de la sociedad. Tanto ciertos economistas partidarios del sistema, como Arrow, como críticos como Williamson o Pereleman señalan esta realidad y sus contradicciones internas y sistémicas cuya consecuencia más notable es que, como consecuencia de su carácter apropiable, el que esfuerzo social en adquirir conocimiento (que es un bien social) es inferior al que sería deseable desde un punto de vista social. A los que tenemos cierta capacidad para recordar hechos nos ha parecido extremadamente cómico ver a Zapatero extasiado ante la imagen del gigantesco “Airbus” y la fiesta acompañada de globitos y música. Su compañero Solchaga se opuso al proyecto “Airbus” con criterios de tendero poco conocedor de los costos decrecientes derivados de las economías de escala y de otros factores tecnológicos, era más barato comprarle a sus amigos estadounidenses. La derrota de “Boeing” propiciada por cierto dirigismo francés que opera transversalmente entre la derecha y la izquierda y a la que se oponen los representantes de la socialdemócrata Alemania es hoy un hecho muy aleccionador. Otro hecho aleccionador relacionado con el sector industrial es su virtual desaparición real del Proyecto. Hace 14 años denunciaba el que escribe en “Analise Empresarial” (Nov. 1992) que según la filosofía económica de Maastricht los trabajadores deberían de adaptarse a las transformaciones industriales y alo cambios en los sistemas de producción. El caso era claro eran los hombres los que deberían adaptarse al sistema (suponemos que de derecho divino) de producción, y no a la inversa adaptar el sistema productivo a las necesidades de un ser humano, no de un robot.
Dentro de la gran operación de mercadotecnia para promover el “si” se nos da cuenta del impulso creciente de los poderes del Parlamento como son el nombramiento de un Presidente de la Comisión por más largo tiempo, poderes mayores en medio ambiente o emigración etc. La debilidad del Parlamento ha sido muy patente en el llamado caso Butiglione en el que se herido presentar como un gran triunfo democrático a la retirada de aquel arcaico, ridículo, homofobo, antifeminista personaje, sin lograr que Barroso se volviese a Portugal. Suponiendo, lo que se demuestra falso en su implícita filosofía y lenguaje, que la “Constitución” fuera solo un “marco” no nos faltan motivos para protestar ante un “marco” que permite al Plan Barroso cuyo título: Una sociedad para el crecimiento y el empleo” debería titularse: Plan para lograr una mayor sumisión de los trabajadores, aceptar el “Dumping social” de los salarios menores y derechos sociales menoscabados y una mejor integración con las iniciativas imperialistas que puedan surgir”. Una persona tan moderada como el presidente de los Socialistas Europeos Rasmussen no se aleja mucho de mi arrebatada opinión cuando lo acusa de “promover un orden del día neoconservador.
Sería muy largo el examinar como ciertas ideas de corte republicano y demócrata-burgués, adscritas a la idea de ciudadanía y ciudadano han sido colonizadas por una derecha hoy triunfante. Entre toda la catarata de publicaciones destaca el corto artículo del Sr. Iñigo Méndez de Vigo en el diario “El País” de 12 de Febrero del 2005. Este Sr. Diputado del PP en Estrasburgo, participante primero del “Grupo de Reflexión” de D’Estaign, posteriormente miembro del “Presidium” elaborador refleja en una breve pero jugosa entrevista su acuerdo con la filosofía de la “Dama de Hierro” (Thatcher) al insistir en que no existe una sociedad sino solamente individuos, ciudadanos. Es evidente que par Don Iñigo vivimos en un mundo maravilloso en el que predomina el sajón acrónimo TINA, o sea : “no existe alternativa”. En contra de la realidad se nos dice que Europa es “una unión de ciudadanos, no de Estados”. La utilidad de esta doctrina de libertarianismo a la Nozick es doble. Por un lado los verdaderos actores de la Europa Realmente existentes (Estados, diversos poderes fácticos ideológicos, económicos y sociales como las Empresas Multinacionales) se desvanecen en un maravilloso limbo y se afirma un sectarismo de individuos inermes y estos se ven atomizados ante poderosas instituciones. Por otro lado nos liberamos de los nefastos nacionalismos, sean estos del signo que sean (excluyentes o incluyentes, históricos, culturales, étnicos, racistas etc.) puesto que los derechos colectivos no existen. Legados a este punto solo podemos vitorear entusiástica mente a Don Iñigo. Nos hemos deshecho del derecho a la autodeterminación, los sindicatos etc. Etc. ¡Gracias a no sé bien que Dios que me entero de que Giscard no es masón ni masonazo!.
Contra todo esto luchemos, veamos con estoica serenidad los rigodones que bailan CC.OO, ,UGT, Chirac, Schröder, Blair (que no es euroescéptico), Hidalgo, Zapatero, las estrellas galácticas futboleras, los ex comunistas, los ex social demócratas, los ex casi todo. Votemos testimonialmente, como dijo un poeta: “sin esperanza pero con convencimiento”, contra todo esto, votemos: NO.
Vigo 16-2-2005 Firmado José F. Pérez Oya.
(El autor ha sido funcionario de Naciones Unidas de 1958 a 1989, Es economista por Oxford.)

Estamos ante un punto de inflexión en Francia

La elección del nuevo presidente de la República de Francia nos plantea una serie de interrogantes a los que naturalmente no se puede responder pero que incluso así nos invita, en esta hora temprana, a una pequeña y reflexiva enumeración. Nos parece evidente que conocemos suficientemente sus ideales políticos pero ignoramos el alcance de su apoyo parlamentario, que no podrá conocerse antes de las elecciones del próximo mes de Junio. Hasta entonces los elementos principales de sus intenciones nos serán dados por la elección de su equipo ministerial, su inmediata reunión con Angela Merkel, sus propuestas en la reuniones del 19 de este mes en el grupo del “G-20”, en el que se discutirá sobre la crisis económica mundial, y casi seguidamente del vigor de su decisión, múltiples veces repetida, de que Francia se retire, dentro del seno de la OTAN de una acción bélica en Afganistán tan disparatada como perdida.
A lo anterior debemos de añadir un elemento decisorio personal que rebasa los límites de su país puesto que sus criterios serán más eficaces, escuchados y seguidos si es capaz de servir de vehículo y portavoz a un creciente sentimiento de frustración entre la población europea ante la incapacidad y escasa legitimidad de unos poderes socio-económicos y políticos que no han sabido resolver los agudos problemas que nos oprimen. La posición intermedia de Francia- no tan fuerte como presumía hacerla Sarkozy pero nada despreciable o marginal- y el compartir, hasta cierto punto, los problemas que atenazan a muchos países como Italia, España, Portugal y otros sobre equilibrio presupuestario, dificultad de financiarse en los así llamados “mercados” de deuda soberana, las normas excesivamente rígidas- y revisables -de una Unión Europea dictadas por una hegemonía mercantilista germana, la influencia nefasta de una globalización neoliberal ; todo hace que Francia y sus posiciones y estrategia sean hoy fundamentales y rebasen un ámbito nacional. En un reciente artículo (New York Times, 3-5-1012) Paul Krugman señalaba que nos dominaba el poder de la plutocracia, estábamos paralizados política e ideológicamente, y nos desenvolvíamos en un mundo dominado por la perplejidad. Esperemos que la elección francesa sea el primer aldabonazo de un cambio.
Hemos tenido el placer de poder leer una reciente, aunque inconclusa, entrevista que le realizó a François Hollande el gran filósofo y sociólogo Edgar Morin. Esa entrevista nos ilustra sobre la filosofía política y social de Hollande. De esta deseamos destacar, de modo desordenado, algunos aspectos que nos parecen esenciales.
1º- Morin subraya la necesidad de lograr una integración armoniosa, que elimine sus elementos caducos, de las corrientes libertarias, socialistas y comunistas integrando las necesidades dictadas por una conciencia ecológica. Hollande se muestra de acuerdo añadiendo la necesidad de integrar a una acción colectiva las aspiraciones y elementos locales reforzando una acción democrática construida desde “abajo”. El elemento voluntario debe de estar siempre presente; el ser humano hace su propia historia incluso cuando debemos superar los obstáculos encontrados por mecanismos heterónomos derivados de mecanismos e instituciones elaborados por nosotros mismos, en una-nunca eterna- organización de la sociedad.
2º- Necesidad de cambiar la concepción de Europa que no se limita a ser un gran mercado. Contrariamente Europa debe ser un proyecto político por un futuro más justo y mejor cuyo atractivo fuese suficiente a que se sumasen a él grandes segmentos de la derecha. Hollande se declara muy fuertemente contra los elementos míticos y falsos del mercado sobre todo de su supuesto automatismo en lograr un crecimiento cuantitativo,
despreciando los elementos cualitativos o de bien común rousseauniano; destacando la necesidad de controlar los límites a la globalización. La mundialización no es una ley física ya que responde a intereses políticos y clasistas egoístas. La política debe fijarse el propósito de controlar las finanzas. Es consciente que los sectores financieros constituyen su: ”principal enemigo”. Desea ser un presidente “normal” y no inspirar miedo.
3º Durante su campaña Hollande anunció una larga serie de medidas concretas inspiradas por el deseo de reducir las diferencias sociales como la de limitar la diferencia de remuneraciones en las empresas entre trabajadores y ejecutivos a un máximo “ratio” de uno a veinte, lograr una imposición más elevada de las rentas familiares más elevadas (de más de un millón de euros) hasta una tasa marginal de 75%, congelar durante tres meses el precio de la gasolina y fueloil, crear 60000 puestos en la enseñanza y otras en las que no podemos detenernos.
En general las ideas políticas de Hollande han sido bien recibidas entre los comentaristas de las izquierdas europeas, mientras que ha recibido críticas acerbas desde la derecha, sobre todo la anglosajona. Entre estas podemos destacar la del semanario The Economist que considera que el alto nivel de la deuda pública francesa y la debilidad de su sector bancario no le permitirían alcanzar unos utópicos objetivos de mayor justicia social a los que se opondrían los mercados internacionales. Esta misma fuente suscita la posibilidad de que tratasen de superar estas dificultades mediante una respuesta “brutal” a los mercados. De ser “no peligroso” pasaría, como el Casio del “Julio Cesar” de Shakespeare, a ser alguien “peligroso”.
La última observación del Economist suscita el enorme tema de la posible introducción de medidas políticas proteccionistas que podrían conducir incluso a una salida del euro. No es este el lugar para entrar en este problema pero conviene señalar que desde hace muchos años muchos economistas piensan que la globalización ha tenido efectos muy nocivos llevando a excesos de competitividad y especialización entre países y a un aumento excesivo de la liquidez y reservar internacionales. En mi pupitre veo a mano los libros de Ha-Joon-Chang, Halimi, Sapir y otros, titulado en francés “El proteccionismo y sus enemigos”; otros como el libro de Tricornot “El proteccionismo inevitable” ha sido un éxito de ventas. Algunos economistas críticos volvemos a leer a Keynes o a Jagdish Saigal y recordamos que A. Montebourg, que escribió “Votar por la desmundialización” ,resultó tercero en las “primarias” en las que venció Hollande. La discusión sobre estos temas alcanza países anglosajones y como ejemplo tenemos a R. Stuart que nos habla en su libro de un “proteccionismo amistoso”. Dejemos esto para un próximo futuro.
Firma José Fernando Pérez Oya ( Economista B.A- y M.A. por Oxford ,exfuncionario economista experto en la Comisión Económica para Europa de Naciones Unidas)
Vigo 6 de Mayo de 2012.

Consideraciones en torno a la posición de Alemania en Europa

(Complejidad, articulación institucional, historia, ideología, y horizontes de poder regional)
Es evidente que un análisis que tratase de elucidar la influencia que juegan en Europa los factores socio-políticos, históricos, ideológicos e intencionales configurando una acción convergente de diferentes intencionalidades encarnadas en actores sociales diferentes -incluso a veces enfrentados y frecuentemente no conscientes del posible resultado de sus acciones- no puede ser enfrentada más que por grandes y futuros historiadores. Sirva lo anterior para excusarme de la responsabilidad que me atañe por la insuficiencia, ignorancia y superficialidad de lo que sigue.
Hace tiempo me impresionó positivamente la lectura de un estudio de H. Hein, T. Niechoj y otros sobre la esencia del capitalismo actual , guiado por el sector financiero, su funcionamiento en diferentes países, y de su impacto ideológico y de influencia en las decisiones en las instancias del poder socio-económico. Señalas los autores que el sector de elaboración de esquemas de la realidad desde el mundo de la educación y académico en Alemania ha olvidado, preterido o concedido poca importancia a los problemas macroeconómicos de la economía real enfrentados por Keynes. Como resultado las corrientes económicas críticas, centradas en una posible debilidad estructural de la demanda, han quedado silenciadas y los enfoques teóricos de la economía de la oferta y la exaltación casi religiosa de esta, del mercado, y la productividad han dominado hace largo tiempo. Debemos de reconocer que esta influencia ideológica nos ha causado cierta sorpresa ya que un mecanismo de keynesianismo bélico-bastardo de recuperación económica jugó un papel preponderante en los años del nazismo triunfante y de su política de “mendigar al vecino” plasmada en contratos comerciales depredadores de su entorno. La derrota bélica motivada por un imperialismo megalómano es posible que haya tenido una influencia importante en el olvido post bélico de las elaboraciones keynesianas.
Es evidente que la ponderación real de las estructuras económicas, no siempre decantadas desde factores teórico-ideológicos, es de una superior importancia. Coincido con D. Coates en que la influencia desde las estructuras socio-económicas inspiradas en el corporativismo. Añado a lo anterior que la experiencia social, traumática e irracionalmente vengativa (como Keynes argumentara contra Churchill) de la devastadora superinflación (en el periodo que siguió a la primera guerra mundial de 1914-18) juega aun hoy día un papel considerable. Aunque las políticas globalizadoras han perfilado una confluencia entre los grandes actores económicos del globalizado sistema capitalista es claro que la articulación del sector financiero y la llamada “economía real” es en Alemania muy diferente a los países anglosajones.
En el actual contexto internacional parece claro que estamos asistiendo a una creciente imbricación del poder político, financiero y de las grandes empresas a nivel mundial. La esperanza de que el poder presidencial en Estados Unidos pudiese introducir reformas de estímulo keynesiano se ha visto totalmente frustrada, en gran parte por una capitulación innecesaria. El supersticioso miedo a un déficit público y entusiasta adopción de medidas basadas en “el mito de la competencia” ha sido denunciado desde posiciones críticas moderadas con es el típico ejemplo de Krugman. Pero se ha sabido utilizar, desde unos dominados y manipulados medios de difusión de masas, este y otros temores fantasmales para lograr la resignada sumisión de las “democráticas” mayorías. La prevalencia de las medidas económicas de tipo deflacionista que opino redundará en la continuación de políticas redistributivas nefastas para el ingreso y empleo de los más desfavorecidos, prolongando en el caso de muchos países del centro tendencias que ya duran décadas.
Las últimas noticias económicas reflejan bien esta confusión y deseo de que todo permanezca igual; el Fondo Monetario Internacional nos advierte de que el alto nivel europeo del endeudamiento puede hacer peligrar y demorar una posible recuperación. Otro ejemplo nos viene dado por la Comisión encargada en EE.UU. de publicar un informe sobre medidas para evitar una repetición de lo ocurrido en la crisis. Esta instancia emite un farragoso informe que consiste, en palabras de F. Portnoy (en el New York Times) en una confusa ensalada, contradictoria y confusa, incapaz de señalar causas profundas de lo ocurrido, insistiendo en la “moralina” de que con una mayor honestidad, capacidad supervisora y decisión podría haberse evitado todo. Finalmente, y no deseando multiplicar los ejemplos, muchos observadores participantes en el foro de  Davos subrayan que el hegemónico poder de Alemania en la U.E. no ha elaborado, aparte de retóricas declaraciones, una clara estrategia de defensa del Euro, que evidentemente necesitaría la integración de la Europa monetaria y monetarista actual con una efectiva política de coordinación e integración fiscal.
Debemos al hoy gran filántropo y previo gran especulador Soros el haber señalado que el hoy asentado triunfo de las posiciones restrictivas y recesionistas de Alemania tuvieron su punto de inflexión, ya hace más de medio año, en la reunión del G-20 en Toronto en cuya reunión se corto tajantemente con cualquier veleidad de una estrategia económica keynesiana basada en la oferta.
Es muy aventurado el señalar, en complejo contexto global actual, cuales han sido los elementos que propiciaron esta posición pero es evidente que el interés de clase del capitalismo globalizado considera más fundamental (como se ve en las obras de Turner) la perpetuación el poder clasista a largo plazo y que antepone este elemento a un posible deseo de fomentar, a corto plazo, un nuevo impulso de acumulación y crecimiento. Vivimos un momento en el que los diferentes vectores de un poder nacional y sistémico (militar, económico, político, cultural, o técnico) cambian vertiginosamente. El poder unipolar del viejo hegemón (los EE.UUs) se ha mantenido notoriamente desequilibrado y casi exclusivamente en el terreno militar, mientras otros centros han surgido nuevos actores internacionales. El esquema de Beaud de una pirámide jerarquizada y única de un poder nacional-sistémico total se halla erosionado, e ignoramos si asistiremos a nuevas configuraciones regionales de múltiples poderes piramidales competitivos entre sí o limitados geográficamente.
Conviene, en este punto, señalar la influencia de factores estructurales e históricos que posiblemente juegan hoy un papel nada despreciable. Entre muchos destacaríamos el contraste entre las estructuras económicas del capitalismo alemán y las .del modelo
anglosajón. Las políticas anglosajonas, neoconservadoras y neoliberales de desregulación, deslocalización, y sostenida redistribución sesgada de la riqueza nacional han favorecido la hipertrofia del sector financiero y la contracción de los sectores manufactureros y de la economía real. En agudo contraste las políticas germánicas han defendido la perpetuación de un sector productivo amplio, eficaz y muy especializado. El estallido de la burbuja financiera debería, si aceptamos esta teorización, ser más negativas para el modelo anglosajón. Las políticas neo-corporativistas y mercantilistas propugnadas por el poder político-económico germánico y su corolario de “mendigar al vecino” (de triste recuerdo por lo acaecido en el periodo de entreguerras) aparecería de esta modo influenciado aunque no totalmente determinado por estos factores.
La posición de las economías periféricas de la Europa Unida aparece muy condicionada por su situación, subordinada a una estrategia económica dictada, en última instancia, por Alemania. Esta potencia ha tratado de enquistarla y extenderla institucional y jurídicamente, llegando a exigir su perpetuación cristalizada constitucionalmente. Muchas veces he señalado la conveniencia e incluso necesidad de que estos países se desvinculen de la férrea férula de permanencia en una insolidaria Unión, proponiendo incluso la salida del euro. Una posible opción de ruptura parece, en este momento irreal, dada la debilidad de una posible izquierda federalista y de su incapacidad de conseguir la formación de una dinámica y extensa base social de apoyo. No obstante una prolongación del doloroso marasmo actual podría, como sucedió en Latinoamérica, hacer cambiar la situación de modo imprevisible.
La estrategia político-económica germana nos permite señalar las contradicciones aparentes entre intereses a corto y largo plazo centrados en diferentes, pero próximos actores, basados frecuentemente en valoraciones de prestigio o influencia nacional o en la consolidación de factores estructurales más duraderas. Parece lógico pensar que una política regional de mayor ayuda a la demanda y el consumo favorecería, a corto plazo a los sectores germánicos exportadores. No obstante lo anterior la imposición de una estrategia deflacionista y austera podría producir no solo un menor dinamismo de las exportaciones a corto plazo si no también a una desertificación de amplios sectores productivos (pero menos competitivos) que consolidaría una segunda etapa de hegemonía nacional y regional. Una mención de la permanencia y análisis de nuevas formas de poder imperial lo considero honesto y necesario, pero fuera de nuestro limitado alcance.
Firma: José Fernando Pérez Oya. (B.A.-M.A. por la Universidad de Oxford).
(Economista- Miembro del Secretariado de Naciones Unidas para el análisis de la economía y sociedad de los países miembros en la CEPA y CEPALC)

