miércoles, 11 de noviembre de 2015

Es de todos conocido que estamos viviendo unas semanas de gran incertidumbre para la economía española, en su conjunto, para la de otros países europeos rescatados anteriormente, y para el futuro de la eurozona en su conjunto y la de otras economías de la Unión Europea. La sensación de incertidumbre y desconcierto que los acontecimientos suscitan entre todos viene aumentada por un rechazo profundo hacia las acciones del gobierno de España que nos han obsequiado con una constante catarata de falsedades, renuncias, dilaciones, grotescas manipulaciones lingüísticas, ocultaciones , y repetidas exhibiciones de incompetencia, arrogancia e ignorancia, difícilmente superables. Tenemos en nuestro país el honor de que Valle Inclán creara el esperpento pero este, como el de otros géneros teatrales nos conduce por ampliación del conocimiento,  humor liberador, u otros caminos a lo que los pensadores de Grecia llamaron catarsis. No sucede así en este caso; experimentamos solamente una irritación repetida y que a su vez se ha tornado en previsible hasta el aburrimiento.  No deseamos realizar un resumen de estas actuaciones y despropósitos;  bástenos decir que el colofón lo ha puesto el Jefe de Estado que ha perdido una gloriosa ocasión de permanecer silencioso, cuando felicitó al jefe del gobierno y a su ministro de economía por su éxito en haber logrado un rescate, semánticamente rebautizado. Mucho me temo que pueda volver a suceder. Un elemento negativo podríamos añadir a lo anterior cuando comprobamos la escasa difusión que se otorga en nuestro país a las opiniones de eminentes economistas críticos , como pueden ser las de los profesores Navarro y Torres López, cuyas observaciones no podemos conocer a través, como sería necesario,  de medios de difusión de masas de alcance nacional, teniendo que replegarnos a una provechosa pero minoritaria lectura de sus libros y artículos que rescatamos con la ayuda de redes sociales  o de nuestros ordenadores privados.
Antes de referirnos a casos afectando a España, el Euro, o la Unión Europea creemos que es fundamental realizar un ejercicio de prudencia, humildad escéptica y elucidación evidente de lo que se ha dado en llamar crisis. Esta tiene un alcance diferente según el área o país del que deseamos ocuparnos, de su historia, estructura sociopolítica, percepciones y aspiraciones, balance de fuerzas sociales concordantes o contrapuestas, inserción en colectivos geográficos y políticos más amplios, políticas adoptadas, líneas filosóficas o ideológicas adoptadas por sus dirigentes o que les sirven como justificación o coartada, y otros casi infinitos temas.
Entre las muchas incógnitas con que nos enfrentamos en estos momentos de fluidas incertidumbres destacan, a mi modo de ver, dos. La primera se refiere a la posible contraposición entre las dinámicas de un “mercado”, más o menos mítico pero que pretende incorporar la lógica o modo de funcionamiento de un sistema prevaleciente y la de unos medios de expresión y decisión incorporados en formas, más o menos explícitas y aceptadas de democracia representativa. La segunda se refiere al diagnóstico, pronostico, sujeto social activo y eficaz para lograr un cambio, y medios aceptables para salir de una situación socioeconómica sobre la que existe solamente un consenso de ser insatisfactoria.
En nuestro país el primero de estos temas ha suscitado un amplio debate en algunos medios (como por ejemplo en el diario  El País) que se ha centrado en el posible éxito o fracaso de las experiencias socialdemócratas,  de sus defectos, su capacidad de análisis, su poder social para implementar sus propuestas y el alcance de ellas, su posible reforma, y su posible futuro. En ninguna de las múltiples  tomas de posición de este debate se ha suscitado el tema de la radical crisis de la democracia representativa y no recordamos referencias a V,  Carl Schmitt, Simon Clarke o Canfora. Un acuerdo churchiliano prevalecía.
