REFLEXIÓ RADICAL: “EL EURO; De salida ,sí.”
Me permito, por haber sido uno de los escasos economistas que se
opusieron públicamente en España al tratado de Maastricht, (En la revista
gallega “Análise Empresarial Primeros meses de 2004) el ofrecer unas
pequeñas reflexiones sobre nuestra economía y una posible, pero difícil
salida por parte de un débil, pusilánime gobierno, y doblegado a la
vergonzosa sumisión de nuestra soberanía a los dictados de política
económica dictados por las instituciones de una U.E. dominada por una
dogmática reaccionaria y dominante actitud alemana, refrendada por
otras naciones. El dominio de una ideología neoliberal y de una política
económica en ella inspirada ha obligado a nuestro país a introducir unas
injustas y deflacionistas medidas fiscales que gravan seriamente el
bienestar de la mayoría de la población y que impedirán o retrasaran
gravemente la recuperación de nuestra economía.
La situación mundial
del balance ideológico y económico suscita hoy en muchos países una
desconcertada opinión pública porque el descrédito de las teorizaciones
monetaristas, de las “expectativas racionales”, y otras que han venido
estructurando el discurso neoconservador aparecen hoy discursivamente
gastadas pero, paradójicamente, su poder social, sobre todo en Europa, se
incrementa trágicamente, imponiendo un lejano e hipotético ajuste a
través del doloroso incremento del marxista “ejército de reserva” o sea el
de unos atemorizados parados o amenazados empleados, muy
debilitados y por tanto más proclives a aceptar el falso estímulo de unos
bajos salarios conducentes a hipotéticos mayores beneficios y renovadas
inversiones. No se nos habla apenas de economía de la oferta pero se
destruyen los estímulos a la demanda total agitando el miedo al déficit
fiscal.
Para justificar la tremenda y valerosa propuesta de una posible
salida del Euro, conviene hacer un muy somero balance de las ventajas e
inconvenientes que se han derivado de la adopción de esta medida por
España, si bien no todo es cuantificable. Para respetar cierto criterio de
ecuanimidad he tomado ciertos argumentos en pro de la moneda única
del reciente, e interesante aunque conservador libro de David Marsh. “The
Euro” (Yale U.P. 200). Varias veces Marsh nos señala la imposibilidad de
deslindar los efectos beneficiosos de la introducción del Euro con las
consecuencias negativas que han tenido ciertas medidas de alcance
mundial vinculadas a las políticas globalizadoras. Por ejemplo: sin la
creciente movilidad de los flujos de capital, las actividades de los bancos
centrales de las economías emergentes, la actuación de los fondos
soberanos, etc.
Los EE.UU. no hubieran sido capaces de financiar una
desorbitada expansión consumista, reflejada en sus crecientes déficits. En
cuanto a ciertos países europeos “particularmente dinámicos” (Informe de
la OECD, Otoño 2007) como España se consiguió un notable
abaratamiento de la financiación del déficit de su balanza de pagos al
permitir que los intereses de su deuda con el exterior fuesen realizados a
un tipo de interés bajo, favorecido entonces por el BCE y Alemania. Otra
ventaja mencionada profusamente fue la del efecto de frenar la inflación
de los que países que accedieron al Euro. Esta aserción la rebate el mismo
Marsh al atribuirla a otras medidas relacionadas con la globalización más
que los el Euro señalando los ejemplos “a contrario” del Reino Unido
Suecia y Noruega y el hecho de que la inflación anterior a la ruptura de
Bretton Woods era apenas superior a la posterior al Euro.
Llegados a este punto nos podemos preguntar si la diferencial del
interés que hubiera tenido que pagar el gobierno de España hubiese sido
muy alta. Mi opinión es que la diferencia no hubiese sido muy grande al
elegir un conjunto variado de divisas internacionales en las que estuviese
denominada la deuda exterior; por otra parte no olvidemos que esta
representa solo parte, aunque importante, de la deuda del estado que en
gran medida es sustentada por fuentes interiores, menos susceptibles a
los factores externos.