DE AQUELLOS POLVOS PROCEDEN ESTOS LODOS

Permítase a un viejo y rebelde economista un pequeño ejercicio de narcisista nostalgia, recordando ciertas declaraciones públicas, hoy olvidadas, y que en su época encontraron un eco muy limitado. Para tratar de guiar a mis sufridos lectores deseo hacer unas breves e impertinentes declaraciones sobre la situación actual de la mal llamada “ciencia económica”, aderezadas con algunas citas y de advertencias admonitorias realizadas por el que escribe y por otros socio-economistas  críticos que asumieron sin piedad alguna el  papel de Casandras.
Escribía yo en el año 2004, en gallego y en  un artículo titulado “Economía y sociedad en la mundialización armada” (Analise Empresarial, Xaneiro-Abril), que “la llamada ciencia económica oficial se encuentra en un  cómodo callejón sin salida de abstracción formalista y matemática alejada de la realidad”. Otros economistas coincidían básicamente con mi opinión y recientemente (Hedgehog Review , Summer 2010) hemos leído de la erudita y recocida pluma de Philip Mirowsky en un artículo que podría traducirse como “ La humillante vergüenza de los economistas”, que ha sido patente ”la incapacidad de los economistas ortodoxos o de la corriente dominante, hoy día en el poder, de prever la gravedad y extensión de la crisis que sufrimos.”

              Mirowsky cita en su escrito la opinión de Keynes que en su libro  The General theory of “Employment Interest and  Money (1936) señalaba que el fracaso de los economistas en reconocer que sus teorías no se correspondían con los hechos observados y su actitud impertérrita ante esto correspondía a que asumían una disfunción social ideológica. Su funcionalidad consistía en ser justificadora de que “mucha injusticia social y evidente crueldad constituían un incidente dentro de una estrategia de progreso”. Sus “autorizadas opiniones” coincidían en que cualquier intento de oponerse a esta realidad sería más dañino que pertinente. Esta  irrealista y despiadada actitud de los “economistas oficiales” coincide lógicamente con un interés en suprimir cualquier opinión contradictoria pues como ya había señalado J. K. Galbraith ( Thought and Action; fall , 2009) ellos se han constituido en una especie de Politburó que define lo que es un pensamiento económico correcto.  Aunque no mencionado por Mirowsky,  Karl Marx había escrito (cito libremente) :  “La naturaleza específica del objeto del que trata la economía política engloba, dispuestas a lanzarse al campo de batalla, las pasiones más violentas mezquinas y odiosas que alberga el corazón humano; las Furias desbocadas del interés privado”.  Las investigaciones libres y científicas siempre  encuentran  , ayer como hoy, obstáculos en este campo. Es por ello por lo que los economistas o sociólogos no incorporados a los mecanismos del poder social constituimos una casi ínfima minoría.

