jueves, 12 de noviembre de 2015

“EL EURO; De salida ,sí.”

REFLEXIÓ RADICAL: “EL EURO; De salida ,sí.” Me permito, por haber sido uno de los escasos economistas que se opusieron públicamente en España al tratado de Maastricht, (En la revista gallega “Análise Empresarial Primeros meses de 2004) el ofrecer unas pequeñas reflexiones sobre nuestra economía y una posible, pero difícil salida por parte de un débil, pusilánime gobierno, y doblegado a la vergonzosa sumisión de nuestra soberanía a los dictados de política económica dictados por las instituciones de una U.E. dominada por una dogmática reaccionaria y dominante actitud alemana, refrendada por otras naciones. El dominio de una ideología neoliberal y de una política económica en ella inspirada ha obligado a nuestro país a introducir unas injustas y deflacionistas medidas fiscales que gravan seriamente el bienestar de la mayoría de la población y que impedirán o retrasaran gravemente la recuperación de nuestra economía. 
La situación mundial del balance ideológico y económico suscita hoy en muchos países una desconcertada opinión pública porque el descrédito de las teorizaciones monetaristas, de las “expectativas racionales”, y otras que han venido estructurando el discurso neoconservador aparecen hoy discursivamente gastadas pero, paradójicamente, su poder social, sobre todo en Europa, se incrementa trágicamente, imponiendo un lejano e hipotético ajuste a través del doloroso incremento del marxista “ejército de reserva” o sea el de unos atemorizados parados o amenazados empleados, muy debilitados y por tanto más proclives a aceptar el falso estímulo de unos bajos salarios conducentes a hipotéticos mayores beneficios y renovadas inversiones. No se nos habla apenas de economía de la oferta pero se destruyen los estímulos a la demanda total agitando el miedo al déficit fiscal. Para justificar la tremenda y valerosa propuesta de una posible salida del Euro, conviene hacer un muy somero balance de las ventajas e inconvenientes que se han derivado de la adopción de esta medida por España, si bien no todo es cuantificable. Para respetar cierto criterio de ecuanimidad he tomado ciertos argumentos en pro de la moneda única del reciente, e interesante aunque conservador libro de David Marsh. “The Euro” (Yale U.P. 200). Varias veces Marsh nos señala la imposibilidad de deslindar los efectos beneficiosos de la introducción del Euro con las consecuencias negativas que han tenido ciertas medidas de alcance mundial vinculadas a las políticas globalizadoras. Por ejemplo: sin la creciente movilidad de los flujos de capital, las actividades de los bancos centrales de las economías emergentes, la actuación de los fondos soberanos, etc. 
Los EE.UU. no hubieran sido capaces de financiar una desorbitada expansión consumista, reflejada en sus crecientes déficits. En cuanto a ciertos países europeos “particularmente dinámicos” (Informe de la OECD, Otoño 2007) como España se consiguió un notable abaratamiento de la financiación del déficit de su balanza de pagos al permitir que los intereses de su deuda con el exterior fuesen realizados a un tipo de interés bajo, favorecido entonces por el BCE y Alemania. Otra ventaja mencionada profusamente fue la del efecto de frenar la inflación de los que países que accedieron al Euro. Esta aserción la rebate el mismo Marsh al atribuirla a otras medidas relacionadas con la globalización más que los el Euro señalando los ejemplos “a contrario” del Reino Unido Suecia y Noruega y el hecho de que la inflación anterior a la ruptura de Bretton Woods era apenas superior a la posterior al Euro. Llegados a este punto nos podemos preguntar si la diferencial del interés que hubiera tenido que pagar el gobierno de España hubiese sido muy alta. Mi opinión es que la diferencia no hubiese sido muy grande al elegir un conjunto variado de divisas internacionales en las que estuviese denominada la deuda exterior; por otra parte no olvidemos que esta representa solo parte, aunque importante, de la deuda del estado que en gran medida es sustentada por fuentes interiores, menos susceptibles a los factores externos. 