Debemos de recordar que la entrada de España en
el Euro, y anteriormente en la filosofía y práctica política neoconservadora
encarnada en Maastricht (y continuada en Lisboa) acarreó serias pérdidas
en muchos sectores industriales de España (cono por ejemplo gran parte
del sector naval) que se vieron abocados a aceptar un desarme arancelario
excesivamente rápido. Una lectura de recientes declaraciones de nuestro
conservador Banco Central y su insistencia en que los bajos tipos de
interés abarataron la deuda (que creció desmesuradamente) en nuestro
país deberán de ser matizadas recordando que pocos sectores se
aprovecharon de los créditos disponible para desarrollar sectores de alto
valor añadido o destinados a favorecer un aumento de la productividad.
Como parece olvidar el Sr. Fernández Ordoñez la parte del león consistió
en lo que todos llamamos el sector del ladrillo. El éxito del gobierno de
entonces consistió en producir una burbuja especulativa de proporciones
gigantescas y un aumento masivo de un empleo poco productivo. Aun hoy
día siguen (desde el P.P.) vanagloriándose de esto. El monstruoso
aumento de unas existencias de inmuebles (invendidos en gran parte) el
incremento del paro se debe a las ciegas políticas de sometimiento a los
caprichos de un mercado que no hubiesen sido posibles bajo una cautela
mínima de lo que se conocía, ya hace tiempo como planificación indicativa
sobre un desatado sector financiero. Estas “existencias” no absorbibles
durante mucho tiempo sirven como armas para hacer capitular a ciertos
políticos poco afines, a la par que para debilitar las capacidades
compensadoras de los poderes sociales de los trabajadores. Ello facilitará
el deseado ajuste del inmediato costo laboral mediante, (como ocurrió en
Alemania) una rápida bajada de los salarios reales.
Quisiéramos al fin de mi artículo subrayar dos fracasos sociales
mayores de las políticas neoliberales que se están agudizando a nivel
mundial y sobre todo en Europa y recordar el desastre y la miseria que
estas políticas ya han causado en los Estados Bálticos. La primera viene
bien ejemplarizada por una declaración del Canciller alemán Kohl que
antes de la firma del Tratado de Maastricht señalaba que la introducción
de una unificación monetaria sin avanzar en una unión política sería como
“construir castillos en el aire” considerando que una política que no
tuviese en cuenta una solidaridad social entre países y entre las clases en
cada país uno estaría abocada al fracaso. La segunda observación,
estrechamente relacionada con la anterior, es la de que el fracaso
institucional de una adecuada integración de la política fiscal con la
monetaria conduciría, como ya ha sucedido, a un fracaso redistributivo
entre y dentro de cada país, como consecuencia de políticas comunes a la
U.E. A estas consideraciones debe de añadirse el carácter hegemónico de
las políticas propiciadas desde una Alemania que impone medidas de
ajuste sobre los países más débiles de la U.E. con escasa o nula
consideración de su situación.
Si al comienzo de 2004 nos manifestamos contra el neoliberalismo, un
keynesianismo de guerra y unas tendencias peligrosas gritando: ¡No a
Maastricht!, hoy debemos de decir: ¡No al Euro y a las reaccionarias
políticas de la U.E.! Una somera consideración de un balance de costo-beneficio arrojaría (si fuese cuantificable) un saldo negativo para España.
Debo finalmente expresar mi pesimismo; en esta coyuntura no existen
fuerzas políticas ni mecanismos sociales que apoyarían a esta propuesta,
ahogada como esta está por una avasalladora propaganda mediática que
hace que se acepten de modo acrítico sacrificios por sectores sociales
totalmente ajenos a las causa de la dramática situación actual.
Firma José Fernando Pérez Oya.
Economista M.A. por Oxford. Responsable, durante largos años del análisis
económico de los países del Sur de Europa en la Comisión Económica para
Europa de Naciones Unidas.
Publicado en la revista gallega “Análise Empresarial Primeros meses de 2004 y publicado en la revista "A Nosa Terra" en 2010. Vigo.
“EL EURO; De salida ,sí.”