Excursus  sobre opiniones y fuentes teóricas  acerca de la crisis.
Ello viene a cuento para tomar una cierta distancia de las opiniones de Mirowsky, que no trata del esfuerzo realizado por muchos científicos sociales críticos para tratar de la actual crisis. Éstos se reclutaron mayoritariamente en el campo marxista -aunque existen discrepancias dentro de éste en diferentes tomas de posición- y, subsidiariamente, entre los  keynesianos seguidores de Minsky, institucionalistas, y socio-economistas. Los estudiosos del caso pueden recurrir para más información a mi e-mail, aquí incluido, pero es necesario que mencionemos revistas como  Historical  Materialism, Review of Radical Political Economy, Science and Society, Actuel Marx (en francés), Monthly Review, Rethinking Marxism, y los “blogs” Economic perspectives from  Kansas City el del Levy Economic Institute and Bard College,etc. Entre los libros afines a las tendencias antes señaladas destacanThe Credit Crunch  y  No Way to Run the Economy, de Turner y el de Robert B. Reich “Aftershock” que incide como los de Turner en tendencias distributivas. el  más recomendable resulta ser el último del eminente marxista D. Harvey, The Enigma of Capital; el de M. Roberts, The Great Recession; el de M. E. G. Smith, Global Capitalism in Crisis; , el de A. Kliman,The Persistent Fall in Profitability underlying the Current Crisis. Entre los más recientes en ingles señalaremos el de C.Harman: Zombie Capitalism y de A. Callinicos: Bonfire of Illusions.
Varios autores han publicado en francés e inglés como en los libros de  G. D. Dumenil y D. Levy (particularmente los titulados Crisis et Renouveau du Capitalisme y The Crisis of Neoliberalism ). Entre otros encontramosel de Johsua, La grande crise du XXIe siecle; el muy útil de  E. Mandel :La crise 1974-1978, en este libro( de 1978) se alertaba del peligro evidente de :la socialización de las pérdidas ;,el de F. Lordon: La crise de trop; el de Liem-  Hoang Ngoc :Sous la crise, la repartition des revenues; el de H. Husson, J. Johssua, E. Tousaint  y Zerbato, Crises structurelles el financieres du Capitalisme, de E. Toussaint y Millet: La crise, quelles crises (traducido al español) ; los trabajos de ATTAC, el de A. Lebowitz, The Socialist Alternative; el publicado por varios autores, lógicamente en francés, por “Actuel Marx”,Crises Révoltes Resignations; el algo antiguo (de 1987) pero imprescindible de P.S. Sweezy y H. Magdoff, Stagnation and the Finantial Explosion; la recopilación y comentario de textos de Karl Marx realizada por D. Bensaïd; el publicado recientemente por el Socialist  Register, editado por L. Panitch y otros, The Crisis This Time ; y posiblemente otros que he olvidado.
Pido disculpas por esta larga retahíla a mis lectores pero la justifico por la necesidad que sufrimos en España, debido a la exclusión de la práctica totalidad de estas fuentes. Estas reflexiones son culpablemente omitidas por nuestros manipulados medios de información de masas, y la escasa información prevaleciente en nuestras instituciones educativas dominadas por un pensamiento único importado básicamente de los E.E. U.U. de América.  Recuerdo, en este contexto, una reciente conferencia en la que Steiner lamentaba la exclusión del marxismo de los curricula de nuestras universidades, que se asemejaría a excluir la aportación de Freud en una escuela de psicología.
En este momento, debo subrayar que los economistas críticos que vienen desde hace tiempo preocupándose por el problema de las crisis cíclicas del capitalismo reinante, y de la bajada en el ritmo de crecimiento económico sufrido desde el fin de la década de los años 70 por los países más avanzados, gozan de una ventaja decisiva sobre los economistas burgueses sorprendidos por el estallido de la crisis. Un ejemplo viene dado por el libro, previamente mencionado de M. Husson, J. Johsua y otros (publicada hace 9 años) y de una enorme multiplicidad de artículos publicados en las revistas antes citadas. Los economistas inspirados por el marxismo tratan de encontrar mecanismos inmanentes derivados del “modus operandi” del sistema por lo que aceptan con facilidad que atravesamos una crisis sistémica, mientras que otras escuelas se centran en disfunciones sistémicas parciales, en factores morales, o en elementos de psicología.
La vaguedad y superficialidad de estos enfoques, alejados de cualquier inspiración marxista, nos parece patente en trabajos como los de G.A. Akerlof (Animal Spirits), J. Stiglitz (Freefall), J.Cassidy (How Markets Fail), E. R. Sorkin (Too big to fail), J. Authers (The fearful Rise of Markets) y P. Krugman (The return of Depression Economics, y sus muy difundidos artículos de prensa). El esencialismo de los trabajos influidos por el marxismo, confiere a estos un evidente pesimismo en cuanto a la posible reparación de un sistema, que para lograr su superación debería sustentarse en un cambio social radical. Esta necesaria y radical ruptura parece, en estos momentos, seguir buscando un perdido “sujeto histórico” y  nuevas formas organizativas adecuadas. En contraposición con este las  propuestas de inspiración más acorde con la corriente dominante principal inciden en defectos parciales del sistema que deben y pueden remediarse, como ya hace tiempo (2008) predicaba R. J. Shiller en “ The Subprime Solution”.
La base ideológica  que sustenta el poder socio-económico efectivo experimenta cambios para adaptarse a una mejor defensa y justificación del status quo. Hoy parecen bastante desacreditadas las teorizaciones de Barro, Sargent, Lucas, Sala i Martin y tantos otros “gurús” que campaban entre las expectativas racionales, la omnipotencia del mercado, la incapacidad del Estado como elemento equilibrador o de estímulo etc. Pero su poder social resiste incólume a los embates de un renovado “keynesianismo bastardo”, no redistributivo, rescatador del sector financiero y de los obesos bancos (muy bien descrito en el libro de Lynn Turgeon).
Hace ya cierto tiempo (Mayo-Agosto 1997) escribí un artículo en Analise cuyo título es ilustrativo de mi posición (Consideraciones sobre la  Gran Misa de Requiem oficiada por los sacerdotes de la “Eurocrácia”). La vieja tesis de Keynes de lograr la eutanasia del rentista ha quedada suplantada por la contraria: rescatemos al sector financiero, origen de la crisis. El mítico mercado sigue siendo el depositario de un desigual y jerarquizado poder de clase que en él se encarna. Un ejemplo nos viene dado por las conclusiones del grupo de los países del G-20 en Toronto de Junio del 2010 en las que se afirmaba, en el momento más álgido de la crisis, la necesidad imperiosa y la  adecuada opción de apoyar los mecanismos del “mercado libre” para resolver la crisis. Mirowsky ironiza sobre las tesis de “gurús” como J. Crochane (del “Think Tank” Cato Institute) cuando en igual época insistía en la mítica y mil veces refutada tesis de la “equivalencia de Ricardo” según la cual los gastos gubernamentales no tienen la menor repercusión sobre la economía. La economía afirmaba “puede recuperarse rápidamente de la escasez de crédito (credit crunch) si no interferimos en ella”.
La filosofía del poder económico sigue los dictados de una “economía de la oferta” a la que lo único que le interesa reducir los costos laborales (lográndolo naturalmente por una reducción de los salarios reales) para de ese modo restituir el crecimiento de los beneficios y el dinamismo del sistema.  Las tesis elementales de Díaz Ferrán de trabajar más y cobrar menos se aproximan peligrosamente a las viejas y sofisticadas tesis de Don Patinkin cuando nos hablaba del efecto de los “balances reales” que al revalorizarse lograrían un nuevo crecimiento del sistema. El delirante crecimiento de la liquidez del sistema (según el Banco de Balances Internacionales de Basilea 4000 “billones” ( sajones, o sea 4000 millones decimales) de transacciones cada día, o sea 60 veces el comercio de bienes y servicios) de la que P. Artus trata en su libro: La liquidité inconturnable, y A. Nevetaiulova: Finantial Alchemy in Crisis, no impiden a estos nuevos “gurús” seguir sustentando las tesis  de una “economía de la oferta” favorecedora de nuevo de una redistribución del ingreso global a favor de los ricos, que ellos mismos  reconocen son iniciadores y principales causantes de la crisis. La tesis contraria, marxista, de una contracción en el tipo de beneficio a largo plazo nunca viene mencionada.
El último episodio del histérico abandono de las políticas keynesianas de sustentación de la demanda agregada a través de los déficits fiscales responde a estas obstinadas políticas clasistas. En un momento surgió la esperanza, entre los supuestos salvadores y reparadores del sistema, de que el Presidente Obama podía sustentar una política keynesiana; esta esperanza se ha visto frustrada por la determinada actuación de todas las fuerzas sociales (económicas, jurídicas, parlamentarias y de difusión ideológica) que movilizaron los llamados “halcones del déficit”. Como ha señalado el gran especulador y hoy filántropo Soros, en Toronto (reunión de Junio de 2010) las ideas (monetaristas y neo-mercantilistas) de Merkel han prevalecido sobre las de Obama. Como todos sabemos la administración estadounidense ha estado infiltrada por personas favorables a los intereses de Wall Sreet. En este mismo texto (accesible en su “blog”) Soros nos dice que “los responsables políticos del mundo tienen que aprender a dirigir los mercados si no quieren secundarlos” y señala que Alemania (es decir el gobierno alemán) ”determina las políticas fiscales y monetarias de la Zona Euro”. Estas últimas citas nos conducen lógicamente a ciertos textos propios sobre opciones de política en España que me atrevo a citar a pesar de cierto inelegante sesgo “pro domo” que contienen.
Entrada de España en el tratado de Maastricht.
Mi artículo de “Analise Empresarial” Nº 79 (Septiembre-Diciembre de 1992) se iniciaba lamentando que en España éramos testigos de la “ausencia de un autentico debate público- que se manifestaba en una rotunda negativa desde el gobierno y la oposición sobre la oportunidad de consultar al pueblo- así como también en la actitud muy sesgada de los medios de comunicación que, en general, apoyaban la adhesión”. Al déficit democrático externo, manifestado en el alejamiento del  la Unión Europea entre los organismos responsables de las políticas monetarias y las instancias decisivas de poder popular ( electoralmente refrendadas y legitimadas electoralmente) que sustentaba la mayoría de sus miembros, se unía la actitud despectiva y arrogante de nuestro supuestamente democrático gobierno que parecía aconsejable no contar con que el indocto pueblo se manifestase. Los temas enfocados rebasaban los cortos intelectuales alcances de la ciudadanía lo que podía conducir: “ en opinión del Sr. Elorza a rebajar el nivel del debate, como había sucedido en Fancia”.
En el texto se criticaban acerbamente varios aspectos del futuro tratado entre ellos podemos señalar:
1º-La desvinculación de las políticas monetarias de de una común fiscalidad.
2º- La relegación de las políticas sociales a un nivel subsidiario.
3º- La cesión de la soberanía sobre aspectos tan fundamentales como el tipo de cambio, que establecía como único mecanismo de ajuste, ante un desequilibrio externo, la manipulación de los salarios reales. Esto situaría políticamente al país en  una situación  subalterna o de  convertirse en un satélite.
4º- Estrechamente relacionado con el anterior el temor de verse abocado a la introducción de políticas monetaristas y conservadoras puesto que: las instituciones monetarias previstas en el Tratado están calcadas del “Bundesbank”. Aparentado a lo anterior concurría con B. Cassen (del Monde Diplomatique) en que el Tratado podía convertirse en una forma de chivo expiatorio al presentar ciertos impopulares ajustes como impuestos desde el exterior.
5º- Una denuncia a la gran coartada al presentar el Tratado como algo necesario, indivisible e indeformable siendo el caso que  como demuestra el ejemplo del Reino Unido y de sus varios “opting out” o desvinculaciones parciales esto es falso. La posibilidad de introducir estas excepciones se de deriva del poder social y negociador de los posibles nuevos miembros. En este contexto ya señalábamos entonces que. “Las condiciones establecidas en Maastricht imponen un costo excesivamente elevado para las economías del sur de Europa”. (Hoy vemos convertidos estos países en unos “PIGS” y nos solazamos con las brillantes homilías del intelectual economista Krugman (ex consejero de ENRON) que acaba de descubrirnos la pólvora en recientes artículos del 26-11-2010 en el New York Times y en El País tres días más tarde).
6º-En nuestro artículo atacamos cierto elitismo burocrático y tecnocrático que atraviesa toda su filosofía política. La Europa propuesta no es una Europa de los pueblos si no de los estados, en la que prevalece el poder ejecutivo, encarnado en un areópago de primeros ministros o jefes de Estado, llegando a afirmarse en su artículo 128 que contribuirá el florecimiento de la cultura de los Estados, y no de los pueblos. De parecida manera los artículos 123 y 127 muestran su enfoque anti humanista al afirmar que se debe de lograr de  los trabajadores. “su adaptación a las transformaciones industriales y a los cambios en los sistemas de producción”.  Es la sociedad y el ser humano los que deben adaptarse no contrariamente adaptar el sistema de a las necesidades humanas, o dicho de modo más claro hay que adaptarse a los dictados místico- teológicos de un exógeno y demiúrgico mercado.
Por lo anterior terminaba afirmando: ¡No a Maastricht!
Relativamente recientemente ( A  Nosa Terra, Junio de 2010) he publicado, con obvia y frustrada intención polémica una nota que titulaba irónicamente: “Reflexión radical: El Euro, de salida, si”. En este artículo tomaba una crítica distancia ideológica con los que suponen que la incorporación de nuestro país en el Euro ha sido totalmente benéfica. En la nota recordaba que muchos sectores productivos habían sufrido una reconversión brutal que no tomaba en consideración en una superficial narración de costos y beneficios nunca comprobables por ser  históricamente contrafactuales.  Incluso aceptando que se hubiese producido un menor costo de nuestra deuda exterior esta sirvió más para inflar la burbuja inmobiliaria que padecemos que para la promoción de sectores productivos con alto valor agregado por empleado y situados en la expansiva frontera técnica.
Vigo, Diciembre-2010.
Firma: José Fernando Pérez Oya.- Email jperezoya@mundo-r.com-
El autor es B.A. y Master por Oxford, y ha sido durante largos años (1958 a 1990) experto economista de Naciones Unidas en la Comisión Económica para Europa y en la paralela institución para America Latina.
Adversus Monismus
Existe entre los científicos de las inexactas ciencias sociales una tendencia nefasta a ignorar la complejidad de la vida en sociedad y de asumir tendencias hacia la elaboración de “modelos”, muchos de ellos de abstracto carácter matemático, que les conducen a considerar que un elemento, un vector, o una posible causa son los únicos que operan en un complejo sistema que constantemente cambia. Viene esto a mi mente de viejo economista, de escasa capacidad para el análisis matemático y sus construcciones, considerando lo mucho que se habla de “economía de mercado”. Naturalmente se oculta tras esta omnipresente expresión el ideológico deseo de fomentar unos concretos intereses de clase proyectando la falsa imagen de que la adopción de este sistema internacionalmente conducirá al mundo a niveles más elevados de prosperidad e igualdad. Todos los alter-mundialistas hemos venido combatiendo esas falsas opiniones durante mucho tiempo y  ya,  desde antes del periodo de la segunda guerra mundial, las obras de Chamberlin y de Mrs. Robinson habían complementado viejas teorizaciones sobre el fenómeno de los monopolios para mostrar la no independencia de las curvas de demanda por la manipulación de la oferta a través de la publicidad y otros medios. Se habla mucho estos días del precio del petróleo pero las referencias a las pocas grandes compañías oligopolístas “hermanas” que controlas su comercio son escasas o casi nulas. Los libros como el de Jeremy Legget : “Half gone” no son mencionados apenas, sobre todo en España cuyos debates se establecen entre casi unánimes “gurús”  calificados de expertos economistas.
Hoy quiero comentar entre mis lectores varias obras que rompen con esos lamentables e interesados reflejos de rentable y cómodo monismo que prevalece en mi profesión. El primero se refiere al espectacular triunfo de la cadena de supermercados  Wal-Mart escrito por Charles Fishman con el título de: “The Wal-Mart effect” con un subtítulo que dice, en inglés: “como un supermercado suburbano se convirtió en un superpoder”. Pocas personas saben que esta cadena es, según ciertos indicadores la mayor compañía del mundo con más de doscientos mil empleados y unas ventas estimadas, para este año, de más de  trescientos miles de millones de dólares. Los beneficios fiscales concedidos por el gobierno de Bush (II) en EE.UU. le han supuesto a la familia propietaria un ingreso suplementario de 91500 dólares por hora. Muchas cosas se podrían comentar sobre esta empresa, como su oposición a los sindicatos, su actitud contraria hacia sus empleadas, la proliferación de acciones legales de sus empleados en su contra etc. pero lo más fundamental es que opera bajo una mística de reducción de costos laborales, implacable e inflexible, que se corresponde con una abstracta imagen dieciochesca. La ética de lo barato ha llegado a constituirse como una metafísica “cosa en sí misma” ya que según nos dice el libro esa germánica idealista “Ding as sich” se desvincula de cualquier conexión con utilidad o capacidad sobre como el llevarla a cabo o sobre su utilidad social. En su interesante crítica de este libro  J. Lanchester (en la revista: London Review of Books; 22-6-2006) nos revela como esa “mística del precio” conduce a que ciertas empleadas de confección en Bangla Desh  que cosen bolsillos tengan una norma de 120 pares de bolsillos por hora, trabajen  14 horas al día y cobren menos de 17 céntimos de dólar por hora, o sea menos de 20 euros al largo día. Manchester nos coloca ante la disyuntiva de la ideología global-liberal advirtiéndonos de que: “Si las empresas pueden competir en sus precios y pueden subcontratar en el exterior en un mundo en el que, por vez primera, existe un casi inextinguible acceso a un barato mercado laboral, entonces la única cosa que le podemos sugerir a los que se oponen a Wal-Mart es el decirles: vete a otro planeta porque este funciona de este modo”. De “ese modo” los modestos clientes estadounidenses han podido ahorrar en el año 2004 unos 30000 millones de dólares, aunque naturalmente incrementaron el nivel nacional de paro.
En contraste con la lógica económica de Wal-Mart  encontramos toda una serie de sectores productivos en los que el precio del producto no es la principal consideración sino más bien el diseño, el prestigio social de un nombre de marca y otras consideraciones que le sirven de guía para sus beneficios y resultados. Tanto Naomi Klein en su libro “No logo” (disponible en castellano), como Coussudovky en su ya viejo (1997) libro: “The globalisation of poverty” y más recientemente André Gotz en: “L’immateriel” tratan sobre este tema. Nuestro segundo autor insiste adecuadamente sobre la monopolización del conocimiento que realizan compañías como Microsoft, Nike, Coca Cola, etc. que a través de sus poderes de manipulación mediática y publicitaria,  franquicias, patentes, subcontrataciones de procesos parciales (abaratándolos o desagregándolos) etc. logra apoderarse de la parte del león del valor alcanzado. Pero todo ello requiere un poder financiero muy superior al que se ha empleado en la producción y el conocimiento que les ha servido de base. Los autores del conocimiento reciben solamente una pequeña parte del valor al que contribuyeron pero lo que personalmente echo de menos en muchos de estos estudios es una cuantificación de los sectores o países que son los más beneficiados; aunque sabemos fehacientemente que son los sectores de punta, tecnológicamente hablando, y los países mayores y más ricos los que se benefician de estos mecanismos sistémicos de explotación neo-colonial. Pocos son los ejemplos “a contrario” de lo que señalamos pero una excepción la encontramos en la subcontratación de ciertos servicios (como por ejemplo las labores de contabilidad de las empresas) en países como India, en ellos ciertos sectores de servicios se han desarrollado como resultado del abaratamiento del capital físico de computadoras y parecidos elementos de transmisión y comunicación. Esto ha subvertido la tendencia generalizada hacia una mayor intensidad de empleo del capital físico productivo por persona empleada. Sobre ello e abundan los ejemplos como el que nos ofrece Suzanne Berger, (“Made in monde”) por lo tanto favorable y sustentadora del mito del “mercado”, cuando señala que mientras que en 1980 el costo de capital para establecer una fábrica de semiconductores era de mil millones de dólares en el año 2005 casi alcanzaba un valor cinco veces mayor. El ejemplo que nos aduce Berger contrasta con el valor propagandístico de las virtudes del mercado de esta autora que exhibe una fe de carbonero en que los cambios tecnológicos estarán milagrosamente al servicio del “bienestar social”. Al agotamiento tecnológico de la gran empresa, prevista por Schumpeter, sucede un canto a las virtudes del hombre de empresa que introduce en el aparato productivo nuevos productos, por ejemplo una nueva bebida (Red bull), o nuevos métodos de producción o comercialización que, a la par de enriquecerlo, restauran socialmente su categoría de héroe individual de unas supuestas inagotables nuevas tecnologías. Estas nuevas tecnologías se basan en la iluminación un genio individual y no social, y son independientes de una no descrita distribución del ingreso mundial. Berger no nos indica como logrará su supuesto recurrente “genio” conseguir la necesaria financiación para, por ejemplo, una nueva fábrica de semiconductores. Esto le obligaría a replantearse las contradicciones subyacentes en la lógica social y económica de su libro. La difusión técnica podría, en este caso, aparecer estrechamente vinculada al imperialismo económico que se ejerce a través de la inversión en el extranjero.
No existe pues un mercado sino muchos tras los que operan, con diferentes lógicas, una multiplicidad de mecanismos. La “libertad del mercado” de los neoliberales santifica a todos estos artilugios con el sagrado nombre de lo que es “racional”, lo único racional. Detrás de esa “libertad”, empobrecedora para la mayoría, está el poder, incorporado, encarnado en un derecho de propiedad tanto sobre lo material, bienes, maquinas y fuerza de trabajo, como sobre lo inmaterial, el saber, lo esperado, lo futuro, lo virtual lo casi etéreo. Nuevas corrientes de análisis como la llamada “socio-economía”; entre la que destaca la pionera contribución de los varios libros de Beat Bürgenmeier, intentan de modo balbuciente tratar de los complicados nexos que existen entre formas de mercado y formas de consumo y las instituciones en que se sustentan.  Aunque la apisonadora del análisis económico más divulgado se obstina en presentar los acontecimientos económicos como una fatalidad, como algo inevitable, me inclino a sostener con el autor ante citado que en todos los casos los acontecimientos de este tipo son el resultado de las voliciones, las opciones y la organización e intereses encontrados de un determinado tipo de sociedad. Es evidente que existe una interrelación entre una polarización social y económica que en estos momentos vacía una clase media y las formas de mercado, dirigidas a uno u oto de los polos teóricos de los que hemos hablado. El reciente desarrollo preferente de los mercados de lujo y de supuesta calidad aparecería como una consecuencia de ciertas tendencias, miles de veces afirmada, sobre la distribución personal del ingreso, crecientemente desigual. Una nueva complicación en el panorama económico vendría dado por las diferentes formas de producción empleadas para lograr colocar en alguno de los muchos mercados, productos poco diferenciados, ya que no existe un solo óptimo productivo sectorial basado en una combinación rígida de los factores intervenientes en su elaboración. Un ejemplo de lo anterior, referido al sector de la automoción, nos lo muestra la pequeña, pero sustanciosa obra de R. Boyer y M. Freytssenet: “Les modeles productifs” pero este tipo de análisis está obviamente destinado a multiplicarse en el futuro.
Elevemos pues nuestra voz y protesta ante la falsa unanimidad dogmática y empobrecedora prevaleciente en la mayoría de nuestros centros educativos de economía. Con el privilegio que me concede mi experiencia de viejo economista y para oponerme a esa avasalladora corriente que los sajones califican de “maistream” o “tsunami ideológico” me permito que se recomiende en sus bibliotecas la adquisición de libros como los de Bernard Guerrien: “La theorie neo-classique” y su :”Dictionnaire d’analyse économique”; los de Jacques Salir: “les trous noirs de la science économique” y el relativamente optimista: “La fin de l’euro liberalisme”; los varios libros de Dumenil y Levy que les harán descubrir la tradición marxista, el de E. Harris: “New thinking in macroeconomics” y quizás para concluir y no ser exhaustivo el de Edward Fullbrook: “ The crisis in economics”, libro este de fácil lectura abierto a muchos públicos no iniciados. Algunos de estos autores participan de un amplio movimiento iniciado en Francia pero que se ha extendido mucho en el Reino Unido titulado: “Economía pos-autista”. Sea este texto una contribución a esta protesta contra un monismo dogmático que muchos intereses inconfesables hoy promueven.
Autor: José Fernando Pérez Oya. Exfuncionário economista de la ONU.(BA. MA. por Universidad de Oxford)
e-mail: jperezoya@mundo-r.com


LA TROIKA EN GALICIA

Queridos colegas: Me apresuro a escribiros, desde esta lejana y olvidada Galicia, porque estimo que los momentos que estamos viviendo son particularmente críticos debido a la actitud de “nuestro” gobierno ante los consejos-ordenes de Obama Merkel Sarkozy etc. :Creo que la situación exige una respuesta común y coordinada de los pocos economistas de izquierdas como vosotros.
    Según veo las cosas en nuestra situación conviene, con propósito heurístico, deslindar el problema de “soberanía limitada” a lo Bresznief con los temas de índole más económica como nuestro endeudamiento, las repercusiones de la crisis inicialmente financiera y made in USA a una crisis económica-política mundial etc. Sigo.Sigo con ciertas ideas desordenadas según me vienen a la mente.
Ayer escuché hasta la una de hoy un “debate” de TV 1 sobre la situación. El espectáculo era vergonzoso y ;con la exclusión de Losada (que no es economista, pero si inteligente) consistió en una exhibición de un estrecho abanico de opiniones que iban desde una relativamente moderada intervención de un periodista de “Publico”-(Maraña -?) y una mujer (Rivera de la Cruz) enfrentados a Talibanes mercado-atríaticos como los triunfantes dinosaurios Pedro Schwartz,Fernando Fernandez y un pintoresco Sr. Abadía ,que apenas dejaron hablar a Losada. La ignorancia de nuestra sociedad es enciclópedica como lo prueba el bombo mediático concedido por la SER recientemente a Sala i Martin. Nuestras posibilidades de respuesta son extremadamente limitadas y es descorazonador oir una cadena nacional (que se supone proclive al régimen) dar una privilegiada audiencia a los Srs Schwartz y Abadía. Los poderes fácticos siempre siguen sustentando las riendas del poder social real. Durante un corto período su base ideológica se vió erosionada por la crisis pero ahora de esconden desde el terror al déficit público para lograr su hooveriana política económica pro distributiva a los ricos y de abaratamiento de costos, y naturalmente de la demanda. En este contexto es interesante hacer ver que la causa principal del crecimiento de los déficits fueron las políticas privatizadoras de los neoliberales -esto lo prueban dos arts. recientes uno de E. Renault y B. Tinel en  Actuel Marx Nº 47 de 2010 y otro de Tonny Wood en la New Left Review de Abril 2010.
    Aparte de que pienso que una declaración conjunta sería (podríamos lograr que mi amigo J.LK. Sampedro se os uniese)necesaria considero que los que tenéis una responsabilidad ante los estudiantes tenéis la obligación de insistir en que existen otras opiniones, que van desde los Minskyanos del Levy Institute(Wray, Auerbach etc, consultables en la red informática) a los de las diferentes escuelas reclamándose del marxismo.En libros como el de Eckard Hein y otros: Finantial-led Capitalism encontramos afirmaciones muy agudas como esta pag.12 :” En Alemánia en particular, como resultado de un impacto superficial y débil de las ideas de Keynes, la investigación económica a olvidado los temas macroeconómicos. La defensa-abierta o velada- de un enfoque basado en la oferta ha impedido el desarrollo de un pluralismo metodológico. Las corrientes Keynesianas y otras de corte critico han sido impedidas o incluso bloqueadas.”
Pienso que algo así pasa aquí dode los intereses de clase se manifiestan con agudeza particular.
Perdonar mi insistencia pero a continuación os incluyo ciertas publicaciones que están en mi pupitre de trabajo, presuntuosamente ahí van:
Johsua: La grande crise du XXI siecle(1009)
Los trabajos de ATTAC. En francés ambos.como el fundamental art.de Renault, antes citado.
En “Rethinking Marxism” Ablil 2010 S.Resnik and R.Wolff (La crisis económica;una interpretación marxista)
El último libro de David Harvey, The enigma of capital (profile 2010)
Michel Roberts: The great recession.
El ult. número de “Monthly Review” arts de Palley y respuesta J.B.Foster. Más biblio mencionada (Magdoff y Sweezy etc)
Los arrts de “Capital and Class” Vol 34-Febrero2010l.
A. Gamble:L:The spectre at the feast. Palmgrave 2009. etc.etc.
No quiero daros más la lata y acabo con una cita de Krugman y Robin Wells : New York Review of Books-13 May.:”Las investigaciones del FMI sugieren que el costo a largo plazo de las crisis económicas es menor cuando se les responde con fuertes políticas de estimulo, lo que quiere decir que el fracaso en hacerlo arriesga a que se sufran daños no en un año sinó en varios” y :”Los funcionarios económicos principales de Obama son hombres asociados con Clinton  y su época de desregulación y triunfalismo financiero”
Así nos va. Cordialmente: José F. Pérez Oya. 
Mi tel.986225406- Rua Reconquista 1-36201, Vigo.