No ha sucedido lo mismo entre otros intelectuales destacados, fuera de España. Como ejemplo podemos presentar los incisivos artículos que Wolfgang Streeck, director del Instituto Max Planck para el estudio de las sociedades,  publicó en la New Left Review de Septiembre-Octubre de 2011 y de Enero y Febrero del presente año. Para Streeck la oposición entre mercado y democracia ha tenido un claro vencedor. Ya no existe un poder compensador o  contrabalaceador en sentido definido por J.K. Galbraith.  Citemos : “Hoy más que nunca el poder económico parece haberse tornado en poder político mientras que los ciudadanos aparecen totalmente privados de su derecho para ejercer una defensa democrática, y de su capacidad para lograr que la economía política tome en cuenta sus peticiones,  si estas no son compatibles con las de los propietarios de capital. Hoy en día el mundo está gobernado desde Wall Street y sus bancos.  Los sindicatos desaparecen, y el capital escucha solamente a los presidentes de los bancos centrales y jamás a los partidos políticos.  El dinero de los ricos está a la vez presente en todas partes y en ninguna”. Las consecuencias de este análisis que comparto, son reales en la vida de los pueblos.  Streeck nos advierte de que una unión monetaria puede transformarse en una unión política a costa de de una pérdida de la democracia; como es evidente que está ya sucediendo en Europa en cuanto al abandono de la soberanía en lo que respecta a sus presupuestos nacionales. Del mismo modo para Streeck aparecía seguro que el obsesivo objetivo de equilibrio vertiginoso de la deuda pública se  intentaría lograr a costa los que no sean propietarios de capital, los ciudadanos de a pie, que sufrirán una reducción de de sus derechos sociales deterioro de los servicios públicos gratuitos y aumento de impuestos. Otros muchos tratadistas comparten las posiciones de Streeck pero no debemos de omitir entre otros, por su carácter de investigación empírica, realizada desde un punto de vista neutral y sin utilización alguna de categorías políticamente o moralmente pre-establecidas , el estudio realizado en Zurich por la cátedra de  “Control de Sistemas” bajo el título de : “The network of corporate control” (disponible en http://archiv.org/PS) que debería ser consultado por todos los expertos socio-economistas críticos y responsables y profusamente divulgado. La investigación de  S. Vitali, J.B. Gattfelder, S. Battiston confirma en gran parte las intuiciones de personas como Streeck.
La gran mayoría de los analistas críticos señalan que el complejo episodio de la crisis actual  se enmarca en un contexto histórico más amplio que ocurre por el generalizado descenso de los tipos de crecimiento del PNB , que se ha observado desde el final de los años treinta del pasado siglo, en muchos de los países más ricos. Aunque muchos tratadistas rehuyen  el utilizar el término  “lucha de clases” podemos  contemplar que las connotaciones casi bélicas del término lucha se aceptan  más frecuentemente al sustituirla por “oposición” más o menos aceptada por el elemento poblacional referido.  Notables excepciones a esta tendencia son el libro de J. Faux “The global class war” y el reciente y más breve articulo de  J. Crotty “The great austerity war”, disponible en la red. La consecuencia circular de esta oposición ha sido que la redistribución a favor de los estamentos más ricos de una sociedad detrae a la mayoría del consumo basado en una demanda efectiva y estimula a que los que detentan el poder económico emprendan acciones  represiva más activa. El libro de T. Noha “ The great divergence” centrado en EE.UU. y el de G. Giraud y C.Renuard (“Le facteur 12” ) ofrecen sólidos argumentos  a favor de políticas más redistributivas.  