Debemos de recordar que la entrada de España en el Euro, y anteriormente en la filosofía y práctica política neoconservadora encarnada en Maastricht (y continuada en Lisboa) acarreó serias pérdidas en muchos sectores industriales de España (cono por ejemplo gran parte del sector naval) que se vieron abocados a aceptar un desarme arancelario excesivamente rápido. Una lectura de recientes declaraciones de nuestro conservador Banco Central y su insistencia en que los bajos tipos de interés abarataron la deuda (que creció desmesuradamente) en nuestro país deberán de ser matizadas recordando que pocos sectores se aprovecharon de los créditos disponible para desarrollar sectores de alto valor añadido o destinados a favorecer un aumento de la productividad. Como parece olvidar el Sr. Fernández Ordoñez la parte del león consistió en lo que todos llamamos el sector del ladrillo. El éxito del gobierno de entonces consistió en producir una burbuja especulativa de proporciones gigantescas y un aumento masivo de un empleo poco productivo. Aun hoy día siguen (desde el P.P.) vanagloriándose de esto. El monstruoso aumento de unas existencias de inmuebles (invendidos en gran parte) el incremento del paro se debe a las ciegas políticas de sometimiento a los caprichos de un mercado que no hubiesen sido posibles bajo una cautela mínima de lo que se conocía, ya hace tiempo como planificación indicativa sobre un desatado sector financiero. Estas “existencias” no absorbibles durante mucho tiempo sirven como armas para hacer capitular a ciertos políticos poco afines, a la par que para debilitar las capacidades compensadoras de los poderes sociales de los trabajadores. Ello facilitará el deseado ajuste del inmediato costo laboral mediante, (como ocurrió en Alemania) una rápida bajada de los salarios reales. 
Quisiéramos al fin de mi artículo subrayar dos fracasos sociales mayores de las políticas neoliberales que se están agudizando a nivel mundial y sobre todo en Europa y recordar el desastre y la miseria que estas políticas ya han causado en los Estados Bálticos. La primera viene bien ejemplarizada por una declaración del Canciller alemán Kohl que antes de la firma del Tratado de Maastricht señalaba que la introducción de una unificación monetaria sin avanzar en una unión política sería como “construir castillos en el aire” considerando que una política que no tuviese en cuenta una solidaridad social entre países y entre las clases en cada país uno estaría abocada al fracaso. La segunda observación, estrechamente relacionada con la anterior, es la de que el fracaso institucional de una adecuada integración de la política fiscal con la monetaria conduciría, como ya ha sucedido, a un fracaso redistributivo entre y dentro de cada país, como consecuencia de políticas comunes a la U.E. A estas consideraciones debe de añadirse el carácter hegemónico de las políticas propiciadas desde una Alemania que impone medidas de ajuste sobre los países más débiles de la U.E. con escasa o nula consideración de su situación. Si al comienzo de 2004 nos manifestamos contra el neoliberalismo, un keynesianismo de guerra y unas tendencias peligrosas gritando: ¡No a Maastricht!, hoy debemos de decir: ¡No al Euro y a las reaccionarias políticas de la U.E.! Una somera consideración de un balance de costo-beneficio arrojaría (si fuese cuantificable) un saldo negativo para España. 
Debo finalmente expresar mi pesimismo; en esta coyuntura no existen fuerzas políticas ni mecanismos sociales que apoyarían a esta propuesta, ahogada como esta está por una avasalladora propaganda mediática que hace que se acepten de modo acrítico sacrificios por sectores sociales totalmente ajenos a las causa de la dramática situación actual. 

Firma José Fernando Pérez Oya. Economista M.A. por Oxford. Responsable, durante largos años del análisis económico de los países del Sur de Europa en la Comisión Económica para Europa de Naciones Unidas. 

Publicado en la revista gallega “Análise Empresarial Primeros meses de 2004 y publicado en la revista "A Nosa Terra" en 2010.  Vigo.

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