Letter from Spain to Georgetown University

It is with a deep feeling of sharing other people’s shame (“vergüenza ajena” we say on Spain) that I am writing to you to comment on the arrogant, aggressive and ignorant speech in Georgetown University of our previous head of Government Mr. Aznar. As a compatriot of him I am certain to share my feelings with many American friends and with the astounded majority of the Spanish People who had the misfortune to have seen long excerpts of that shameful academic act.
To compare the complex and long lasting process of territorial extension of the Christian kingdoms of Northern Spain towards the South with the recent crimes of fanatics terrorist reveals not only a crass ignorance but represents also an insult to our culture and to the best or our traditions. Most students in Georgetown University know well that the long lasting kingdoms of Arab Spain were, up to the Renaissance, a beacon of intellectual light which allowed the preservation and extension of Greek philosophy, a spate of brilliant medical doctors, mathematicians, town planners, mystics, engineers, and architects, some of whose genial remmants we can today admire. Arab Spain was also a haven of tolerance where Jews and Christians lived together peacefully most of the time. Most unfortunately the same cannot be predicated of unified Christian Spain in which a period of intolerance and decadence was concomitant with the forced and cruel expulsion of Jews and Moriscos (i.e. Spanish converts from Islam).
Mr. Aznar seems to be a trite acolyte of Professor Huntington and of the ideological kind of determinism traceable to “clash of civilizations”. Fortunately our present President of the Government is favorable to the cooperation of different cultures in order to achieve word peace and through its extension eradicate violence. The absurd and unlearned historical background of Mr. Aznar and his rancind “national catholicism” reminded me of the first lesson given to me (in 1937) about Spanish History in which we learned that “The first dwellers of Spain came with Tubal, son of Japhet and grandson of Noah”. We hope that Mr. Aznar may one day regret his warlike and near racialist notions, and read, of course in U.S., about the men of Atapuerca.
Yours sincerely:
José Pérez Oya.
Note: Mr. Pérez Oya (National Identity Card 35819425) has been member of the United Nations Secretariat (from 1958 to 1989) is B.A.; M.A. Oxon. He lives retired in Spain, Vigo; Rua Reconquista 1-3B. His telephone 34 (Spain) 986 (Vigo) private 225406.
MEDITACIONES DE UN VIEJO ECONOMISTA EN TORNO AL TEMA DE LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA Y LA ECONOMÍA

Es un elemental deber de cortesía el agradecer la amable invitación que me han hecho los organizadores de esta reunión de compartir con ellos algunas reflexiones sobre temas que a todos nos interesan. Es un elemento que se añade a lo dicho anteriormente el hecho de que ,como es sabido ,las opiniones que se apartan de una línea de pensamiento dominante tienen escasas ocasiones para expresarse. Como economista disidente, radical y heterodoxo los motivos de agradecimiento se incrementan. En su, por desgracia último libro “Figures du pensable” Cornelius Castoriadis nos advertía sobre la insólita regresión ideológica que aflige a las sociedades occidentales que hace que ciertas críticas no sean ni discutidas ni refutadas sinó solamente silenciadas. En la misma línea H. Shutt señala que el poder de los médios de difusión de masas solo permiten una apariencia de debate dentro de un espectro de opiniones muy limitado; atribuyendo Shutt esta situación a la interferencia de grupos de interés muy poderosos propietarios de los mismos o que pueden influir en ellos de modo determinante como ,por ejemplo, retirando una existente demanda publicitaria. La autonomía de la vida universitaria se ha vista también mermada por la detracción de fondos públicos, consecuente con una supuesta crisis financiera del estado y la entrada ,como mecenas, del sector privado empresarial en el seno de sus actividades. Ello ha redundado en un desplazamiento de la investigación hacia criterios de pragmática rentabilidad aplicada , a un abandono de líneas de investigación básica , y en a una contracción del horizonte temporal de sus actividades. La consecuencia más lamentable de las tendencias que operan sobre los “media” y la producción cultural en general es, como dice Bourdieu, que se está generando una ideología construida sobre el presupuesto tácito de que una ideología es digna de creerse solo por el hecho de poder rehusar el ser puesta en tela de juicio, fenómeno que Bourdieu llama “doxa”


Vivimos ,evidentemente , tiempos de grandes cambios y confusión que se reflejan en una proliferación de interpretaciones diferentes o contradictorias desde los campos del saber que tratan de aprehenderlos. Pero también es cierto que ciertas realidades se imponen a nosotros como una fuerza irresistible que frecuentemente nos obliga a abandonar viejos esquemas conceptuales , categorías gastadas , o a tomar posiciones éticas y políticas diferentes. Entre estas realidades destacan evidentemente las amenazas de deterioro del medio ambiente , las persistentes tensiones internacionales , que siguen resolviéndose mediante la utilización de medios bélicos ,la frecuentemente negada u ocultada crisis económica que se ha manifestado en un menor crecimiento de la economía mundial y en una creciente disparidad de ingresos entre países ricos y pobres. Nos detendremos posteriormente en algunas de estas tendencias , tratando de explicarlas, pero ahora vamos indicar , de un modo necesariamente breve y dogmático las divergencias de método que han sufrido ciertas escuelas económicas con relación a otras ciencias humanas y a destacar la inadecuación de la corriente dominante en economía para explicar ciertos cambios sociales fundamentales inducidos ,en gran parte , por la ciencia la tecnología y la difusión del saber.


Es de todos sabido , y mucho más de los aquí presentes , que las ciencias humanas se han visto influenciadas en sus metodologías y objetos de estudio por el llamado “enfoque cultural” o “inflexión cultural” ( en inglés “cultural turn” ) . No tendré la arrogancia de pretender definir ante Vds. la compleja serie de influencias culturales que han influido en la sociología ,la antropología , la crítica artística o literaria , sobre las que por otro lado no existe acuerdo metodológico ni valorativo entre los que las practican , pero sí subrayar la realidad de su existencia. Como lego que soy en estas materias ,y para dar cumplida cuenta de mis escasos conocimientos les remito a algunas lecturas que estimo me han sido de gran ayuda (1). Mi sentimiento , como economista ha sido de cierta sorpresa al verificar que , salvo para las corrientes marxistas , institucionalistas y evolucionistas , las influencias antes apuntadas , perceptibles en otras ciencias sociales , ha sido nula . Incluso cabría añadir que su influencia en estas corrientes ha sido , incluso en ellas, muy tangencial.


Es una realidad que la mayoría de la población percibe generalmente los cambios sociales bajo formas culturales vehiculadas por los “media”. Los economistas, en cambio ,tienden en general abstraer lo económico de lo social. Si ello fuera poco la escuela dominante tiende a estudiar todo de modo cuantitativo o dentro del descarnado orden de abstracción de unos modelos matemáticos en los que los resultados del modelo están en gran medida determinados por el diseño de sus especificaciones. En términos asequibles para todos ello equivaldría a decir que la medición de una temperatura dependería de con que materiales estuviese construido un dado termómetro. Un ejemplo de lo dicho viene dado por el eco entre la prensa económica de fusiones como la de AOL- Time Warner que se centró casi exclusivamente en subrayar la importancia de los capitales en juego dejando a los sociólogos , politólogos o socio-economistas temas como los aspectos tecnológicos (como por ejemplo influencia en el balance de distribución entre cables y satélites ), rozando solo levemente los temas sociales (como el empleo ) y desentendiéndose de los culturales y políticos (como que consecuencias puede conllevar la creación de un importante oligopolio sobre el fluir informativo, como un posible ejercicio de censura para ocultar informaciones que algún socio estime detrimentales para sus intereses , o la posible desatención por motivos de rentabilidad u otros a las necesidades de información o culturales de grupos minoritarios.

Suele ser una constante entre los medios de difusión de información el no diferenciar – cuando de da cuenta de la opinión de un economista – sobre a que escuela de pensamiento pertenece . Ello es particularmente lamentable pues da la falsa impresión de que existe en economía , como en las ciencias “duras” ( como pueda ser la química ) una opinión unánime , lo que le sirve a la escuela dominante que usufructúa las canongías conferidas desde los aledaños de las diferentes facetas del poder social para reafirmarse en su virtual monopolio ideológico de los “media”. En un relativamente reciente libro sobre el pensamiento económico ( D. Mair and A. G. Miller, ” A modern guide to economic thought” E. Elgar 1991 ) aparecen listadas no menos de siete grandes grupos de teorías. No es mi intención incrementar su tedio con una discusión taxonómica de las diferentes escuelas así que , solo muy dogmáticamente y a titulo indicativo ,señalaré las principales adaptaciones que me ha parecido detectar ,en las diferentes escuelas de economía , para dar cuenta de la importancia de los importantes cambios técnicos que han tenido lugar en las últimas décadas. Las escuelas marxistas se han ocupado del cambio tecnológico pero muchas veces sus análisis han sido poco adecuados por seguir aferrados a una interpretación unidireccional y mecanicista del esquema “base – superestructura”. La escuela institucionalista se ha ocupado mucho del progreso técnico pero no ha sabido a veces deslindar claramente los aspectos económicos de los simbólicos o rituales que , dentro de la realidad social, ,encajaban en su aceptación metodológica de los aspectos ceremoniales dentro de una actividad económica y social. Entre todas las escuelas la más reciente es la constituida por un grupo de economistas que en Europa se agrupan en la EAEPE (asociación europea por una economía política evolucionista) . Las aportaciones de este grupo en el campo de la influencia cultural sobre la economía son importantes dado que no desatienden los aspectos sociales y políticos de los cambios que se producen . Una aportación bien conocida de estos economistas ha sido la elaboración del concepto de trayectoriaseconómico sociales que por un fenómeno de inercia limitan después de un cierto tiempo de iniciadas el campo de las opciones posibles (trayectorias cerradas). Un ejemplo muy claro de esto viene dado por el teclado que en estos momentos estoy utilizando , o teclado “qwerty ” teclado que fue diseñado para obviar ciertos fallos de las primeras máquinas de escribir pero que hace mas torpe su utilización en los ordenadores.

En cuanto a la corriente dominante , después de largos años de enfocar el progreso técnico como un factor exógeno lo ha tratado de incorporar haciéndolo bajar de las nubes de lo exógeno a la realidad social , valiéndose para ello de las teorizaciones que giran en torno de la idea de “capital humano” y de las nuevas teorías del crecimiento endógeno que incorporan a nivel macro y microeconómico los resultados del esfuerzo en investigación. Parecería por lo tanto que la escuela dominante ha sido capaz de incorporar a su paradigma ciertos aspectos de la vida social que bajo una amplia definición “tayloriana” de cultura , de corte decimonónico y antropológico justificaría las políticas económicas de esfuerzo publico en educación y de apoyo ,directo o indirecto, a la investigación como medio de potenciar incrementos en la productividad del sistema. Es cierto que estos reajustes en la periferia de su paradigma han tenido en algunos casos consecuencias socialmente beneficiosas , pero no es menos cierto que el esquema teórico en el que se desenvuelven dichos ajustes esta invalidado en su raíz para comprender ,más allá de un enfoque estrechamente tecnológico la problemática mucho más amplia de los horizontes de la información , la comunicación (en el sentido que le da a ese termino Walter Benjamin) y de la cultura bajo cualquier definición, por poco amplia que sea. El tema de la incapacidad del paradigma neoclásico para enfocar el concepto de información ha sido tratado de modo magistral por Michael Pereleman en dos de sus libros, a saber el titulado “Information , social relations and the economics of high technology” (1991) y en su más reciente ((1998) : “Class warfare in the information age” ambos publicados por la St. Martin’s Press de New York. Como Pereleman nos dice :”debemos de tener siempre en cuenta que el concepto de escasez es central dentro de la lógica del mercado…y el propósito del derecho de propiedad es inducir a la gente a economizar en el uso de recursos escasos”. Ahora bien sucede , y esto es fundamental que según la jerga de los economistas la información constituye un bien no exclusivo ( “nonrivalrous” en inglés). Ello nos remite a un punto crucial y simple ; los bienes exclusivos se pierden al ser consumidos o transmitidos , si yo me sirvo un plato de sopa de una hipotética sopera detraigo una cantidad que otros no podrán servirse o consumir. La sopa , en esta coceptualización , es un bien exclusivo. No sucede así con la información, incluso con la más banal. Si yo le anuncio a un amigo el resultado de una competición deportiva mi información no merma mi conocimiento del mismo hecho. No existe una programación biológica que cause una amnesia sobre el objeto de una información que se transmita. Así pues la información no es un bien escaso como los platos de sopa. Transmitirla no empobrece, pero la escasez está en la base de la lógica del mercado. La solución solo puede ser el introducir obstáculos , barreras artificiales a su difusión y , como señala K. Arrow en un famoso articulo citado en el libro más reciente de Pereleman (páginas 87 y siguientes) :”las patentes y los derechos de autor son innovaciones diseñadas para crear una escasez artificial allí donde no existen naturalmente”. Dicho de otro modo : “utilizar el mercado para excluir a la gente de la información conlleva una contradicción insalvable” y ello por que el concepto de escasez es totalmente inaplicable en el caso de la información. Cuanto más dificultades o barreras impongamos a la información menos seremos capaces , dado su carácter socialmente recíproco de bien social complementario , de utilizarla para beneficio propio. Esta teorización , como algunas de las que siguen no dejan de recordarnos un persistente tufillo marxista , persistente a pesar de los múltiples certificados de defunción que se le han otorgado a esta herética corriente. En efecto ,Marx elabora el concepto de trabajador social ( que es el agente activo de la acumulación de fuerzas de producción tecnico-organizativas) pero la expansión de este potencial podría venir frenado por el monopolio privado de dichas fuerzas que quedarías coartadas por el secreto y la mercantilización de una riqueza de origen social.

El mismo Arrow ha señalado otra contradicción en la que navega el concepto de “mercado de la información” ..Ello es el caso que el mal llamado mercado de la información difiere del de otras mercancías entre otras cosas porque la existencia de otros mercados presupone que, para su buen funcionamiento, los clientes estén bien informados , incluso si para lograr dicha información sus actores incurren en costos para obtenerla ,aunque solo sea del tiempo empleado para lograr informarse. Pereleman nos ofrece el ejemplo de que, si queremos comprarnos una determinada prenda de ropa debemos de ir a uno o varios comercios para probarla y para comprobar precios y calidades. En el caso de la información, la información sobre el producto y el producto coinciden. Poseemos una información sobre el producto al conocerla. Es por ello que los propietarios de una información tratan de mantener el secreto sobre ella. Un mercado informado de la información es por esto mismo una contradicción en los términos. Arrow subrraya también que uno de los teoremas básicos de la economía , en la corriente dominante en la que el se sitúa , es el de que , según sus postulados , cualquier producto debe de ser vendido a su costo marginal (en términos comprensibles para todos, esto equivale a decir al costo de la producción del último ejemplar producido, de una mercancía específica ) y si bien es cierto que la obtención de información puede ser muy costoso ( pensemos por ejemplo en lo que cuesta un acelerador de partículas en los estudios de física ) el costo se su difusión el costo de informar es ínfimo. La información no es por lo tanto un bien escaso , excepto dice Pereleman en la medida en que creamos barreras artificiales de escasez gracias al secreto y al establecimiento de derechos de propiedad.