Es irónico comprobar que la maquinaria de propaganda del “consenso aceptado “ o “corriente dominante” entre  los economistas nunca habla de una reforma estructural real y a largo plazo para subsanar este desequilibrio social  distributivo que podría modificar las preferencias entre trabajo y descanso y se limita a señalar rigideces en el mercado laboral que son ,según ellos, necesarias para aumentar el empleo a costa de un abaratamiento de los salarios. Las teorizaciones de Barro, Lucas, la escuela austriaca  con Hayek y sus epígonos actuales, o el efecto de los “balances reales” de D. Patinkin cuyo resultado  se producirían, según Keynes, en la ultratumba, siguen prevaleciendo entre una mayoría de nuestros académicos. El crecimiento ha sido desde su inicio un objetivo de unas clases capitalistas,  ávidas de los beneficios que aportaba. Cuando por razones, técnicas u otras, esta oportunidad parece excluida se busca refugio en la especulación, el aumento crediticio al consumo, y la redistribución de la riqueza que favorece a la élite poseedora. La prosperidad y una vida  social más rica, sin crecimiento cuantitativo son hoy fantasmas peligrosos y atacados. Los cambios  y diferencias crecientes de poder económico, político y militar entre naciones o grupos regionales  han propiciado mayores desequilibrios entre sus mutuas balanzas de pagos y han promovido  la creación de niveles de liquidez casi delirantes. En 1977 las transacciones financieras suponían un nivel de 15 veces el PNB a nivel mundial; hoy se alcanza un coeficiente de 70. La necesidad de una “gobernanza” realizada por los mismos poderes e instituciones creadores de los desequilibrios fortalece muchos poderes fácticos,  no responsables democráticamente,  la búsqueda de niveles más elevados de liquidez, y la  actual especulación desbocada.
No nos cansamos de repetir que vivimos en un ambiente general de gran incertidumbre; desconocemos muchos elementos, cuidadosamente ocultados, referentes al papel jugado por cada centro de poder las políticas propiciadas a nivel mundial,  su permanencia o sus posibles alteraciones. Parece fuera de duda que las políticas promovidas obstinadamente desde Alemania, certeramente calificadas de sado-austeras,  han sido un fracaso estrepitoso. Del mismo modo parece evidente que los poderes estadounidenses desean una recuperación económica en Europa que fortalecería sus exportaciones. Lo que nos interesaría poder conocer, como miembros de los débiles países de la Europa periférica o del Sur, como se reconfigurarán el poder y las políticas  nacionales y regionales , su permanencia y sus posibles resultados dentro de este sistema nacional-total y jerárquico, como Beaud lo caracteriza.  Pocos tratadistas se han aventurado a tratar de este complicado e incierto tópico pero consideramos de gran interés la sugerencia de C. Gomez Gil (El País 12 de Junio) de que es probable una apelación a una unidad entre partidos, unos  en el gobierno y otros en la oposición, para reforzar la mítica necesidad  de una unidad nacional necesaria para afrontar unos sacrificios poco comprendidos y ante los que existe un rechazo generalizado. Las actuales, pero concluidas, elecciones en Grecia y la intransigente posición de su radical partido de izquierda Syriza revela claramente las dificultades de lograr acuerdos entre partidos integrando a una social-democracia que se oponga, aun permaneciendo dentro del sistema, a la sado-austeridad impuesta por Alemania y reforzado por la inflexibilidad Fondo Monetario Internacional. La insatisfacción de los electores griegos es evidente en el cambio de posición de su  principal partido de derechas Nueva Democracia que en su campaña ha evocado la posibilidad de una necesaria  renegociación del Tratado de la Unión Europea. Muchas veces se ha mencionado que el gobierno de España poseía una carta secreta de triunfo en su manga en la partida de poker de la eurozona (New Yort Times del & de Junio) ya que según Kulish y Minder, era como ciertos bancos estadounidenses, demasiado importante para fracasar. El riesgo o el chantaje de los griegos apoyando una opción de impago no se nos antoja menor como señalaba hace tiempo D. Plihon. Katz y el colectivo ATTAC.