No deja de ser un elemento paradógico el hecho de que mientras se nos repite insistentemente que vivimos en una sociedad de la información en la que esta se ha convertido en el recurso productivo fundamental , las propias “leyes” de la teoría económica de los que así hablan ,demuestran la inanidad de su discurso al no constituir esta un recurso escaso. Pero bien es verdad que ya R. Mergers en un célebre artículo de 1955 ( “the economic impact of intellectual property rights “; Journal of Cultural Economics , Vol 19, No 2 ) afirmaba y demostraba que las patentes y otras formas de propiedad intelectual nacieron como respuesta a un fracaso del mercado. Como dice Pereleman el pagar un precio por un bien público (según la definición que de ellos hace la escuela dominante) supone un despilfarro de recursos sociales. Para muchos productos de información, como por ejemplo las llamadas telefónicas de larga distancia el mayor costo de las transacciones lo constituye el costo administrativo de cobrar el servicio , mientras que el costo de la llamada para la compañía es virtualmente nulo. El mismo Pereleman nos advierte de que proclamando que los productos de la información son “bienes públicos” no resuelve los problemas económicos y prosigue: ” La sociedad tendrá aun que decidir cuantos de sus recursos deberán de dedicarse a crear nuevos teatros , hacer nuevos filmes , o a la ampliación de la capacidad de líneas de larga distancia ” pero que para ello será necesario la creación de nuevas instituciones que puedan afrontar estas tareas.


Llegados a este punto ,un tanto iconoclasta o suicida hacia mi profesión algunos de mis pacientes oyentes podrán preguntarse si con esta observación mis reflexiones tocan a su fin. Desgraciadamente debo de defraudarlos en función de ciertas reflexiones que me han sugerido ciertas lecturas recientes. La primera de ellas ha sido motivada por un brillante articulo de Robert Pippin en el libro del que son coordinadores Y. Ezrrahi y otros ” Technology , pessimism , and potmodernism “, University of Massachusetts Press 1994. En este importante escrito Pippin reprocha a Habermas el haber tenido insuficientemente en cuenta – en sus conocidas tesis sobre la modernidad y la interacción comunicativa la larvada crisis filosófica que arranca con el nominalismo. Según Pippin sería “difícil de entender el porque el fomento de la utilidad, esto es nuestro interés en convertirnos en amos y señores de la naturaleza habría desplazado la noción de conocimiento como contemplación… la importancia del desarrollo de la tecnología no hubiese podido alcanzar un lugar tan exaltadamente prioritario en el orden del día social sin haber sido acompañado por el punto de vista , esencialmente moderno de que el origen de la mayor parte , sino de toda la infelicidad humana era la escasez …y que la escasez era un problema susceptible de ser resuelto técnicamente” .La relación de estas observaciones con el carácter de sociedad de abundancia , predicada de la de sociedad de la información , salta evidentemente a la vista.


Más adelante Pippin reprocha a Habermas el no haber tenido suficientemente en cuenta el contexto en el que se enfrentaban estas dos concepciones del conocimiento afirmado que ” si una comprensión suficiente de contexto, seremos incapaces de comprender las consecuencias de cualquier tipo de toma de consideración de las limitaciones de la racionalidad instrumental.Estas consideraciones me conducirán a tratar de elucidar los mecanismos económicos que son determinantes en el encuadre actual de las problemáticas culturales y de la situación económica en que estamos inmersos.


Mi segunda fuente de reflexión me la causó la lectura de un reciente libro de Emmanuel Pedler ( Sociologie de la communication, Nathan , Paris ,2000) . En este breve pero enjundioso libro Pedler enfatiza la dificultad de comprender el sentido ,la significación histórica y, más aun las perspectivas de futuro que pueda tener el reciente proceso de cambio técnico en las comunicaciones debido todo ello a la complejidad del fenómeno. Señala éste autor que existe un contraste evidente entre las pocas encuestas que existen sobre la utilización de estos avanzados medios técnicos y la plétora de datos de cifras y de numerosas estadísticas que “no permiten evaluar las recepciones concretas frente a tal o cual propuesta tecnológico-cultural”.


Esta segunda reflexión se condujo al abandono del inicial título que había propuesto a mis reflexiones ante Vds. : vectores económicos en la cultura” por parecerme excesivamente complejo , superior a mis capacidades intelectuales y que requeriría un esfuerzo de análisis de una inmensa riqueza de datos, que deberían de ser enmarcados dentro de un esquema teórico aun por hacer. Pero si es cierto , y esto atempera lo que acabo de decir que los vectores económicos de la actividad cultural como actividad especializada y socialmente alienada responden ,en general a los mismos mecanismos que rigen otras actividades en cuanto estas puedan considerarse económicas. Si creo ,no obstante , con evidente inmodestia que puedo someter a una crítica necesaria ciertas categorías erosionadas ideológicamente y tratar de enmarcar ciertas realidades económicas dentro de una perspectiva muy general .

Confusión de categorías en economía.

La tarea principal de un ciudadano consciente debe de ser , entre otras cosas , la de tratar de romper la costra ideológica de falsedad y ocultación que se deposita en muchos conceptos. En el campo que nos preocupa se trataría de una labor de depuración de una praxis que nos permitiera ir desde la información a la comunicación y de esta a una cultura , digna de ese nombre, despojada de la mercantilización que sufre en nuestra sociedad. Este recorrido seguiría un camino inverso al de la dinámica seguida por las diferentes formas de poder.


Corriendo el riesgo de meterme en profundidades filosóficas os daré cuenta antes de meterme en la lúgubre y tediosa economía de dos ejemplos que me parece ilustran lo anterior : Todos recordamos la imagen aterradora , difundida profusamente por los “media” , de un buitre acechando a una niña desnutrida y débil en espera de que se convirtiera en su festín . La imagen , que recibió varios premios , es una perfecta ilustración de la pobreza informativa que nos permite que al estar descontextualizada apreciamos su horror pero no va generalmente acompañada de un texto que nos ilustre ,detrás de una mera ubicación geográfica sobre las causas sistémicas profundas que estan su origen.

El segundo ejemplo nos viene ofrecido por un reciente texto periodístico en el que un conocido escritor describía humorísticamente como no pudo dar su nombre autentico en una dirección de la “net” al haber sido este ya utilizado por alguien , con toda probabilidad no homónimo , que lo consideró una mascara identitaria útil a sus fines. La posible mercantilización de un nombre constituye un ejemplo más , aunque banal , de las tendencias subyacentes en el sistema. ¡ Lejos estamos del conmovedor grito de Julieta en la obra Shakespiriana , ! : What is in a name? . Julieta apuntaba a un rechazo de las convenciones sociales de clan o clase que obstaculizaban la realización del amor como impulso superior a las convenciones de una sociedad dividida . ¿ Que pude valer en nuestra sociedad un signo identitario sin valor de cambio ? Nuestro sistema actual genera una sociedad crecientemente estratificada que ha encontrado sus apologistas en las filosofias que exaltan , sin verificar sus contenidos , las identidades múltiples o sucesivas de los individuos o los grupos sociales y defienden un universo solipsista bajo el manto babélico de los discursos mutuamente inconmensurables..

En el campo de la economía los ejemplos de perversión lingüística abundan. Seguiremos en cierta medida la tarea propuesta por Confucio en una de sus analectas en las que dice que el principal papel del gobierno es el de rectificar los nombres , lo que posiblemente se refiere (siguiendo la sugerencia de G. Newey) a la necesidad de toda buena ordenación social de alcanzar un acuerdo sobre los objetivos sociales finales y no los meramente instrumentales. Nuestra sociedad parece caracterizada por un deseo patológico de acumulación que solo beneficia a un sector social cada vez más restringido. Una acumulación primitiva podría , dentro de ciertos límites, parecer necesaria para la obtención de una base estructural pero excedido ese límite es racionalmente indefendible. La ausencia de objetivos finales compartibles dentro de la estrecha lógica del sistema parece inalcanzable. Hobbes nos advertía de que las palabras son instrumentos de pensamiento para los discretos pero solo moneda de cambio de los necios ,pero para bien pensar es necesario someter términos usuales a un escrutinio crítico. Empecemos con un ejemplo claro : todos como los necios de Hobbes hablamos sobre “los cosumidores” sin darnos cuenta que esta categoría grupal heteróclita oculta la realidad al subsumir bajo un m,ismo concepto a Bill Gates y al pordiosero que hace unos instantes me solicitó una limosna. Pasemos a un segundo y último ejemplo vivimos en la era de la información en una sociedad en la que el conocimiento , el saber ,es el más importante medio de producción. Parece esto muy justo pero evoquemos a Veblen y a un texto , casi olvidado, .de ese heresíarca, que apareció en el año 1908 en la revista estadounidense ” Quarterly Journal of Economics” Vol 22. En este escrito, que merecería ser comentado íntegramente y con detenimiento Veblen decía : …” por lo menos desde que la humanidad alcanzó una etapa de hominización la unidad económica básica no ha sido el del “cazador solitario” sinó una cierta forma de comunidad en la que con toda seguridad han sido las mujeres el elemento más importante. El “capital” poseído por este tipo de comunidad (como , por ejemplo el de un grupo de indios cazadores californianos ) era cuantitativamente despreciable… lo que era de importancia vital para el grupo y , de hecho , loque era esencial para su supervivencia era el saber acumulado por sus mujeres , la tecnología que determinaba su situación económica….la perdida de algunos de los bienes tangibles que facilitaban la producción en estos grupos no pasaba de ser un inconveniente transitorio. Pero el conocimiento acumulado y tradicional sobre los mecanismos y medios necesarios para reponerlos pera reponerlos o producirlos era el resultado de una larga experimentación ,que una vez lograda hacía que su adquisición fuera fácil. Parece por lo tanto que la base sustancial de todo el “capital” es la riqueza inmaterial y que los objetos materiales que constituyen formalmente el objeto de la propiedad capitalista son , comparativamente , de naturaleza transicional y adventicia. Pero si esta opinión fuese aceptada , cualquier esquema de distribución del ingreso de modo ” natural” entre capital y trabajo saltaría por los aires. Sería difícil determinar que regla de equidad “natural” definiría que parte otorgar al capital por su monopolio de una determinada parte del acervo intangible de la comunidad , considerada en su conjunto”.

El paralelismo de estas ideas con la conceptualización marxista del “trabajador social” salta a la vista así como su influencia sobre los textos de Arrow citados más arriba. Así pues la economía de la información o era del conocimiento puede haberse iniciado con el ” homo habilis” Lo que si se ha producido ( como señala g, Johnson en un interesante artículo titulado; “Population , food , and knowledge” en la “American Economic review, March 2000 ) durante los dos últimos siglos ha sido , como sucediera en el renacimiento, debido a la influencia de la imprenta , una aceleración de esta tendencia en los países más avanzados. Si comparamos el vigor de estas ideas con las de la última utopía tecnológica venida de los Estados Unidos , a saber el libro de J. Rfkin “La era del acceso” no podremos evitar que un sentimiento de que somos testigos de una época de regresión teórica se apodere de nosotros.

Podríamos igualmente hacer parecidas consideraciones sobre otros conceptos, como el de “nueva economía” pero ello haría demasiado extenso este documento. Añadamos, no obstante , algo dogmáticamente que los cambios en el funcionamiento de la economía capitalista han sido considerables: ( desplazamiento del capital industrial por el financiero, nueva cultura empresarial centrada en los mercados de capitales, reubicación de ciertas actividades productivas etc.) Algunos de estos cambios han sido facilitados, pero nunca exclusivamente causados, por los avances en las tecnologías de la información y la comunicación que vienen siempre asociados con el difuso termino de “nueva economía”. En su interesante libro “Digital capitalism”, MIT 1999, D. Schiller insiste en la enorme influencia de las políticas económicas neoliberales que rigen los sistemas de telecomunicaciones y que han conducido a reforzar elpoder de las grandes empresas y a acentuar las desigualdades sociales. Son estas mismas fuerzas sociales las que han impulsado el movimiento hacia la globalización y hacia un aparente menor protagonismo social de esta institución. Citando a R. Kapuscinki diremos: En el cabaret de la globalización el estado lleva a cabo un “strip-tease” que hace que, al final del espectáculo se quede solo con lo más fundamental de sus paños menores ; su poder de represión. Con su base material destruida con su soberanía e independenciaanuladas, su clase política evaporada, la nación-estado se convierte simplemente en un mero guarda de seguridad de las mega-compañias…Los nuevos amos del mundo no necesitan gobernar directamente, los gobiernos nacionales se encargan de administrar en su favor todos los asuntos.

Esto nos lleva a una ultima fase que consistirá en un brevísimo repaso de ciertos datos difundidos por el PDNU y por un también muy sucinto recuerdo de ciertos mecanismos que operan como causas de la situación que se describe. Es de interés señalar que salvo en revistas económicas de izquierda no encontraremos nunca una combinación de descripción y análisis conjuntamente; ello es clara evidencia de la captación por parte de los poderes establecidos de las sinérgias negativas que para el sistema tendría la presentación conjunta de ambas informaciones.

En el último Informe sobre Desarrollo Humano, este organismo internacional nos informa, entre otras muchas cosas, de que: “Los países pobres están siendo cada vez más marginalizados de la prosperidad mundial”. ” Su participación en el comercio mundial disminuye, y reciben una proporción decreciente de inversiones directas extranjeras “. “..el índice de desigualdad económica entre países ha crecido vertiginosamente entre 1988 y 1993 mientras los super-ricos se han enriquecido más hasta alcanzar una masa de capital 1135 miles de millones de dólares, que se pueden comparar con unos ingresos medios anuales de 146 mil millones para los casi 600 millones de personas que viven en los países más pobres. Esto equivale a decir que la riqueza acumulada por uno 200 multimillonarios equivale a los ingresos de estos países durante casi ocho años. Con respecto a los “media” el informe señala que ” El acceso de los países pobres a las nuevas tecnologías de la información es muy insuficiente, así mientras que un 26 por ciento de la población estadounidense puede navegar por “internet” solo un 0.8 por ciento lo hacen en América latina, un 0.1 por ciento en Africa sub- Sahariana y un mero 0.04 por ciento en el Sudeste Asiático”. (Recordemos incidentalmente la posición intermedia de nuestro país en el que la cifra para Galicia es de aproximadamente de un 7 por cien mientras que para el conjunto del Estado es de un 10,5 y el de Cataluña un 16 por cien).

¿Cuáles son algunos de los mecanismos que conducen a este lúgubre estado de cosas? Mencionaremos solo algunos muy evidentes y difíciles de impugnar.

El primero consiste en un mecanismo social descrito por el que fue Secretario General de la Comisión Económica para América Latina R. Prebish. En los países ricos la clase obrera está organizada en sindicatos que operan como mecanismos para lograr que los aumentos de productividad alcanzados dentro de un determinado país se repartan con cierta proporcionalidad, relativamente constante, entre capital y trabajo. Esto redunda en un aumento de los ingresos reales de los trabajadores, y en mayores niveles de consumo y producción de bienes manufacturados. Ello no sucede en los países pobres que tienen una población trabajadora dispersa, desorganizada y empleada en sectores primarios o de cabecera, donde un aumento de producción muchas veces repercute en una caída desproporcionada de los precios con la consecuencia de niveles de ingreso más bajos y deterioro de la relación de intercambio con relación a los precios de productos manufacturados.

Un segundo mecanismo del sistema consistiría en la diferencia geográfica entre la creación de un valor útil y su realización como valor de cambio. Un ejemplo basta para ilustrar este factor. Una camisa o un par de zapatos producidos en Indonesia o en una de las múltiples zonas francas de China donde operan empresas transnacionales se vende en New York, Lodres o Paris en un precio frecuentemente veinte veces mayor de lo que percibido en el lugar de su producción. La sobre-explotación de la fuerza de trabajo local viene facilitada por el monopolio de las redes de distribución, controladas del mismo modo como el diseño y las patentes de marca por el capital foráneo.

El tercer mecanismo al que deseamos hacer referencia es de particular interés porque descubre la vaciedad teórica de las doctrinas desarrollistas hipócritamente difundidas desde los países del rico “centro” . En efecto los sacerdotes del neo-imperialismo mantienen que todos los países pueden acceder a un nivel de prosperidad más elevado siguiendo su ejemplo, especializandose en la exportación de productos en los que disfruten de ventajas comparativas y abriendo sin restricciones sus fronteras a la entrada salvífica de capital foráneo. La experiencia de los países recientemente industrializados es testimonio fehaciente de la inanidad de tal doctrina. Tanto Corea, como la provincia china de Formosa, como Singapur demuestran que sus éxitos han sido conseguidos gracias al capital nacional muy protegido por un estado de corte intervencionista. Las ventajas comparativas no existen, consideradas dinámicamente sino que son fruto de una acción consciente de la acción de ciertas minorías que apoyadas desde las estructuras políticas logran imponer a la mayoría de sus poblaciones sacrificios enormes. Pero ello demuestra algo aún más profundo y es la creciente dificultad de los países pobre para entrar en una competición despiadada de competitividad que por su misma esencia conlleva que “muchos serán los llamados y pocos los elegidos”. Esto es una consecuencia directa de una de las características mas importantes del progreso técnico y es su carácter de estar encarnado en bienes de capital que generalmente, salvo en periodo muy contados, tienden a aumentar de precio muy rápidamente y a incorporar tecnologías de ahorro de mano de obra consecuentes con las relaciones sociales existentes en los países desarrollados. En un articulo, ya no muy reciente ( de 1983 ), el economista japonés Shigeto Tsuru daba cuenta de las consecuencias de la introducción de la robótica en la industria automovilística japonesa. Ello fue el caso que la producción se incrementó entre 1975 y 1973 en un 287,5 por cien ello tuvo lugar con un incremento del 200 por cien en el acervo de capital y un aumento del empleo del 39,6 por cien, contrastando con lo ocurrido en el período anterior el aumento de producción durante los años 1975-1980 fue del 52,3 por cien y fue logrado con un incremento del capital del 52,5 por cien y de la mano de obra de solo 0.6 por cien. El corolario de todo lo anterior es muy claro y es que la masa crítica para la creación de una industria va siendo cada vez más difícil de alcanzar y ello porque si bien en las primeras fases del capitalismo se podía crear empleo con una relación entre capital invertido y fuerza de trabajo empleada esta relación ha ido deteriorándose. Así pues mientras la generación de una masa de ahorro nacional imponía unos sacrificios de ahorro relativamente asumibles en épocas pasadas en la actualidad estas serían casi insostenibles excepto en un marco social extremadamente autoritario y represivo


José Fernando Pérez Oya. (BA. MA por la Universidad de Oxford)


Florilegio de citas

Debe de existir algo profundamente podrido en el corazón mismo de un sistema social que incrementa su riqueza sin disminuir la miseria y en el que aumentan los crímenes más rápidamente que la población.(Karl Marx:New York Daily News,16-9-1859)

El amor por la creación de Dios…la piedad hacia los sufrimientos humanos y el deseo de alcanzar mayor inocencia humildad y caridad… son frutos del conocimiento humano que no deberían utilizarse para alcanzar beneficios, fama o poder sino para la mejoría y disfrute de la vida.(Francis Bacon)

Lo que este siglo XX,aún no ha acabado, nos obliga a tener más en cuenta que otra cosa es a la usurpación que conlleva silenciar las voces dominadas o frágiles (Christian Ruby:Intriduction a la philosophie politique ,París 1996)

El mercado de capitales es indiferente ante el sufrimiento humano y no toma en cuenta la importancia que tiene el cultivar las potencialidades del hombre (Michael Pereleman:Class warfare in the informatio age. St Martin’s Press 1998)

El monopolio del saber es la última forma de explotación del sistema capitalista. (J. Frow; New Left Review, Sept-Oct 1996)

Lo esencial es la propiedad privada, no el mercado. (Milton Friedman, Diario El País 10-7-1999)

Llega un momento en el que el pasado tiene que ser olvidado si uno no quiere convertirse en el sepulturero del presente. (F. Nietzsche)

Creo que un cierto compromiso en el campo cultural es un modo de impugnar ciertas formas de política, particularmente europeas, de mantener viva la memoria de lo que podría ser la política y la esperanza de que algo digno de ese nombre pueda emerger bajo otras formas. (Luisa Passerini: New Left Review, Jan-Feb 2000)

La pobreza no puede ser erradicada porque no es un síntoma de la enfermedad del capitalismo. Al contrario es evidencia de su robusta salud, constituyendo un acicate para una mayor acumulación y un mayor esfuerzo ( J. Seabrook; cita tomada del libro de Zigmunt Bauman: “Globalization, the human consequences. Polity Press 1998 ).

La ciencia prometió al hombre poder. Pero, como tan a menudo sucede cuando la gente se deja seducir por su promesa, el precio pagado en la realidad ha sido el de la servidumbre y la impotencia.(J. Weizenbaum: Computer Power and Human Reason, San Francisco 1976)

Notas:

1: Destacaré por su utilidad: V.E. Bonell and L. Hunt, edts. “Beyond the cultural turn”; Universty of California Press , 1999. S. B. Ortner edt. “The fate of culture”; Geertz and beyond ; Universty of California Press , 1999. D. Harris: “A society of signs”; Routledge 1996. J. D. Faubion, edt. “Rethinking the subject”.Westview Press Inc. 1995. J. B. Thomson :”ideology and modern culture”, Polity Press 1990. Entre los libros en francés destacaría: de J. Caune. “Culture et communication”, Presses universitaires de Grenoble 1995. P. Corcuff , “Les nouvelles sociologies”, Nathan 1995. A. Mattelart, “Histoire de l’utopie planetaire”, Éditions la decouverte, 1999. E. Pedler,” Sociologie de la communication”, Nathan,2000. En castellano señalaré: E. A. Azcuy (y otros ) “Identidad cultural ciencia y tecnología”, Fernando García Cambeiro,1987. J. Picó, “Cultura y modernidad” Aliaza Editorial 1999 y finalmente B. Muñoz “teoría de la pseudocultura”, Editorial Fundamentos 1995.

2: Las aportaciones de Andrew Feenberg , relativamente poco conocidas en España son fundamentales tato en los campos de los estudios culturales , la historia de la ciencia y la tecnología , así como tambien en los de la filosofía de la ciencia y la tecnología ales. Recomendamos con verdadero entusiasmo la lectura de sus libros entre los que se cuentan: A. Feenberg and A. Hannay (edts) “Technology and the politics of knowledge ; Indiana University Press1995 ; “Alternative modernity .(The technical turn in philosophy and social science) University of California Press 1995 , “Questioning technology” , Routledge 1999 , y “Lukács, , Marx , and the sources of Critical Theory”, Oxford University Press, New York 1986.

3; Existe una gran riqueza de textos que tratan de las influencias mutuas y las retroacciones que se producen entre tecnologías , sociedad y cultura , en un sentido amplio , de modo desordenado mencionaremos : a. Pacey “the culture of technology , MIT 1983 , w. E. Bijker, T.P. hughes and T. J. Pinch ” The social construction of technological systems” ,MIT1987. G. Basalla: “The evolution of technology”, MIT 1988 B. Elliott (Edt) “Technology and social process”, Edinburgh University Pres1988. D. Mac Kenzie and J. Wajmcman: “The social shaping of technology.”, Open University Press 1985. M. Golhaber ” reinventing technology” Routledge and Kegan Paul 1986. M. Stanley ” The technological conscience” , University of Chicago Press 1978 y un clásico como T, Vebles “Theplace of science in modern civilization”, Viking Press 1919. Libros de utilidad en francés son: Scardigli “Les sens de la Technique”,Presses Universitaires de France 1992. J.J. Salomon et G Schmeder “Les enjeux du changement technologique,Economica 1986 y P. Brachet” Science et societes”, Publisud1987.

Reflexiones urgentes sobre los Estados Unidos de Norteamérica

Esta semana entrante de Noviembre se celebran elecciones en EE. UU. Para la Cámara de Representantes, el Senado, y varios puestos de Gobernador Estatal. La elección tiene una importancia enorme para el mundo en su conjunto ya que muchos observadores políticos ven, en los posibles cambios que pudieran producirse, una oportunidad de cambio o inflexión de la política estadounidense en lo que respecta a su política interior y, lo que es más importante para el resto del mundo en la política exterior de ese país. El tema ha dado lugar a una verdadera catarata de interpretaciones entre los politólogos de allende el Atlántico y no parece exagerado afirmar, como se ha señalado, que los expositores de libros que tratan de estos temas ponen a prueba la solidez y capacidad de las mesas en las que se exponen en las bibliotecas. Para introducir un cierto orden en la lectura de un casi inagotable tema trataremos de distinguir entre los aspectos cuantitativos de un posible resultado, aspectos de motivación ideológica, moral o social de los ciudadanos intervinientes, el carácter político de la Gran República, y finalmente alcance posible de un resultado desfavorable para el actual Gobierno de la República, ya que si ello no fuera el caso el cambio solo sería marginal o inapreciable. Si existieran cambios o inflexiones ellas serían endógenas al poder, y por ello aún más difíciles de prever. Subrayemos que un cambio cuantitativo favorable al Partido Demócrata no es suficiente para provocar un cambio sustancial ya que este dependería de una voluntad de cambio político no siempre evidente o expresado explícitamente.