Las dificultades de los enfoques de los profesionales, sociólogos y economistas, aparecen claramente en sus diagnósticos diferentes que conducen a propuestas políticas discrepantes y previsiones sobre nuestro futuro discordantes. Ello debería a inducirnos, como vengo indicando, a una necesaria humildad, opuesta a diferentes formas de dogmatismo. No es esta una ocasión para elaborar estas diferencias que requerirían cientos de páginas, pero nos limitaremos a  unas breves pinceladas. Por un lado tenemos a un centro-derecha reformista y moderado  que asume, en menor o mayor medida, que el sistema genera burbujas y su inestabilidad se puede corregir mediante una medicación Keynesiana y parcial que logre una recuperación por medidas fiscales, monetarias y control legal sobre sectores desbocados. Los neo-keynesianos  Stiglitz y Krugman estarían en este grupo. Otro y dogmático grupo lo constituyen los que profesan una fe ciega en un mítico y perfecto mercado al que conviene plegarse en una especie de quietismo no intervencionista, Finalmente encontramos a los teóricos inspirados en las diferentes tendencias marxistas; entre estos citemos a  Robert Brenner, Dumenil y Levy en sus estudios conjuntos, D.  Harvey, C. Lavapitsas, A. Kliman,  M. Husson,  J.B.Foster R. McChesney y el grupo de Monthly Review, y otros. La mayoría dentro de esta tendencia se oponen decididamente a la realidad actual y muchos consideran, como Dumenil,  que la superación de la crisis requiere  necesariamente un cambio radical en su orden social pero no existe unanimidad sobre las fuerzas políticas que serían activas y eficaces en lograr un cambio ni del centro geográfico en el que este cambio nacería o se propagaría. J.B. Foster y McChesney parecen indicar que la normalidad del capitalismo avanzado sería desde hace tiempo la de un no-crecimiento; Kliman considera que la destrucción de capital podría propiciar, tras largos años una fase de nueva expansión; Husson se opone a la ruptura de la llamada “desmundialización” y a un posible nuevo proteccionismo etc. Entre todas las tomas de posición deseamos destacar, porque concordamos con ella, la de  Dumenil cuando afirma que: “Cuando nos referimos al neoliberalismo no tratamos de una ideología o unos valores sino más bien  y principalmente del objetivo de lograr un orden social que favorezca el mayor poder y riqueza de las clases dominantes”.
Hoy vivimos en Europa un dominio de los objetivos y valores evocados en el párrafo anterior, pero un número mayor de personas se muestran conscientes de sus funestas consecuencias. El que firma este artículo se ha opuesto desde hace muchos años (Véase por ejemplo su artículo en el portal Rebelión de 3 de Diciembre de 2010 titulado: De aquellos polvos proceden estos lodos, que evocaba su artículo inicial en  Septiembre-Diciembre de 1992 en la revista gallega Analise Empresial). Posteriormente se mostró favorable a que España abandonase el Euro en su artículo de 6 de junio en Nosa Terra : El Euro; De salida, si.
Presuntuosamente debo de afirmar que mis convicciones no han cambiado. Desde 1992 me opuse a nuestra entrada en el tratado de Maastricht. La pérdida de soberanía podía ser favorable en un contexto totalmente opuesto que atendiera preferentemente las necesidades de la sociedad y no las de un falso mecanismo de mercado que sus evangelistas continúan predicando a través de unos dominados medios. La pérdida de la soberanía radicada en los necesarios ajustes del valor exterior de su propia moneda, que podrían compensar diferencias en productividad inicial o posterior se incorporación. La única variable de ajuste quedó reducida a la manipulación del nivel de los salarios, es decir. De los ingresos y bienestar general de sus ciudadanos. Del mismo modo se renunció a diseñar una política industrial favorecedora a una mayor igualdad entre países y regiones y más generalmente de un enfoque federalista para Europa. Incluso un político conservador como el Canciller alemán Kohl ha señalado que una introducción de la unión monetaria sin avanzar en una unión política sería equivalente a construir castillos en el aire. Hoy, muchos años tras nuestra entrada en el Euro apenas existen estudios que elaboren un balance de costos y beneficios por sectores productivos o categorías profesionales. ¿Hasta que punto, por ejemplo, se podría comparar el declive de los astilleros del Norte al negocio radicado en la expansión de las exportaciones de nuestros invernaderos de Sur?  Y así en otros muchos temas. Se nos ha repetido hasta la saciedad que la moneda única nos permitió (como afirma David Marsh) un mayor endeudamiento al ser este más barato, pero Torres Lopez ha señalado que los créditos al sector inmobiliario crecieron tres veces más que los consentidos al sector productivo. ¿No hubiese sido mejor un mayor costo del crédito al hacer necesario una mayor discriminación entre inversiones, impidiendo la burbuja inmobiliaria?