Aspectos cuantitativos: La mayoría de los observadores políticos recurren a metáforas meteorológicas que prevén un cambio sustancial en la política y hablan de “tsunami” de tornado, de terremoto de tormenta etc. La multitud de encuestas realizadas por la prensa y toda clase de instituciones, grupos de reflexión etc., se inclinan hacia un resultado favorable al partido Demócrata pero sus estimaciones fluctúan de una semana a otra de modo que a los ciudadanos de la “Vieja Europa” pueden parecernos desconcertantes y sorprendentes. La opinión pública de los estadounidenses parece tener un margen de variación insospechada y ser agitada, en un grado muy superior a la europea por reacciones de tipo emocional imprevisibles y por convergencias de tipo filosófico o ideológico basadas en alianzas lábiles, inestables y poco duraderas, cuando no rozando la contradicción como la que ha sido operativa entre los neoconservadores y los religiosos más fundamentalistas que recibieron el nombre de “teo-conservadores”. El desinterés electoral y el alto grado de abstención, unido a factores atípicos aquí como el sesgo racial, hacen si cabe más azaroso aventurar cualquier juicio o previsión. Entre los cientos de previsiones publicadas me inclino personalmente por la de de Rothenberg, recientemente (29-10-2006) publicada. Este tratadista opina que el ambiente electoral es más desfavorable al poder que en el año 1994 cuando los Demócratas perdieron 52 representantes parlamentarios, 8 senadores y 10 gobernadores. Dos factores de carácter no ideológico podrían moderar estas pérdidas. El primero es que según un estudio conjunto de las instituciones Cato y Brookings (citado por el New York Times el 30 del mes pasado) el hecho comprobado de que una enorme mayoría (más del 98%, de los candidatos salientes) que se vuelven a presentar, son reelegidos. Siendo ello un cierto factor de inercia no despreciable. El segundo factor es el rediseño electoral de los distritos, que en USA recibió el infamante nombre del gobernador padre de la “brillante” idea o “gerrymandering”. El efecto de esa técnica ha sido la de rediseñar distritos más seguros para el actual equipo gobernante lo que puede, dentro de cierto margen estadístico, minimizar las pérdidas de sus candidatos. Conviene mencionar, no obstante, que existen casos muy importantes en que los candidatos salientes han cambiado de adscripción partidista. Personalmente me inclino a pensar en una amplia victoria Demócrata pero la imagen de confusión que prestan muchas candidaturas es desconcertante. Como para muestra sirve un botón me refiero a una de las más indecisas en Virginia entre George Allen (Republicano) y James Webb (Demócrata). Allen es consciente de la importancia del voto afro-americano y, por lo tanto trata de atraerse esos votantes, visitando iglesias, insistiendo en el peligro de los matrimonios entre homosexuales para los supuestos “valores” familiares, afirmando que el gran tema en esta lucha es saber si podremos sustentar el ideal de: “ tener un padre y una madre sustentando a sus hijos”. Pero este mismo candidato se opuso vehemente a la existencia de medidas legales promotoras de una discriminación positiva a favor de los afro-americanos, a la celebración (mediante la declaración de día festivo) del nacimiento de Martin Luther King y que en su oficina campea la racista y divisiva bandera de La Confederación sudista. La impopularidad de la guerra de Irak está tan extendida que, aunque apoyando a Bush II, Allen desea un plazo, naturalmente “razonable”, para abandonar ese país. Por otro lado Webb jamás, según nuestro conocimiento, exige explicaciones sobre el porqué el matrimonio homosexual conduce a la disolución de la familia heterosexual y trata de atraer el voto femenino, gracias a una despenalización limitada del aborto, la investigación de células madre, las crecientes desigualdades de ingreso entre trabajadores y directores empresariales (un ejecutivo gana unas 400 veces el salario medio) y en su oposición a la guerra de Irak. Ello se centra más en motivos económicos, debido al desbocado gasto público y la imprevisión e ineficacia en su ejecución, que por el crimen infringido a una población inocente la inhumanidad de las torturas aprobadas por el Presidente, al que los legisladores refrendaron recientemente. Lo que a un europeo puede parecer, si cabe, más sorprendente es que Webb trate de apoyarse en la ayuda de Margaret Albright para atraer el voto femenino. Recordemos que la antigua Secretaria de Estado entrevistada por periodista L. Stahl (el día 12 de Mayo de 1996) a la formulada pregunta de que: “recientemente hemos sabido (por UNICEF) que el número de muertos de niños debido a las sanciones a Irak ha sido de medio millón, más que las muertes de  Hiroshima. ¿Merece la pena pagar ese precio?”. La terrible respuesta de Albright fue. “Pienso que la opción fue muy dura pro el precio, el precio (sic) mereció la pena.”. Los que nos hemos elevado contra la indiferencia de la sociedad estadounidense ante las torturas practicadas por su ejército y empresas subcontratadas por este; los que hemos protestado por la ocultación culpable de la “logística” de la Unión Europea ante los traslados aéreos de la CIA, (que hoy sabemos correspondían a las presiones de ciertos gobiernos europeos por parte de aquella organización) no podemos más que expresar nuestra indignación moral ante la indiferencia de unos pueblos que han postergado la justicia, la dignidad, y toda forma de moralidad mínima en pos de un egoísta y falso sentimiento de seguridad que es motivado por un miedo irracional que promueven, y usufructúan, los diferentes tipos de poder real , y entre ellos naturalmente los de los Estados.
Aspectos, ideológicos, económicos, bélicos y psicológicos.
Aunque el tratar de un tema tan amplio, como sería caracterizar el carácter de la Sociedad, del Estado y del poder social en los EE.UU. requeriría un saber enciclopédico, del que carezco, y una extensión digna de tal formato nos parece de rigor tratar de fijar ciertas características permanentes y estructurales de EE. UU. y de su actuación internacional que distan años luz de las diferentes imágenes que han sido promovidas, difundidas y publicitadas desde este país y ,desde el extranjero por sus muchos admiradores, algunos bien retribuidos económica o ideológicamente.
El primer punto que conviene destacar es que los EE.UU. son una formación social capitalista, cuyo poder económico y militar no ha dejado de crecer desde su incepción a la independencia. El Estado responde a una democracia formal representativa con escasa participación ciudadana que según la vertiente ideológica de los opinantes se debe a cierta indiferencia de la población ante el quehacer político, que se supone benévolamente es administrador de un hipotético “Bien común” por parte de una clase dirigente ilustrada y altruista o alternativamente a un reparto egoísta del poder social entre unas elites (de las que ya nos hablaba  C.  Wright Mills en 1958) que compiten entre ellas mediante su dominación de diferentes vectores como pueden ser los económicos, militares, políticos, ideológicos, tecnológicos etc. La configuración de estos vectores, su importancia relativa u orden de precedencia, sus confluencias, el modo de resolver las contradicciones o conflictos que se presenten en la sociedad, ya bien mediante la fuerza, represión, convencimiento asunción y promoción de ideas morales y valores generales, o la búsqueda de consensos, la ponderación que deban atribuir los sociólogos a factores irracionales e inconscientes en las decisiones tomadas nacional o internacionalmente, todo ello constituye un tema infinito del que solo queremos destacar varios puntos.
El primero es que en su configuración actual el Gobierno de los EE.UU. es un gobierno tiránico defensor de intereses capitalistas, ejerciendo un despotismo brutal exterior (de corte maniqueo y Schmittiano) sobre todo aquel que sea considerado su enemigo y no se pliegue ante sus designios imperiales e imperialistas, y una acción social menos obviamente represiva ante los poco ejercitados derechos civiles (de los que ha sido desposeída una declarada sospechosa, exigua minoría) y una acción económica y legal más decidida contra la clase obrera y los sindicatos que ha suscitado, una débil respuesta. Todo ello viene acompañado ideológicamente por una serie de actuaciones dirigidas a la elaboración de un consenso social basado en los intereses, reales o imaginarios del poder, con los que la mayoría de la población  debe de tener la obligación moral de solidarizarse, para compartirlos de modo unánime y para sentirse condescendientemente protegida por sus dirigentes ante posibles amenazas interiores o exteriores. La operatividad social del factor miedo ha recibido amplio tratamiento en los EE.UU. pero deberíamos  recomendar la lectura del interesantísimo libro de Robin titulado sencillamente: Fear (o sea miedo) que trata de ese factor en política a largo plazo (desde Platón y Hobbes hasta nuestros días) y el recientísimo de John Mueller: “Overblown” cuyo subtítulo reza: “como los políticos y la industria del terrorismo exageran las amenazas a la seguridad nacional y por qué los creemos”. La percepción social de que el poder político en los actuales EE.UU. representa una tiranía viene explicitado desde hace largo tiempo por autores como Chomsky, Blum, Dorrien, Sands, Shogan, Bacevich y otros muchos pero nos limitaremos, en el actual contexto a repetir la opinión reciente (New York Times 19-10-2006) del eminente jurista J. Balkin que define la tiranía como: “La  acumulación de excesivos poderes, ejecutivos, judiciales, y legislativos en una sola rama del Estado y bajo un único individuo”. Su compañero J. Toley concluía en la misma fecha que El Congreso al concederle poderes sobre la detención e interrogación de sospechosos le otorga: “poderes despóticos”. Incluso politólogos conservadores como el Profesor Fritz Stern, de la Universidad de Columbia han criticado el que la acumulación, el secreto, y la falta de debate crítico pueden propiciar acciones que van contra el interés de estado ya que un cierto: “radicalismo de derechas puede proseguir políticas de poder en detrimento de las capacidades y el interés de America (sic)”. Ya hace largo tiempo Mills mencionaba a Forester que señalaba que: “se necesitan personas carentes de imaginación para llevar a cabo políticas carentes de imaginación fraguadas por elites sin imaginación”. La situación de Irak parece corresponderse con las ironías de Forester pero tras de ellas se oculta un enorme crimen y el sufrimiento perpetrado sobre un pueblo inocente sobre el que se ha vertido una enorme catarata de mentiras, queriendo hacerlo responsable del crimen de la destrucción de las “Torres Gemelas” en Nueva York, y acusando al gobierno del sátrapa Sadam de detentar, contra la opinión del inspector de las N.U. Blix, armas de destrucción masiva. Recordemos que según la prestigiosa revista médica “The Lancet” el número total de víctimas mortales de la intervención militar de Bush y sus aliados se sitúa dentro de un amplio margen de estimación de entre 300 y 900 mil víctimas, (entre Marzo de 2003 y Julio de 2006) a las que convendría añadir la de 1,6 millones de ciudadanos exiliados y la de más de un millón de refugiados en el mismo martirizado país. Incluso si aceptásemos la moderada estimación de N.U. de 160000 muertos, la desproporción entre unos objetivos propuestos, y no logrados, y la acción de pura e irracional, e inmotivada venganza es flagrante y espantosa. Por desgracia la inmensa mayoría de la población de EE.UU. no es consciente de estos hechos y solo tiene un difuso sentimiento de que tanto la guerra de Irak como la de Afganistan van mal y de que el Gobierno no ha afrontado de modo eficaz sus acciones. La incapacidad de racionalizar, ni en un sentido freudiano ni siquiera económico, las acciones militares de EE.UU. ha conducido a que muchos politólogos se interroguen sobre el creciente papel que la mentira tiene dentro de la dialéctica política. Loa análisis son de índole muy diferente y van desde un periodismo psicologizante y personalista como el de  Woodward  en su libro: “State of denial” a otros, que exploran los mecanismos estadounidenses, conducentes a tal extremo de mendacidad, como el de  F. Rich: “The greatest story ever sold”. Mención especial y laudatoria corresponde al número correspondiente al 2006 del: “Socialist register”: “Tellig the truth” que  sitúa el problema en un contexto más general; el de una crisis moral sistémica de los mecanismos de gobernanza global capitalista, que solo logran obtener una falsa legitimidad a través de la mentira, el múltiple y desnudo poder, y el de sus diferentes formas de coacción. Si ciertas elites del poder, como la camarilla de Bush II, buscan un refugio a su incapacidad para comprender lo que ocurre en el mundo negándose esquizofrénicamente a aceptar una realidad que no les es propicia encontramos, en menor medida, la misma actitud entre ciertos análisis de la izquierda ética que no han subrayado suficientemente que a pesar de las muertes, guerra civil, y sufrimiento en Irak el petróleo fluye y se acaba de hacer operativo un oleoducto hasta Turquía. Honni soit qui mal y pense!¡ Concedámosle al renacido “cristiano” Bush II la orden de la jarretera!
Existen formaciones ideológicas a largo plazo que actúan como contexto en el que insertan situaciones a corto plazo más fluctuantes, evanescentes y, por lo tanto, más susceptibles de ser atacadas y desmontadas. Entre estas, referidas a los EE. UU., destaca la convergencia de las ampliamente compartidas creencias en un excepcionalismo,  mesianismo  y acción salvadora sobre otros descarriados pueblos del imperialismo “americano”. El estudio de este tema ocupó durante muchos años a una gran cantidad de tratadistas. Entre ellos merece ser destacado por su enjundia y brevedad el libro de Anders Stephanson:  “Manifest destiny” cuyo subtítulo es : La expansión americana (sic) y el imperio de lo justo” ( del ya lejano año de 1995). Otros tratados de gran interés son los dos libros de Richard Slotkin, el primero del año 1992 titulado: “Gunfighter nation” y el segundo del año 2000: “Regeneration through violence” pero existen reflexiones ya antiguas como el libro de A. K. Weinberg: “Manifest destiny; a study of nationalist expantionism in american history”. El expansionismo del actual superpoder imperialista ha sido una constante histórica de los EE.UU. y tanto  S. W. Haynes y C. Morris editores del libro: “Manifest destiny and empire” de 1997 como los publicados en Francia por Jean Claude Zarka señalan la ideológica popularidad de esta aproximación a la historia estadounidense. Recientemente acaba de aparecer, y no he tenido ocasión de hojearlo, un libro sobre el mismo y recurrente tema, que ha recibido elogiosas críticas; el de J. Micklethwait y  Woodridge cuyo expresivo título es: “The right nation” y que según su subtitulo trata de explicar por qué America (sic) es diferente.
Lo anterior nos conduce lógicamente a la opinión de que los EE.UU, han sido siempre un poder imperial pero que su acción se ha visto limitada, a veces, por un deseo a establecer un cuadro de acción internacional más coherente con la de otras naciones que defendían, a la vez de sus intereses nacionales, los de la defensa de un régimen capitalista de libre comercio. El reciente artículo de I. Wallerstein en  el número de Julio-Agosto de la “New Left Review” , el del Profesor de Ámsterdam Robert Went sobre: “La globalización bajo la perspectiva del imperialismo” (traducida al gallego por Analise Empresarial Nº 33 y la reciente obra de  S. J. Harnett y Stengrin sobre: “Globalization and empire” nos ofrecen una interesante visión de las luchas entre los históricamente emergentes países imperiales y sus políticas, diplomáticas o bélicas, para lograr o asentar su hegemonía. Todos coinciden en el actual carácter del Hegemón estadounidense y también en la erosión del vector de poder económico del actual Hegemón que presagia nuevas configuraciones globales, difícilmente previsibles. El tema del imperialismo viene negado, en lo que toca a EE. UU. Con una gran pugnacidad, pero la mayoría de los historiadores desapasionados aceptan ese calificativo, el de una nación no solo imperial sino  expansionista e imperialista. El último ejemplo de ello es la reciente publicación del primer volumen de la titánica obra de Rober Kagan: “Dangerous nation” que estudia la situación de EE.UU. en el concierto, o desconcierto de las naciones, desde su comienzo hasta el inicio del siglo XX.
La gran pregunta que hoy se nos platea es saber hasta qué punto el electorado estadounidense tratará, mediante el recurso de sus votos, inflexionar el carácter de las políticas estadounidenses en el extranjero hacia posiciones menos brutalmente belicistas y en lo que se refiere al propio país en políticas menos basadas en unas posiciones económicas menos neoconservadoras, más respetuosas de los derechos humanos y cívicos, más transparentes, menos corrompidas, y, en toda circunstancia, contrarias a la obstinada promoción de una terrible y creciente desigualdad, económica y social, que ha resultado el un crecimiento económico en el que los trabajadores no se han beneficiado durante casi tres décadas de los incrementos en la producción y productividad de sistema nacional que ha dirigido su crecimiento e incremento a favorecer exorbitantemente el uno por ciento de los ciudadanos más privilegiados. Si como ejercicio teórico dibujamos un eje de coordenadas cartesianas encontraríamos en las horizontales abscisas dos polos. Convencionalmente situaríamos a la izquierda las ideologías comunitarias favorables a una seguridad económica compartida de la que un instrumento podría consistir en la acción de un Estado Benéfico, parte superior del eje vertical de las ordenadas. En el extremo opuesto horizontal encontraríamos los valores que asumen el riesgo, el esfuerzo, llamado responsable e individual, la caridad compasiva que oscilarían entre un rechazo a un estado intervencionista y fuerte (situado en el cenit del eje vertical) y un estado mítico y mínimo situado en la parte más baja del eje vertical que representaría la elaboración libertaria de un estado necesariamente opresor e ineficaz que debe de ser privatizado transmitiendo el poder económico y social hacia actores privados, aunque estos sean corporativos, más aceptables para la ciudadanía. El Estado propuesto por Ronald Reagan y sus ideólogos neoconservadores  se movería en la dirección de nordeste (esto es del primer cuadrante) hacia el cuadrante suroeste, mínimo Estado en el eje vertical, y aceptación de la población de una vida arriesgada, (vivere pericolosamente) a lo Benito Mussolini. De hecho esta visión no se ha realizado ya que el eje ideológico y social, sobre todo militar se ha desplazado en dirección noroeste debido a la adopción de políticas económicas de keynesianismo bélico. Si algunos autores conservadores han alabado la incapacidad de la vieja URSS para soportar un esfuerzo insostenible, el mismo modo de pensar nos obliga, ante el vacío de poder provocado por la implosión de la sociedad “soviética”, a darnos cuenta de la enorme utilidad que confiere al Estado y a sus clases dirigentes la existencia, ficticia, exagerada, o real de una situación de inseguridad social ante una amenaza terrorista, ridículo ersatz del comunismo, que se oponga a cualquier veleidad social de cambio en dirección del cuadrante noroeste. En esta inestable situación parecemos situarnos.
Aunque en un breve ensayo como este no disponemos de lugar para seleccionar entre la multitud de libros que han tratado de estas materias no podemos por menos de recomendar, a los lectores que se interesen por la Gran República que lean tres obras fundamentales: La primera es la de Thomas Frank: “Wht’s the matter with Kansas”  (del año 2004) que ilustra las razones del desplazamiento hacia posiciones conservadoras de un territorio de tradición más comunitaria y liberal. El segundo es el magnífico estudio de Thomas B. Edsall: “Building red America que se ha publicado este año, y el tercero la implacable disección de las causa y la irracional locura de la guerra en Irak escrito por un dimisionario  consejero del servicio exterior estadounidense,  John  Brady Kiesling bajo el título de. “Diplomacy Lessons”.
Escrito por José Fernando Pérez Oya, sociólogo y economista (BA.MA.por OXFORD UNIVERSITY)
Vigo 4 de Noviembre de 2006

Reflexiones en torno al Tratado de la Unión Europea

José Fernando Pérez Oya
Ex Funcionario Economista de la ONU Experto en Política Económica de Ciencia y Tecnología DIT-CEPE

I. VOLVER SOBRE MAASTRICHT
¿Tiene todavía sentido reflexionar sobre el Tratado de Maastricht en un país en el que las fuerzas políticas mostraron una virtual unanimidad en considerar la ratificación del Tratado una necesidad histórica ineludible? Piensa el autor de estas líneas que paradójicamente resulta necesario reflexionar acerca del Tratado precisamente porque fuimos testigos de la ausencia de un auténtico debate público —con la necesidad de consultar al pueblo rotundamente negada por el gobierno y la oposición— como también la actitud muy sesgada de los medios de comunicación social que, en general, apoyaban la adhesión.
Partiendo de la premisa de que una unión económica y política fuese en un principio deseable para el bienestar de los pueblos de Europa, deberíamos interrogarnos sobre su alcance geográfico y sobre la incidencia del impulso de fusión o convergencia en determinados aspectos de la vida social (económicos, sociales, culturales, tecnológicos etc.) así como sobre el orden de prioridades y ritmos impuestos a dichas políticas de convergencia. La ventajas de otorgar prioridad a la unión monetaria pueden no serlo si la operación implica relegar aspectos tales como los sociales, tecnológicos, culturales, militares o políticos a un segundo plano.
Si estas órdenes de prioridad se trucasen, la resultante se vería sustancialmente alterada. Incluso si suponemos que las prioridades son justas, resulta necesario concertar apropiadamente el ritmo de avance en cada aspecto, no sólo en el sentido absoluto sino también en relación con el de los demás. El no operar de esta manera nos podría conducir a lo que M. Unión y C. Boissieu llamaron riesgo sistemático (revista Gènese, junio de 1992). Muchas críticas al Tratado se centran en estos aspectos pues se señala que no sólo dejó desvinculada la política económica monetaria de la fiscal, al imprimir una aceleración excesiva en aquella a expensas de esta, sino que dejó muy relegados los campos de las políticas sociales, tecnológicas, etc., y aún más los aspectos políticos de la Unión. Esto condujo a lo que se llamó déficit democrático y viene claramente ejemplificado por la creciente distancia entre los órganos responsables de la política monetaria y las instancias del poder popular, legitimado a través de mecanismos electorales.
La enorme variedad de las tomas de posición acerca de Maastricht son, naturalmente, fiel reflejo de las motivaciones, esperanzas y temores que suscita el tratado, más que la propia ambigüedad del mismo. La discordancia de opiniones y sobretodo de temores no muy racionales, proliferó en Francia con ocasión del referéndum, pero también aquí pudimos leer en declaraciones del presidente del gobierno (El País 25/10/1992) que existe el riesgo de que Europa pudiese rasgarse o que Alemania tuviese la tentación de nuclear una Europa diferente (¿Con quién y con cuántos? Se puede preguntar) que daría lugar a una nueva configuración del continente si Maastricht fuera un fracaso. Los ejemplos llegados del país vecino van desde la posición de opiniones debidas a un nacionalismo extremo, hasta esperanzas casi mesiánicas en las potencialidades de la Unión para resolver todo tipo de problemas. Nuestros vecinos llegaron incluso a ciertos delirios, como vimos en el artículo antes citado de Gènese lo siguiente: «La moneda única conduce a un sentimiento de comunidad europea más fuerte. Es el vínculo más sólido que puede tejer una colectividad humana de más de trescientos millones de almas (sic) que reúne una gran variedad de culturas y lenguas». El activo apoyo del gran filósofo E. Morin al sí puede servir de ejemplo de confianza excesiva.
Sin duda, impresionado por la tragedia balcánica, Morin consideró que el Tratado puede llegar a convertirse en un baluarte de asociación-integración salvífica frente a las tendencias nefastas de disociación-desintegración que amenazan a Europa.
El déficit democrático -asegura- viene claramente ejemplificado por la creciente distanciación entre los órganos responsables de política monetaria y las instancias de poder popular legitimado por mecanismos electorales.
Esta discordancia de posiciones llevó, por desgracia, el cántaro a la fuente de los que en general, desde posiciones de poder, opinan que la complejidad y carácter técnico de ciertos problemas aconsejan no gravar la escasa capacidad del indocto pueblo con una discusión que en cualquier caso escaparía a sus cortos alcances y redundaría en un consumo excesivo de aspirina o, más probablemente, en una didáctica esquematización de las alternativas. Esto podría conducirnos en opinión del Sr. Elorza a rebajar el nivel del debate como sucedió en Francia.
Vamos a disentir aquí de estas opiniones haciendo ciertas observaciones que eleven a nivel pedestre el debate y lo substraigan al olímpico, etéreo, brumoso y tecnocrático carácter que frecuentemente tuvo y que se utilizó para que el buen pueblo siga contemplando con la debida admiración reverencial, que corresponde a su papel, las decisiones que sus sabios líderes toman a su favor y en su nombre.

II. LA GRAN COARTADA
Se nos presentó el Tratado como indivisible e irreformable, algo falso según sus propios términos. Puede decirse algo tan obvio y necesario como que es posible estar a favor de ciertos aspectos previstos de política social, regional o de defensa sin que ello conlleve la aceptación de otros aspectos del Tratado que, ocupan una posición central y nos parecen impugnables.
En varios artículos firmados por B. Cassen, en Le Monde Diplomatique, señala que el hecho de que el Tratado nos fuera presentado como algo ineludible nos puede servir de chivo expiatorio externo ante la impopularidad de ajuste estructural o de austeridad extrema, como también puede convertirse en escotillón de escape para una política de huida destinada a esconder la ausencia de un verdadero proyecto nacional.
Deben distinguirse los aspectos formales de los sustantivos y tratar de deslindar instrumentos de fines y todo esto desde posiciones de principio claramente expresadas.
Tomemos por ejemplo el temor suscitado a la pérdida de soberanía. La resistencia a la cesión o transferencia de soberanía será mayor cuanto más grande sea la distancia entre los objetivos y las aspiraciones de un gobierno y de los órganos comunes de gestión. Sin embargo, incluso si existe acuerdo sobre el riesgo de perder un nivel mínimo de autonomía encarnado en la idea de la soberanía e independencias nacionales. Este temor, puede tanto expresarse en un rechazo de los mecanismos institucionales como en el temor a acciones hegemónicas de uno o varios miembros de la Unión que, actuando individual o colegiadamente releguen a un miembro a una pasividad de subalterno.
El rechazo a la Europa de geometría variable, a dos velocidades o a la carta, está muy vinculado a este tipo de problemas. El espectro político parece dividirse aquí entre una derecha más preocupada por el diseño institucional que salvaguarde un límite amplio de soberanía con una menor preocupación por los contenidos sustantivos del diseño común (del que en caso de necesidad siempre podrían irse) y una izquierda más proclive a ceder soberanía dentro de esquemas federalistas y lógicamente más preocupada y atenta a los contenidos sustantivos incorporados en la acción de las instituciones comunes.
La unificación alemana brinda un ejemplo diferente. El hecho de que las nuevas instituciones monetarias estuviesen en gran parte calcadas del Bundesbank, provoca en la izquierda consecuente (cada vez menos visible) el temor de un afianzamiento de las políticas económicas monetarias y conservadoras; en la derecha nacionalista se da por supuesto que las instituciones comunes no aplicarán políticas comunes contrarias su tendencia ideológica dominante pero temen una pérdida de autonomía. Ambos segmentos
del espectro político, observan con aprensión desde perspectivas diferentes la brutal afirmación del poder del Bundesbank ante repetibles tormentas monetarias, así como las maniobras de creación y satelización de estados clientes como Eslovenia y Croacia.
El voto ponderado previsto en el Protocolo sobre los Estatutos del Sistema Europeo de Bancos Centrales y del Banco central Europeo (arts. 10 e 29 del Protocolo) pueden también constituir un signo preocupante. Es necesario, pues, señalar que las tensiones actuales contienen un elemento muy importante que proviene de la política de altos tipos de interés impuesta por Alemania, en gran parte derivada del esfuerzo de financiamiento (que representó en 1992 un 6,5 del PIB) consiguiente a la unificación de la ex RDA.

II. LA UNIÓN MONETARIA
La piedra angular del Tratado de Maastrich es, sin duda alguna, el proyecto de la unión monetaria. La raíz histórica de las disposiciones que se encuentran en el Tratado, es lo que conocemos como llamado Informe del Comité Delors. Dicho comité compuesto, casi exclusivamente, por banqueros, llegó a la conclusión —no excesivamente sorpresiva ni sorprendente— de que un banco central supranacional, independiente del poder dirigido por funcionarios escasamente amovibles debería ser la base, y casi el único fundamento, de la Europa unida. Este informe está influenciado de una manera determinante por la ideología predominante en el Bundesbank que, abusivamente, se irroga el honor de los éxitos de la lucha anti inflacionista de Alemania; éxitos que se basan mucho más en factores institucionales tales como mecanismos de negociación colectiva entre fuerzas sociales, y esto no sólo en lo que se refiere a salarios y condiciones de trabajo, sino en un sentido que trasciende la política industrial y tecnológica.
El ex comisario de la Comunidad Edgar Pisani calificó el tratado de anti-estatal, antisocial, ultra-liberal, contrario a la construcción de la democracia e inhumano. Finalmente, lo apostilló de apolítico. Más bien cabría calificarlo de apolitizante, ya que tiende a eximir a los Estados de responsabilidad, transfiriendo ésta a la operación impersonal de las fuerzas del mercado.
El Banco Central Europeo, culminación de la segunda fase de unión monetaria, deriva su esquema funcional y sus estructuras y principios del Bundesbank, vía Informe Delors. Recordemos que mientras los aspectos sociales o regionales del tratado son, hoy por hoy, poco más que una lista de buenas intenciones dependientes a los presupuestos, las disposiciones del tratado definen ya unas instituciones determinadas, un modus operandi de estas y unas condiciones arbitrariamente cuantificadas para poder acceder al círculo de los escogidos. En los aledaños de su centro monetarista, el tratado contiene elementos positivos que le abrieron con éxito el camino a un amplio sector de la opinión pública.
No hace falta ser experto en economía para darse cuenta de que este enfoque corresponde a la ideología ultraliberal Reagan-Thatcher que llevó al Reino Unido a una situación tan crítica como la vivida a finales del siglo XX. Incluso un ala populista del Partido Conservador empezó a rechazarla y generó en los EEUU una depresión silenciosa que supuso una caída de los ingresos familiares reales del ochenta por cien (que dura desde 1973) y una escandalosa redistribución de los frutos de una feble expansión en el cinco por cien más rico de la población. Como señaló J.G. Smith en su libro Full Employment in the 1990s, el Informe Delors está demasiado influenciado por las posiciones del Bundesbank y es una resaca de la obsesiva borrachera monetarista que supone una renuncia explicita al objetivo de alcanzar el pleno empleo. Su dogma básico es el de creer que porque existe (¡y no siempre!) una correlación entre oferta monetaria y evolución de los precios, la inflación es una consecuencia de los niveles de oferta monetaria. Como señaló Wynne Godley, tras estas ideas está la creencia de que las economías modernas son sistemas autorregulados, que tienden al equilibrio y que no necesitan ser dirigidos.
Las ideas monetaristas se mantienen contra viento y marea, de poco sirvió que la OCDE escribiese en un informe reciente (Perspectivas Económicas, diciembre 1991): En muchos países la relación estable esperada (sic. ¿por quiénes?) entre crecimiento nominal del PNB y base monetaria no tuvo lugar. De poco nos sirve lo que el gran economista francés Malinvaud —padre del concepto de paro clásico— nos haga saber, con una honradez poco frecuente en la profesión, que según sus propios estudios empíricos posteriores su paro no cubre ni tan siquiera una quinta parte del paro existente. De poco nos sirve que en un estudio muy conocido, el Banco de Inglaterra descubriera las manipulaciones realizadas por Milton Friedman en su base de datos; de poco nos sirve que infinidad de estudios nos mostraran la inestabilidad de la velocidad de circulación del dinero preterida por nuestros ínclitos monetaristas.
De poco nos sirve que se admita que la inventiva de nuevos instrumentos financieros haga necesaria una revisión constante de los conceptos de la base monetaria; de poco nos sirve recomendar a nuestros ilustres colegas la lectura del genial Azote del Monetarismo, de mi admirable maestro N. Kaldor, del libro de L. Randall Wray Money and Credit in Capitalist Economies; vosotros economistas monetaristas permanecéis inmóviles, incólumes, impertérritos, tan tiesos como vuestra querida línea de oferta monetaria, verticalistas hasta la muerte. Es que el monetarismo es aún más que un culto, una fe, y como decía el catecismo de Astete «Fe es creer en lo que no vemos».
La Europa monetaria es, por las disposiciones institucionales que la constituyen, una Europa monetarista.
En Maastricht se plasmó un decidido deseo de imbricar en establecimiento de instituciones con la continuidad de una política económica monetarista. Maastricht es el propósito de congelar, de cristalizar institucionalmente un monetarismo que siente que
soplan vientos adversos y que aspira a sobrevivir enquistado en la espera de tiempo propicio. Que esto puede suceder es particularmente desafortunado para Europa, no sólo por las consecuencias que trae de desindustrialización, paro, retraso tecnológico, pérdida de capacidad productiva y oportunidades de crecimiento económico etc., sino también porque dicha operación se producirá en un momento en el que los EEUU y Japón reviertan la política de estímulo de corte neokeynesiano. Pero en este campo como en otros los sacrificios han de ser repartidos de manera muy desigual. Los rígidos criterios de convergencia ya están dando lugar a una política de deflación competitiva entre países miembros que no quieren perder el tren y candidatos (planes Amato de Italia, Mitsotakis, Solchaga de España, políticas restrictivas en Suecia, Austria etc,…).
En el susodicho libro de J.G. Smith se hace referencia a estudios que evalúan (en términos de empleo potencial perdido) los costes de la política de convergencia en Francia en 700.000 puestos de trabajo para el período de 1983-1985; en el caso de Italia, la estimación casi alcanza la cifra del millón. ¿Realizamos en nuestro país algún cálculo de este tipo? ¿Podemos pensar que tendremos que pagar menos que Italia?
Parece evidente que las condiciones fijadas en Maastricht imponen un coste excesivamente elevado para las economías del sur de Europa. Los círculos viciosos de la deflación competitiva se hacen cada vez más amenazadores y serán mucho más graves cuando se pierda la capacidad de fijar el tipo de cambio. Como señalaban los técnicos del Ministerio de Hacienda francés, D. Bureau y P. Champsaur, el problema más serio planteado por la unión monetaria es el de saber si la flexibilidad de los mercados de trabajo será suficiente para compensar la pérdida de la fijación del tipo de cambio como instrumento de política macroeconómica. En una línea similar, M. Feldstein advertía (en un artículo publicado por The Economist, de junio de 1992) que al no avanzar en una operación federalista, polarizaría peligrosamente las diferencias de ingresos y bienestar. Un análisis de las cifras relativas a los fondos estructurales y de cohesión (de 57% y de 72% respectivamente desde 1992 a 1997) mostraban lo exiguo de las cifras propuestas, en aumento porcentual pero insuficientes si se comparan con las que serían necesarias para evitar un agravamiento de los problemas de empleo en los países más vulnerables.

III. EL FRACASO DE LA EUROPA SOCIAL Y LA AUSENCIA DE POLÍTICA INDUSTRIAL
La Europa social no pudo alcanzar el acuerdo de los doce y el único progreso pírrico alcanzando fue la superación del veto británico y la aceptación del principio de votación por mayoría calificada. El retraso de la dimensión social sobre la economía se puso en evidencia por la endeblez de lo alcanzado en Maastricht, muy por bajo del poco ambicioso Plan Marín. En lo tocante a aspiraciones en el ámbito social, el Tratado de
Maastricht representa una regresión respecto al Tratado de Roma de 1957, pues mientras este proponía promover la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores, que permitan alcanzar su igualdad por la vía del progreso (art.117) en el nuevo Tratado, el término igualdad se cambia por el francés amelioration (mejora) y por el ambiguo español equiparación. El Tratado insiste en que las decisiones sean tomadas del modo más próximo posible a los ciudadanos pero el objetivo es pura retórica. Las condiciones fijadas en Maastricht imponen un coste excesivamente elevado para las economías del sur de Europa.
Las condiciones fijadas en Maastricht imponen un coste excesivamente elevado para las economías del sur de Europa.
La Europa de la Unión es una Europa de los Estados, no de los pueblos, pero dentro de una Europa de Estados, es una Europa del poder ejecutivo de los respectivos Estados. El Consejo (es decir, el aerópago de primeros ministros y jefes de Estado) sigue siendo, como en el pasado el órgano clave y supremo de decisión. El llamado poder de investidura del Parlamento sobre la Comisión y su presidente es ceremonial e intrascendente. El poder de enmienda del Parlamento no merece tal título estando de hecho limitado a doce campos que, con exclusión del de Medio Ambiente, se caracterizan por su intrascendencia. Más ridículo todavía es el llamado poder de iniciativa que como bien dice J. Raux es un mero poder de iniciar una iniciativa, es decir, de pedir a la Comisión que traslade al omnipotente Consejo una inquietud surgida en el Parlamento.
En el Tratado, la ausencia de una política industrial viene reflejada en el único y breve artículo dedicado al tema Industria, espejo de una política de liberalismo sectario que no resiste la menor comparación con las estrategias seguidas por Japón y los Dragones Asiáticos y puede que dentro de poco, por Estados Unidos.
El Tratado es confuso y ambiguo. No supo optar entre la lógica de la cooperación (entre Estados) y la de la integración (realmente comunitaria) y se decidió en muchos casos por un término que a nadie le conviene ni convence. De la misma manera va por un camino de profundización (parcial y desequilibrado) dando la espalda a una opción de extensión hacia a países históricamente europeos, ex miembros del bloque socialista.
El Tratado perdió una vez más la oportunidad de empezar a configurar una Europa de los Pueblos. Esto resulta particularmente flagrante y lamentable en el ámbito cultural. Hubiera sido apropiado que nuestros gobernantes y eminentes miembros de la familia real, como Juan Carlos de Borbón, hubiesen leído detenidamente el art. 128 del Tratado que afirma que la Comunidad contribuirá al florecimiento de la cultura de los estados
miembros dentro del respeto a su diversidad nacional y regional....
¿No sería mejor hablar de cultura de los pueblos (y no de los Estados) como el mismo artículo señala al decir historia de los pueblos europeos? Si hacemos del Estado el actor privilegiado de la política cultural, corremos el riesgo de apoyar nacionalismos que reivindiquen un Estado propio e independiente. Particularmente lamentable y ridículo es el poder de emitir dictámenes, conferido en el Tratado, al ornamental Comité de la Regiones donde sus representantes son nombrados a propuesta de los Estados por el Consejo y no mediante consulta popular (art.198.A del Tratado).
El Tratado fue el fruto desafortunado, contradictorio y mal construido de un miedo a que la unificación de Alemania empezara a ejercer una acción hegemónica sobre una Europa Unida inconclusa. El resultado fue claro y manifiesto en el lamentable rigodón que va de la declaración de Oslo de no renegociación, a la inconclusa renegociación de Edimburgo, muy favorable para Alemania, Reino Unido y Dinamarca, pero no mucho para los países endebles de la Unión como España.
Antes de concluir, volvamos a dos aspectos del Tratado que en sí mismos justificarían una reflexión más extensa y detallada. El primero se refiere a la ausencia en el Tratado de una política industrial. Esto viene reflejado en el único y breve artículo dedicado a Industria, claro reflejo de una política de liberalismo sectario que está llevando a Europa hacia niveles crecientes de paro y hacia una posición de desventaja comparativa frente a otros centros de poder económico mundiales. Digan lo que digan los ideólogos de la sociedad postindustrial, el sector industrial es, y seguirá siendo clave del desenvolvimiento económico. Como dicen ciertos economistas americanos: manufacturing matters. El segundo aspecto es de carácter más general, de ética política, casi de alcance filosófico, y aparece expresado en los arts. 123 al 127 del Tratado. En ellos se afirma la necesidad de facilitar a los trabajadores su adaptación a las transformaciones industriales y a los cambios de los sistemas de producción. La filosofía es clara: la sociedad y el hombre deben de adaptarse a los cambios del sistema de producción y no la inversa: adaptar el sistema de producción a las necesidades de una sociedad que genere un hombre y no un robot.
Nunca se interrogó a los firmantes del Tratado sobre la procedencia de cambios en el sistema de producción.
Posiblemente fuese debido a un reflejo de modestia: no se consideraban teólogos y estimar que lo que procede de alguna divinidad exógena y desconocida (como por ejemplo el demiúrgico mercado) debe de ser excluido del área de sus competencias.
Ocurre aquí como con las tormentas monetarias, no sabemos de dónde vienen, son como los helicópteros de Milton Friedman que hacen llover desde el cielo billetes de banco para probar lo exacto de su tesis. De todos modos algo nos dicen los arts. 123 al 127 del Tratado de lo que es la economía social de mercado y de lo que pueden esperar de ellas los
integrantes del ejército de reserva del trabajo: cursillos de formación profesional y políticas de adaptación.
En conclusión diremos que el nuevo Tratado de la Unión Europea impone a sus miembros más endebles unos sacrificios exorbitantes, injustos e insostenibles.
El nuevo Tratado de la Unión Europea impone a sus miembros más endebles unos sacrificios exorbitantes, injustos e insostenibles. Debería ser modificado en sustancia, incluso si esto impusiera una opción federal. Mientras esto no suceda debemos decir:
¡No a Maastricht!

José Fernando Pérez Oya. B.A.-M.A. por la Universidad de Oxford.
Ex Funcionario Economista de la ONU
Experto en Política Económica de Ciencia y Tecnología DIT-CEPE


Prevaricación Moral
Revista de Información. Sigue el enlace sobre esta noticia.


0 comentarios:

Publicar un comentario