Siempre he sido desfavorable a una exhibición de argumentos de autoridad sustentando mis opiniones, pero me permito hoy una excepción con las opiniones de tratadistas muy conservadores. Empezaremos con las opiniones de Paul de Grauwe y una cita que no requiere explicación: “La diferencia de naturaleza de la deuda extranjera entre miembros o no miembros de una unión monetaria se reduce a esto. Los miembros de una unión monetaria emiten deuda en una divisa sobre la que no ejercen control. Esto conlleva a que los mercados financieros adquieren el poder de forzar el impago de la deuda de dichos países. Lo contrario ocurre con los no miembros.” El mismo autor señala el círculo vicioso de que los mayores riesgos de impago conducen a la probabilidad de tener que pagar tipos de interés más elevados, lo que aumenta el riesgo de impago. Esto naturalmente podría obviarse emitiendo una deuda común a todos los miembros. Digamos seguidamente que el interés individual  que se le exige a España hoy no es sustentable.
El su libro. “A decade of debt” Carmen Reinhart y K.S. Rogoff señalas que un estado que pertenezca a una unión monetaria pierde la capacidad de ejercer una “represión financiera”; con esta expresión señalas que pierden el control sobre los movimientos de capital y los tipos de interés de su deuda. Contrastando con esto el mantenimiento de su moneda permite la permanencia de una clientela nacional, en cierto modo cautiva, ya que le interesa que sus activos se expresen en la moneda del país. Nos advierten igualmente de la dificultad de conocer el alcance de la deuda privada ya que esta es en la mayoría de los casos un territorio inexplorado. Nuestros expertos Torres López y V. Navarro estiman en el caso de España la deuda total en 400 miles de millones de euros, lo que sería una cifra cuatro veces superior a la del rescate, lo que haría la deuda insostenible excepto a un tipo de interés real casi nulo, o podría hacer necesario un nuevo rescate. Resulta irónico que “nuestro” gobierno haya mantenido una actitud dilatoria refiriéndose a la necesidad de consultar a muchos expertos extranjeros que evacuarían sus informes desde el fin de Junio (que irían desde  el grupo Oliver Wyman y  Ronald Berger) hasta el fin de Julio (Deloitte, PcW, Ernst Young y otros). Parece que los hábiles extranjeros son más capaces que los nacionales en desentrañar las trampas y la contabilidad “creativa” del sector financiero. Estos autores nos indican igualmente de que no existe una relación causal unívoca entre crecimiento y endeudamiento, si bien las recesiones económicas severas conducen, en la mayoría de los casos a mayores nivele de endeudamiento y estos se producen generalmente por una caída de los impuestos. Finalmente, y para acabar con una nota humorística, los autores nos hablan del síntoma de “esta vez es diferente” que se produce que aqueja a aquellos que suponen que no nos aquejan los males de otros países, ya que somos más inteligentes que los demás.  Rajoy parece un eximio ejemplo.
Vigo 17-junio 2012. José Fernando Pérez Oya. Economista, B.A. Y Master por la Universidad de Oxford.

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